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POLíTICA | 30-12-2016 01:10

La desagradable trastienda de la partida de Prat-Gay

No tenía objetos personales en su despacho. Cómo se cocinó la salida del ministro. La desconfianza de Macri y el rol de su tridente echa-funcionarios: Marcos Peña, Quintana y Lopetegui.

La salida era inminente y se evaluaba desde ambos despachos. Pero lo que Alfonso Prat-Gay no pudo imaginar fue la artera forma en que se realizó, en medio de las fiestas de fin de año. Tras la reunión del lunes 26 de diciembre con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, contó hasta diez y reaccionó como un caballero. Agradecimiento mediante al presidente Mauricio Macri, sacó chapa de sus logros y paró de pecho las críticas que le hizo públicamente Peña: “Había diferencias muy concretas con el equipo y desde ese lugar doy un paso al costado”. Punto final.

El economista nunca confió demasiado en su continuidad en esta gestión. Prueba de ello es que en su año al frente del ministerio de Hacienda y Finanzas no terminó de desembarcar en su despacho. En esa amplia oficina de unos 70 metros cuadrados, con sillones desvencijados y vista a la Casa Rosada, no había fotos ni objetos personales (apenas una imagen de la asunción junto al Presidente), sólo se veían algunos libros y, en el estante central de una de las dos bibliotecas, un diario La Nación del 1º de marzo, cuyo título principal fue: “El acuerdo con los fondos buitre cerrará un default de más de 14 años”, con la foto del ahora exministro. Prat-Gay lo considera el mayor logro de su gestión y por eso atesora ese ejemplar. El punto a favor: no necesitó más que un par de cajas para empacar sus pertenencias.

Las críticas del PRO a Prat-Gay nunca se ocultaron: “soberbio”, “indisciplinado”, “sólo le interesa su carrera política”, fueron los tres conceptos más escuchados. Pero con la decisión de echarlo, Macri se encierra en sus incondicionales, y al compartimentar aún más el ministerio de Economía, junta más poder en su propio despacho y en el de su “superministro”, el jefe de Gabinete Marcos Peña. “La política económica la decide Macri”, se sinceró el vicejefe de Gabinete Mario Quintana. Un funcionario ofuscado recrimina las últimas acciones: “Es una lástima, pero aunque nos pese hay que admitir que estamos haciendo kirchnerismo. El ministro va a ser el presidente, tal como le criticábamos a Cristina”.

La suma del poder. La salida de Isela Costantini de Aerolíneas Argentinas, primero, y el desprolijo alejamiento de Prat-Gay en la última semana del año, con el apuro de empezar el 2017 con cara renovada, son la evidencia de que Macri se refugia en los laderos en los que más confía y está dispuesto a sacarse de encima a los “independientes”. “Cuando arrancó el Gobierno había compromisos políticos que cumplir. Ahora armamos un equipo en el que Mauricio confíe más”, explica un PRO incondicional. En los pasillos de la Casa Rosada se repite un comentario, a modo de chiste: “No hay que meterse con Marcos”. Y eso se hace extensible a sus dos brazos ejecutores: Quintana y el otro vicejefe de Gabinete, Gustavo Lopetegui (quien estaba enfrentado a Costantini). El mismísimo Presidente despejó cualquier duda a mediados de diciembre cuando sentenció: “Marcos, Mario y Gustavo son mis ojos y mi inteligencia. Ellos son yo. Lo que ellos piden es lo que pido yo”. A confesión de parte, relevo de pruebas.

“Peña es muy inteligente. Y más allá de las críticas que se le pueden hacer, es un tipo que sabe trabajar en equipo. Es el conductor, pero trabaja en grupo”, sostiene una fuente del entorno macrista. Y completa: “Desde hace tiempo, Alfonso no tenía lugar en el Gabinete. No viene de nuestro palo y en los momentos malos buscás gente más confiable”.

Al tridente macrista les molestaban los desplantes de Prat-Gay, más que su teoría económica. En más de una reunión a la que lo convocaron los vicejefes de Peña, él mandó a sus secretarios. Sólo participaba de los cónclaves si estaba el Presidente o, como mínimo, el jefe de Gabinete. Que los tratara como inferiores les hacía hervir la sangre a los “ellos son yo” de Mauricio.

Por eso acordaron la salida, aunque Macri estuviese de vacaciones. Lo finiquitaron antes de que termine el año para no tener que hacerlo en el 2017, y, de paso, para que el ahora ex ministro no se pudiese colgar la última medalla: la del blanqueo.

Pero tras la noticia del alejamiento, en el ministerio de Hacienda trabajaron a destajo y un día después del anuncio de Peña montaron una conferencia de prensa, con récord de asistentes, en la que un distendido Prat-Gay levantó su último trofeo: US$ 90.000 millones recaudados por el blanqueo más importante de la historia. Según se ufanan en el ministerio, será la plata que le permita hacer campaña tranquilo a Cambiemos en las próximas elecciones legislativas.

Una vez afuera del Gobierno, Prat-Gay se tomará un tiempo para decidir qué hacer, aunque aseguró que seguirá en Cambiemos. Por ahora aprovechará para estar más tiempo con sus tres hijos y pasear en su moto Triumph Boneville.

La cartera que manejaba se parte en dos. La Secretaría de Finanzas se convierte en ministerio y queda al mando de Luis “Toto” Caputo, amigo íntimo del ex ministro y primo hermano del mejor amigo de Macri, Nicolás Caputo. El ascenso de Caputo enciende las alarmas de otro ministro: Francisco Cabrera, el titular de la cartera de Producción, puesto allí para traer inversiones externas que, al menos en el 2016, no llegaron. “Toto” fue uno de los artífices del cierre con los fondos buitre y está muy bien visto desde el exterior: su ascenso sería un buen augurio para los empresarios extranjeros y podría lograr lo que Cabrera no pudo.

El Ministerio de Hacienda quedó en manos de Nicolás Dujovne, que al cierre de esta edición se reunía con Prat-Gay para hacer una transición ordenada.

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