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CIENCIA | 04-10-2016 00:00

El creacionismo no se rinde

A contramano de la biología evolutiva, la idea de que la vida fue creada por Dios hace 10.000 años gana más y más adeptos.

Lucy mide un metro y es una reconstrucción hiperrealista hecha en silicona. No es el personaje de la película que estrenó Scarlett Johansson en el 2014, y menos que menos un personaje de película de Almodovar. Es la más famosa Australopithecus afarensis del mundo. Su versión de carne y hueso vivió hace 3,2 millones de años y es el antecestro humano más antiguo del que se tenga registro. Se alza segura, serena, con su rostro de mono y sus ojitos hundidos, en el hall central del Museo Masgaard de Dinamarca. Muchos científicos europeos están más tranquilos con ella ahí, liderando la muestra "Estrellas de la Evolución", una de las estrategias con la que intengan frenar el avance del creacionismo en Europa.

Y es que por paradójico que suene en este siglo XXI de la informática, la inteligencia artificial, la neurociencia y la nanotecnología, las encuestas registran un aumento de las personas que descreen de la explicación científica acerca de cómo se originó y se desarrolló la vida en el planeta. Mientras grupos de científicos en los más diversos lugares del mundo manipulan genes humanos para curar enfermedades o dar nacimiento a bebés "de diseño", entre el 20% y el 50% de la población (dependiendo de los países) de las naciones desarrolladas y emergentes está convencida de que la vida comenzó hace apenas seis mil años, tal y como lo dice el Antiguo Testamento, o a lo sumo diez mil, como lo sugieren otras narraciones de origen religioso.

Los creacionistas opinan que no hubo evolución en los términos descriptos por Darwin. Y son cada vez más, en este mundo de la postmodernidad que en las grandes urbes agita las banderas de la muerte de las ideologías políticas de derecha e izquierda, que se describe mayormente ateo o al menos agnóstico mientras postula la vuelta a la naturaleza y coquetea con una industrialización tan a tope que exacerbó el efecto invernadero como nunca antes. El retorno a las creencias mágicas pega fuerte.

En el mundo científico hay preocupación: la población del mundo está dando un viaje de vuelta a ciertos mitos que se creían superados. Al menos en su mayor parte.

Números míticos

Una encuesta de la consultora Gallup hecha en los Estados Unidos muestra que más de cuatro de cada diez personas en ese país americano aseguran que Dios creó a los seres humanos tal y como son ahora, hace unos diez mil años, y lo mismo han venido pensando en las últimas tres décadas, cuando Gallup hizo el sondeo por primera vez. Por otro lado, la mitad de los estadounidenses piensa que sí hubo una evolución, aunque guiada por la mano de Dios y no por la de la adaptación al medio ambiente, en lo que sería una versión más moderna del creacionismo: el "diseño inteligente" de la vida.

Pero si los Estados Unidos (el país que más desarrollo científico tecnológico ha tenido en el siglo pasado) es el mayor exponente de las ideas creacionistas, otras naciones también poseen altos porcentajes de población con esas ideas ligadas a la religión y la magia. Algunos de esos países están fuertemente tecnologizados y le ha puesto un marcado énfasis al desarrollo científico a lo largo de las últimas tres décadas: India, Sudáfrica, Corea del Sur, Singapur, Brasil, Filipinas, Reino Unidos, Irlanda, Holanda, Japón, Italia, Alemania, Israel, Australia, Nueva Zelanda y Canadá, por mencionar algunos.

En Brasil, nuestro vecino y miembro de los BRICS que basó buena parte de su desarrollo de las últimas décadas en un sostenido programa científico-tecnológico, un 59% de la población cree en la evolución “dirigida por Dios”, y apenas un 8% piensa que la intervención divina nada tiene que ver con el asunto. Una encuesta hecha en el 2014 indica que el 66% de los brasileños aseguran que los seres humanos evolucionaron a través del tiempo, pero un 29% todavía piensa que siempre existieron como son actualmente.

La mayor parte de quienes se apuntan a estas ideas son de sectores socioeconómicos medio bajos y bajos, pero no todos. En Canadá, por ejemplo, el 22% de su población piensa que Dios creó al ser humano hace como mucho diez mil años, y así, en pantalones chupines y faldas deshilachadas. Noruega cuenta con una población más cientificista aunque no tanto como uno creería: un 59% de sus habitantes aceptan totalmente la teoría de la evolución mientras que el resto se reparte entre quienes descreen totalmente de ella (8%) y quienes le desconfían en diferentes niveles.

