Thursday 28 de March, 2024

PERSONAJES | 14-04-2016 18:30

Paz Ferreyra: “Fumar un porro es más sano que mirar TV”

Al mando de Miss Bolivia, fusionó cumbia con hip hop. Vino, cannabis y pansexualidad con la chica que tiene a todos bailando.

Los videoclips invitan al prejuicio. Porque, desde una estética hip-hop, parece hostil: lenguaje corporal agresivo, letras que mezclan el corazón destrozado de la música romántica con la marginalidad de la cumbia. Fuerte.

Sin embargo, Paz Ferreyra le hace todos los honores a su nombre. Es pequeñita. Parece frágil. Construye el discurso con elegancia y elige las palabras con precisión. Habla con refinamiento intelectual pero es después le canta a un amor fallido: “Para vos, gato/ Al final yo tenía razón, me decías mentiras mi amor […] Simulaste una separación/ Y a ella la llevaste a nuestra habitación/ La besaste junto a nuestra foto de Europa/ Y le diste masa en mi colchón”. Sí, es probable que Miss Bolivia sea uno de los experimentos musicales más audaces de los últimos tiempos.

¿Pero quién es la chica cuyo híbrido de cumbia y rap domina las pistas de baile en las fiestas más marginales, pero también en las más chetas?

Nacida en 1976, se crió entre Río Cuarto y Buenos Aires, en una familia tradicional que le impuso una educación católica. “Colegio de monjas, coro y piano en la academia de monjas”, define su formación musical.

En 1992, una beca la llevó a terminar la secundaria en los Estados Unidos. “Acá escuchaba Sumo, los Redondos y punk. Eran tiempos en que no había internet”, cuenta sobre su estadía en un pueblo minúsculo del “upperstate” neoyorquino; “Fue una revolución, me cambió la bocha, conocí cosas muy diferentes”.

Esas cosas diferentes incluían familias de adultos ex-hippies que cultivaban su propia marihuana y una música de la que en la Argentina apenas se hablaba: el rap y el hip hop.

A su regreso, la UBA la vería abandonar las carreras de Diseño de Imagen y Sonido y de Letras, pero también la vería recibirse de psicóloga, ejercer como docente y dedicarse a la investigación académica.

Como psicóloga –jovencísima– formó parte del equipo de emergencias sociales del gobierno porteño cuando una tragedia abría una herida que aún no cicatriza.

Noticias: ¿Cómo fue la experiencia de atender a víctimas y familiares de víctimas de Cromañón?

Paz Ferreyra: Esa noche no estaba de servicio. Estábamos con compañeros en una fiesta y nos empezaron a llamar. Cuando llegué a Cromañón ya habían sido todos trasladados, así que me tocó trabajar a la morgue, en reconocimiento de cuerpos. Fue una trompada. Fue muy fuerte estar de cara a la muerte y enfrentando esa cosa recontra antinatural que es perder un hijo. Tuve una aproximación muy zarpada con la maternidad. Los gritos desgarradores de las madres que habían perdido a sus hijos sonaban todos iguales, como un aullido de preservación. Entendí cosas que no te enseñan en ninguna universidad. Después pedí un pase dentro del Estado. Trabajé como productora de TV en el canal de la ciudad, nada que ver. Después de Cromañón necesité correrme. Me di cuenta de que no estaba ejerciendo la profesión como hubiera querido. Fue un impacto de vulnerabilidad muy fuerte.

Noticias: ¿Entre tanto, qué hacía con la música?

Ferreyra: Cuando volví de los Estados Unidos estudié batería y percusión. Armamos una banda de chicas y conocí nueva música: rap, reggae, dancehall y reggaetón, algo que acá recién empezaba. Quería hacer algo así, y no estar sentada atrás, en la batería, como en un corralito. Así que escribí letras, dejé la banda y armé un proyecto nuevo, Miss Bolivia. Una formación simple: bajo, guitarra y batería, y yo adelante cantando. Un tiempo después descubrí los “beats”, los ritmos que usa un DJ. Me pasé de la típica banda a un formato digital. Apareció un productor que me armaba pistas, grabé algunas canciones y hoy ese productor –Guillermo Beresñak– es la otra mitad de Miss Bolivia.

Noticias: ¿Cómo fue su carrera discográfica?

Ferreyra: El primer disco fue un trabajo pirata, independiente, lo hice sola. El primer disco oficial lo hicimos con Pop Art y el laburo fue muy bueno. Asomamos la cabeza y visibilizamos géneros que eran incipientes. Como hacíamos una gran mezcla de estilo, chocamos con purismos. Como nunca hice estrictamente rap, ni estrictamente cumbia, la mezcla generaba rechazo. Había rigidez.

Noticias: ¿Dónde encontraron, finalmente, su propio público?

Ferreyra: La aparición de mi propio público tuvo que ver con que tocábamos en diferentes polos; la gente que se bancó la fusión, vino a mis conciertos. Pero no estoy sola. Estoy en una escena, surgieron otros artistas y colectivos, se armó un circuito. Se “lubricó el oído colectivo”.

Noticias: ¿Cambió la cumbia?

Ferreyra: La cumbia estaba subvaluada como expresión popular; estaba estigmatizada por lo villero, por la apología de las drogas, por la misoginia. Pero a esa cumbia la tomaron los Djs y le dieron un sonido –y un “golpe”– de club. Así, la cumbia entró al club, y al club cheto. Ahí empezó esta promiscuidad que es el público que tengo, de la villa a la disco, de la universidad a la señora con niños. Me siento orgullosa porque contribuí a la tolerancia. En mis shows ves un rasta, un heavy, un puto, una señora, y todos cantan. La cumbia es democratizante. ¡Ganó el Presidente y bailó una cumbia!

