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CULTURA | 15-04-2016 19:15

5 razones para ir al Bafici

El gran festival de cine independiente está a full. Aquí, los films recomendados y las actividades para no perderse.

En un país lleno de discontinuidades, decir “como todos los años, comienza el Bafici” es realmente festivo. Son dieciocho años, mayoría de edad, de una muestra que nos ha permitido conocer el cine del mundo. Y no sólo eso: con el tiempo, el Bafici ha sido –no está de más repetirlo– un semillero de grandes realizadores que hoy ocupan las primeras filas del cine mundial. ¿Por qué es bueno ir al Bafici? Vamos punto por punto.

Primero. Porque hay películas de todos los géneros y de los cinco continentes. Las películas no son sólo argentinas o tanques de Hollywood: todos los países (lo hemos olvidado, porque fuimos bien cinéfilos aquí) las hacen y la belleza aparece –o puede hacerlo– en cualquier parte. Desde las versiones restauradas de los grandes clásicos “wuxia” (las de artes marciales épicas) “Dragon Inn” y “A Touch of Zen”; hasta la rarísima maratón “Cremaster”, de Matthew Barney, reflexión sobre el mundo del consumo y la política contemporáneos a través de formas musicales a veces perturbadoras, en todos lados hay algo diferente que nos satisface. Son 400 películas, lo que implica que hay algo para cada uno.

Segundo. Porque no olvida que, además de lo muchísimo a descubrir, hay también grandes autores. Entonces tienen lo último de Marco Bellocchio (“Sangue del mio sangue”), de Johnny To (la imprescindible “Office”), de Alexander Sokurov (“Francofonia”), de Jerzy Skolimowsky (“11 Minutos”), de Avi Mogravi (“Between Fences”), de Julio Bressane (“Garoto”), de Pere Portabella (“Informe general II: El nuevo rapto de Europa”), de José Luis Guerín (“La academia de las musas”), de Benoît Jacquot (“Diario de una camarera”); de Arturo Ripstein (“La calle de la amargura”) y mucho más. Estos cineastas hacen películas que se comunican con el mundo (con todo el mundo) y tienen una relevancia que casi nada del cine que vemos hoy en las pantallas comerciales nos ofrece. No es que son grandes cineastas por que sí: lo son porque hacen estas películas y el Festival lo comprende.

Tercero. Porque es el festival que más cine argentino nuevo y diferente estrena. Este año son alrededor de sesenta films nacionales, la mayoría parte de lo más nuevo de nuestra cinematografía. No vamos a mencionar nada porque es preferible ir y descubrir. Pero además hay focos y rescates, como los clásicos “Hasta después de muerta” y “Apenas un delincuente”, más películas de Mirtha Legrand y Graciela Borges (las dos divas del cine argentino a las que se les dedicará un homenaje), más el foco dedicado a la breve y excepcional obra de Fabián Bielinsky a una década de su muerte. Es muchísimo, y a esto hay que agregar cortos, works in progress, muestras varias. El Bafici siempre ha sido una usina de ideas y cambios, especialmente para el cine nacional. Y además educa espectadores, y cineastas espectadores. Se nota año a año en los que los nuevos van produciendo.

Cuarto. Porque no deja a nadie afuera. De manera horizontal, hay para todos los públicos: desde las películas del Baficito, para que los chicos tengan un menú reforzado y nutritivo, hasta clásicos de los 80 en copia novísima como “La chica de rosa”. O films de superacción como la bellísima oriental “El Guardaespaldas” (no, no la de Costner, que también es buenísima digan lo que digan), o películas de terror. O comedias. O reflexiones sobre el sexo. O films sobre música. O focos sobre arquitectura. O momentos de pura emotividad, como poder ver esa joya animada que es “El gigante de hierro”, ya film de culto del creador de “Ratatouille”, Brad Bird, en pantalla grande (nunca se vio así en nuestro país) o la restauración de “Los paraguas de Cherburgo”. O descubrir al desaparecido satirista portugués João César Monteiro con “As Bodas de Deus”. Cine popular y cine de vanguardia en una sopa genial. Lo único snob del Bafici es decir que es snob.

Cinco. Y que el Festival es más que sólo las películas. Digamos: hay una perfecta retrospectiva del gran Peter Bogdanovich y viene Bogdanovich a hablar de cine. Viene el gran músico del cine francés Michel Legrand y dará un concierto en el Colón. Viene el productor Paulo Branco, que hizo mucho por el cine europeo, y da “masterclass”. Y habrá “masterclass” sobre cómo filmar películas de artes marciales. Y vienen los animadores Aardman, los genios detrás de Wallace y Gromit, y hay una exhibición con sus creaciones. Y hay cines en casi todos los barrios, incluso en las villas, porque se trata de que todos vean. Veinticuatro sedes, una barbaridad. El cine, se sabe, es el arte total, por eso es que no se puede restringir sólo al cine: la cinefilia hermética termina con el séptimo arte. Así que la decisión del director Javier Porta Fouz y el equipo de abrir la experiencia es ideal para mantener el arte vivo. ¿Recomendaciones? Agarrar la grilla, enamorarse de un título y lanzarse a la aventura. No hay manera de que el Bafici decepcione.

por Leonardo D’Espósito

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