El desafío de las aulas. La mayor preocupación es que el pensamiento no científico siga avanzando, y que los distintos países no logren dar una respuesta para frenarlo, principalmente, en las aulas. La educación es la principal herramienta, dicen los científicos, para evitar que las demostraciones de la ciencia se conviertan en algo discutible desde la vereda de las religiones. Aún cuando las teorías e hipótesis están siempre siendo sometidas a discusión y prueba, no hay científicos que pongan en duda que el universo tiene 13,5 mil millones de años de existencia, que nada era entonces como es ahora y que la evolución tal y como fue propuesta por Darwin es una verdad demostrada desde la paleontología, la arqueología, la biología, la genética, la astronomía, la matemática, la física, la química y otra diversidad de disciplinas que trabajan en conjunto y se cruzan constantemente.

“Una serie de investigaciones sugieren que la evolución, los métodos científicos y la razón misma están perdiendo la batalla en las aulas de las escuelas de los Estados Unidos”, escribieron hace cuatro años Michael Berkman y Eric Plutzer, profesores de ciencia política de la Universidad de Penn State en un artículo de la revista “Science”, una de las dos más importantes del mundo, junto con “Nature”.

Berkman y Plutzer hicieron una investigación a nivel nacional con entrevistas a 926 profesores de Biología de escuelas públicas de nivel secundario, y hallaron que el 60% de ellos no defienden los postulados de la biología evolutiva. Evitan pronunciarse y, por tanto, llevan a sus alumnos a una especie de “analfabetismo científico”. Peor todavía: ni ellos mismos entienden bien en qué consiste la teoría de la evolución y no están preparados para enseñarla ni mucho menos para defenderla. Mucho más sencillo les resulta entonces apegarse a las ideas creacionistas, aún cuando la educación sea nominalmente laica.

En la Argentina no hay estudios en cuanto a qué porcentaje de la población cree aún que Dios hizo al mundo hace un puñado de miles de años, pero sí se investigó la enseñanza de la biología evolutiva en las aulas locales. Alicia Massarini (investigadora del CONICET) y un equipo de colegas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) sondearon a 111 profesores de biología que participaron en diferentes instancias de capacitación sobre la evolución, entre los años 2004 y 2007. El 33% de los consultados reveló que prácticamente no habían recibido instrucción sobre biología evolutiva. Entre los que habían recibido “algún tipo de formación en el tema”, seis de cada diez dijo que los contenidos no tenían “la profundidad adecuada” y el 47%, que los docentes que los habían entrenado no tenían un conocimiento adecuado para dar las clases.

“En cuanto a los aspectos institucionales, el 60% de los encuestados refirieron no haberse sentido estimulados por las instituciones en las que se desempeñaron para incorporar este enfoque en la enseñanza de la biología y el 14% manifestó haber recibido recomendaciones o prohibiciones en la enseñanza de la evolución, un porcentaje curiosamente similar al hallado en la investigación publicada por “Science” para los docentes que explícitamente manifiestan estar enseñando creacionismo en Estados Unidos”, le describió Massarini a la Agencia CyTA del Instituto Leloir.

Las alarmas están encendidas. En Europa, si durante años los defensores del creacionismo crecieron y ganaron influencia en las escuelas lejos del radar gubernamental, ahora están bajo la lupa: el Consejo Europeo lanzó un advertencia alertando sobre el crecimiento de la enseñanza del creacionismo y la potencial amenaza que implica para todo el sistema educativo.

Prácticamente cada sociedad científica en el mundo, en representación de cientos de miles de científicos, han dado a conocer documentos que rechazan la teoría del diseño inteligente y 72 ganadores de Premios Nobel firmaron una petición apoyando la prioridad de la enseñanza de la biología evolutiva en las aulas.

La Argentina no debería quedar al margen de este llamado a una mejor enseñanza, sobre todo teniendo en cuenta que la evolución como eje alrededor del cual se desarrolla el pensamiento biológico actual, recién fue incorporada tanto a los Contenidos Básicos Comunes (CBC) para la Enseñanza General Básica como para la Educación Polimodal en 1997. 

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