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MUNDO | 30-07-2016 18:20

Juegos Olímpicos, un Río de militares

Hay siete efectivos por cada atleta. El temor a los ataques terroristas, el gabinete mundial y las amenazas recibidas. El descontento de los cariocas. Ver fotos

Con la cuenta regresiva en marcha, Río de Janeiro es una ciudad sitiada por las fuerzas de seguridad. A menos de una semana del inicio de los Juegos Olímpicos, que se inaugurarán el viernes 5 de agosto, los militares son mayoría entre las primeras delegaciones que arriban, los periodistas que se empiezan a acomodar y los turistas que disfrutan de la playa antes de que la ciudad esté colapsada de gente.

Según comunicados oficiales hay 68.000 agentes de seguridad que custodian Río. Es decir, habrá siete militares por cada atleta (del evento participan 10.500 deportistas) con una única preocupación: estar alerta para evitar un atentado terrorista.

Además, habrá 20.000 agentes en otras ciudades custodiando puntos clave como fronteras, aeropuertos y terminales de colectivos y trenes. La cifra de militares destinada a Río 2016 representa el doble de la que utilizó Londres en sus Juegos Olímpicos de 2012.

La movida de seguridad sorprende en todos sus aspectos. Las fuerzas armadas utilizarán más de 1.600 vehículos, de los cuales 70 son coches blindados. 12 barcos grandes y 50 embarcaciones de pequeño y mediano porte custodiarán por agua y 28 helicópteros lo harán por aire. No se puede dejar nada librado al azar, sobre todo por la nueva modalidad de terrorismo que hace temblar al mundo: los “lobos solitarios”, esas células unipersonales del ISIS que tienen un mínimo o nulo contacto con la yihad, pero se contagian con internet y contaminan su mente poco sana emocionalmente hasta convencerse de realizar un atentado.

Los países limítrofes se comprometieron a enviar fuerzas de seguridad para reforzar la custodia en Brasil. Desde Argentina lo confirmó el Ministerio de Seguridad, que enviará miembros de la Policía Federal, la Gendarmería y la Policía de Seguridad Aeroportuaria. Llegarán el 1 de agosto y se quedarán hasta dos días después de terminado el evento: vuelven al país el 23 de agosto.

Además de que los ojos del mundo estarán posados sobre Río y de que estarán en esa ciudad los atletas más importantes, al menos 45 presidentes y primeros ministros ya confirmaron su presencia, por eso el alerta de seguridad es aún mayor.

Un Gabinete Especial es el encargado de la prevención. Para eso, las agencias de inteligencia de 97 países le brindaron información (y lo seguirán haciendo durante la competencia), sobre cada uno de los turistas que lleguen a suelo brasileño. Nunca en la historia de los Juegos hubo tanta inteligencia junta, por eso los organizadores confían en que el país está blindado. “Las Fuerzas de Seguridad y Defensa de Brasil adoptaron todos los procedimientos posibles dentro de una doctrina internacional, estos procedimientos son los mismos que se siguieron durante la visita del Papa en 2013, la Copa del Mundo en 2014 y la Eurocopa 2016. Todo lo que se puede hacer, está hecho”, sostuvo a un medio español André Luís Woloszyn, especialista brasileño en contraterrorismo.

Amenazas. A 15 días del inicio de la competencia, se llevó a cabo la primera operación militar, que resultó exitosa. Arrestaron a un grupo que preparaba un atentado para los Juegos Olímpicos. 10 personas, que eran monitoreadas desde abril, fueron detenidas tras intentar comprar armas en la triple frontera y de intercambiarse mensajes por Telegram y WhatsApp organizando el ataque. Algunos de ellos habían hecho un juramento al ISIS, según confirmó el ministro de Justicia de Brasil, Alexandre de Moraes: “Participaban de un grupo denominado Defensores de la Sharia y planificaban adquirir armamentos para cometer crímenes en Brasil y hasta en el exterior”, agregó. 

La acción policial fue denominada “operación Hastag” y causó un revuelo internacional. Por un lado mostró la eficacia de la seguridad local, que con 130 efectivos logró desbaratar la banda, pero por otro dejó en evidencia que había, efectivamente, gente planeando atentados. “¿Y si no son los únicos?”, se preguntaron las miles de personas que a último momento cancelaron sus reservas y prefirieron no presenciar el evento deportivo (Ver recuadro).

La detención de este grupo no fue el primer contacto del ISIS con los Juegos Olímpicos. Apenas días antes de la “operación Hastag”, el Centro Integrado Antiterrorismo del gobierno brasileño había hecho pública la intención de acreditarse al evento de cuatro personas con conexiones terroristas. Las alertas emitidas por agencias de inteligencia de otros países sonaron y se le denegó la acreditación.

Esa semana había rumores de que un grupo terrorista planeaba un atentado contra la delegación francesa. Pero luego fue negado por la seguridad de Francia y Brasil. La amenaza que sí fue confirmada fue la del integrante de ISIS Maxime Hauchard. Fue en noviembre de 2015, tres días después de los atentados a París que dejaron 129 muertos. “Brasil, ustedes son nuestro próximo objetivo”, escribió en su cuenta de Twitter.

Sin aliento. A pocos días del inicio de la competencia, Brasil no muestra demasiado entusiasmo. “Somos brasileños, nos gustan los eventos, la fiesta, recibir gente, con lo cual una vez que arranquen los Juegos lo vamos a disfrutar”, le dice a NOTICIAS un CEO carioca con los pasajes en la mano para volver a su país a vivir la experiencia de los Juegos Olímpicos.

Pero la última encuesta de la consultora Datafolha (realizada el 19 de julio) no muestra el mismo entusiasmo entre los locales. Según ese trabajo, el 63% de los brasileños cree que este certamen traerá más perjuicio que beneficios para su país. Consultados acerca de si estaban en contra o a favor de la realización, el 51% aseguró estar en contra. En 2013, el 63% estaba a favor de la realización, pero en tres años pasó demasiada agua debajo del puente. Además, la mayoría indicó que Brasil pasará “vergüenza” con respecto a la seguridad.

Hasta el propio alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, aseguró que la realización de los Juegos es una “oportunidad perdida” debido al contexto de crisis económica e institucional que vive el país. Lo dijo ante el periódico británico “The Guardian” y sus declaraciones recorrieron el mundo: “No nos estamos presentando bien”, adujo. Y luego explicó que con el alejamiento de Dilma Rousseff de la presidencia y el mandato interino de Michel Temer, “este no es el mejor momento para estar bajo la mirada de todo el mundo”. Menos alentadoras fueron sus palabras frente a la CNN, cuando dijo que el Estado de Río había realizado “un trabajo horrible en materia de seguridad”.

Mientras tanto, atrás, muy atrás, quedó el miedo por el virus del Zika que hacía peligrar la presencia de algunos deportistas y muchos turistas, temerosos de contagiarse. Ahora la preocupación porque el terrorismo no siga torciendo el brazo del mundo es de Brasil, pero también del resto de los países. Los 68.000 efectivos de seguridad tendrán la tarea más ardua.

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