Noticias: La mayoría de las bandas empiezan en forma independiente, luego firman con un sello discográfico. Su caso no respeta ese patrón.

Ferreyra: Hicimos el primer disco con Pop Art, pero después nos desvinculamos, bien, seguimos siendo amigos. No nos pusimos de acuerdo y optamos por la independencia. Pero el disco siguiente, “Miau”, lo hice en forma independiente, con guita generada por “Miss Bolivia”. Al disco le fue muy bien vendiendo formato físico en nuestros conciertos, en las disquerías independientes de nuestros amigos y por MercadoLibre, mandando los discos por correo. Finalmente hicimos un acuerdo con Sony por dos discos. Ellos se encargan de la fabricación y distribución de este y con ellos vamos a grabar el próximo.

Noticias: ¿Y cómo fue pasar de la independencia a firmar con un sello “mainstream”?

Ferreyra: Vengo del “Do it yourself”, así que esto fue barajar y dar de nuevo, replantearme un montón de ideas. El contrato lo revisaron los abogados de UMI (Unión de Músicos Independientes), que son de lo más anarco que hay. Ellos se encargaron de que hubiera montones de clausulitas hinchapelotas para garantizar que yo tuviera todo el tiempo libertad de expresión, libertad de tocar en vivo todo lo que quisiera, absoluta autonomía política y comercial. Eso fue respetado en un todo, había buena voluntad. Entonces entendí que la independencia es cómo utilizás las herramientas que tenés a disposición para que tu obra llegue a más gente. La disquera puede ser una herramienta más. Esa es la relación que cambié: no es una relación de posesión, de territorialidad, sino que somos mutuamente herramientas, es una sociedad; ellos obtienen contenidos, yo obtengo herramientas. Creer que “te vendiste al sistema” porque firmaste un contrato es un prejuicio punk. Pero vengo de ahí, tengo mi mochila, así que costó.

Noticias: ¿Cómo está de los asuntos del corazón?

Ferreyra: Estoy en un muy buen momento, disfrutando del fruto de años de rotura de culo, de ser una workaholic mal y contenta porque tengo amor, en este momento, que para mí es reimportante. Estoy muy bien, tengo algo nuevo, estoy contenta.

Noticias: Wikipedia la define como “abiertamente bisexual”. ¿De qué género es su pareja actual?

Ferreyra: Mi pareja es un caballero, pero soy pansexual. O multisexual. No sé. No tengo mucho rollo con eso. Me puedo enamorar de una persona más allá de su identidad o su elección sexual.

Noticias: ¿Sufrió prejuicio por este grado de apertura sexual?

Ferreyra: Nunca. Ni por ser mujer, ni torta, ni pansexual. Hasta mi familia, católica y del interior, gente muy conservadora, siempre me aceptó y me apoyó en todo. Fue un ejercicio para mí y para mi familia comunicar, por ejemplo, que tenía una novia, o que iba a dejar la psicología y mis posgrados para dedicarme a la música. Pero siempre me bancaron.

Noticias: Está estudiando para sommelier, ¿correcto? ¿Cómo es su relación con el vino?

Ferreyra: En mi familia siempre se tomó vino. Vengo del campo, históricamente se tomaba damajuana con la carneada. Y con soda. De sifón Drago. Pero el actual marido de mi vieja vivió en París. Él fue el gran amante del vino que, desde hace unos quince años, me hizo probar cosas diferentes. No desarrollé el paladar ni ahí, pero vi que ahí había un mundo. Esa semilla germinó en que, desde siempre, cuando salgo es a comer y a beber. Mi hedonismo siempre pasó por comprarme equipos de música y en gastar en buena comida y buena bebida. Nunca me compré las Nike de tres lucas o los Ray-Ban más caros. Pero la que hago me la gasto en comer, beber y música. Así que empecé a ir a catas, a leer, a “nerdear” con el vino. Hace tiempo que quería hacer la carrera, pero no podía porque “Miss Bolivia” es muy demandante. Cuando no estoy tocando estoy pre-produciendo shows o componiendo. Es un compromiso muy grande porque ya hay mucha gente que vive de la banda. Pero el año pasado finalmente empecé. Para ser feliz, necesitaba hacer esto. Mi sueño es tener un lindo bar de vinos.

Noticias: También se declara pro canábica. ¿Cómo es su relación con la marihuana?

Ferreyra: Soy usuaria y activista militante por la despenalización del cultivo de cannabis, tanto para su uso medicinal como recreativo. Como profesional de la salud estoy muy interesada. Socialmente sería una estrategia genial en materia de reducción de riesgos. En países como Brasil se la utiliza como terapia de reducción, para tratar adiciones al paco o al crack. Además, promover el autocultivo regulado bajaría las tasas de narcotráfico y ayudaría a acabar con las mafias. Por otro lado, a la industria farmacéutica –que es poderosísima y factura millones– no le interesa que crezca el autocultivo porque reemplazaría a muchos de sus productos, sobre todo en lo que es tratamiento del dolor. Pero hay un cepo articulado entre el poder político, la iglesia y la industria farmacéutica para que no se avance. Pero además, más allá de la aplicación para la salud, hay una cuestión de derechos individuales. Creo que las personas tienen que tener derecho a consumir con fines recreativos, si quieren. Para mí es mucho más nocivo mirar la caca que hay por televisión que fumarte un porro de flores medicinales, tomarte una copa de vino, escuchar un disco, pasar un buen momento e irte a dormir.

Diego Gualda

@diegogualda

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