Tuesday 19 de March, 2024

OPINIóN | 24-03-2017 00:00

El mayor desestabilizador de Macri se llama Macri

Nancy Pazos, la periodista más temida por el PRO, describe el autoboicot del Presidente. "Macarteadas" e intentos de seducción. Las "mesas de Fontenla".

La Casa de Gobierno fue rebautizada en la era macrista. En el dialecto interno que usan los íntimos y que implica códigos casi de secta, se la llama Fontenla, como la conocida mueblería porque "está llena de mesas caras…”.

La definición alude a la variedad e intensidad de reuniones semanales y quincenales (política, económica, social, etc.) en la que los distintos integrantes del gobierno, más sus aliados políticos y determinados y elegidos legisladores, “debaten” las distintas medidas de la gestión.

La práctica que llegó a provocar el hartazgo del ex ministro Alfonso Prat Gay continúa intacta. Aunque después de la “homogeneización” que sufrió la administración (con su salida, la del Carlos Melconian y ahora la del titular del PAMI Carlos Regazzoni) más que lugar de discusión es, en rigor, una síntesis informativa de las medidas tomadas donde no hay lugar para el cruce de opiniones sino para dejarse empapar por el discurso oficial, consejos de Durán Barba incluidos. En los que sobrevivieron hay claramente miedo a sacar los pies del plato. Ya no hay espacio para la disidencia entre los que están a tiro de decreto.

Mauricio Macri también es de la partida Fontenla. Muchas de esas mesas son en su propio despacho. El Presidente se guarda además espacio para la contención personal y “amorosa”. Busca el contacto privado sobre todo con aquellos aliados más díscolos. El método es una costumbre que arrastra desde cuando tenía que “sostener” a Gabriela Michetti. Entonces eran los almuerzos de los viernes en los que Mauricio con mucha paciencia escuchaba la andanada de críticas que Gaby le prodigaba a Horacio Rodríguez Larreta. Ella se descargaba y salía bien comida, contenida y entendida. Por unas horas o días lograba enloquecer a Horacio. Pero en los hechos nada cambiaba. Como se vio con el correr de los años, Larreta siguió acumulando el poder que le daba Mauricio y terminó ganándole en las urnas a su enemiga interna. ¿Y Gabriela? Tocando la campanita en el Senado.

Ahora la marca personal del Presidente está centrada en Lilita, a quien tiene literalmente enamorada con este despliegue valentinesco. A ese juego de seducción se sumaron este año dos hombres: Ernesto Sanz y Emilio Monzó. El trío tiene, cada uno a su turno, la oportunidad de llegar al oído de Mauricio sin intermediarios una vez cada quince días. Desde ya que cambiaron los interlocutores. Pero no el método.

Ahora del otro lado, como concentrador de críticas y afuera de esta dinámica, está Marcos Peña, el hombre con más moretones en su CV político del último mes.

"Estoy harto de que me hablen mal del Marcos”, trinó por teléfono Mauricio esta semana. Es que el estilo zen y conciliador del primer año de gestión claramente se agotó. El Presidente empezó a mostrar las uñas no sólo para afuera sino también para adentro.

Sumido en el peor momento de su gestión, cuando las encuestas marcan en el mejor de los casos paridad entre los que confían y los que dejaron de confiar en el Gobierno, con las calles tomadas por los piquetes y motociclistas, la CGT y los docentes movilizados y en paro y la caída del 30% del consumo en tarjetas de crédito, Macri espera capear el temporal acudiendo a un nuevo fantasma colectivo.

No es ya la herencia recibida sino el Club del Helicóptero. Apuesta al todo o nada azuzando en el imaginario colectivo el mito de que lo quieren hacer caer. Intenta una jugada maestra en la cual se pueda victimizar a pesar de estar en lo más alto del poder.

Los medios ayudan en esta construcción. Está claro que los dueños de las empresas periodísticas pueden estar desilusionados con la falta de efectividad del equipo de Macri pero ante todo detestan a los K. Ante la mínima posibilidad de una incipiente recuperación kirchnerista en las urnas se abroquelan sin piedad ni rigor intelectual abonando a una teoría a la que le faltan varias piezas. Sobre todo el factor de poder económico que vaya a por él... No hay golpes duros ni blandos que no sean gestados en un sector del establishment.

Hoy por hoy el mayor desestabilizador de Mauricio Macri se llama Mauricio Macri. Los piqueteros tomaron la calle porque tardó tres meses en reglamentar la ley que fue votada por unanimidad en el Congreso, porque no reparten herramientas para los planes Argentina Trabaja, porque tuvieron un problema con el proveedor de leche y no entregan desde diciembre en los merenderos y porque a la buena voluntad de Carolina Stanley, estoica a pesar de sus problemas de salud, se agota con la burocratización de las partidas presupuestarias para evitar subir el gasto que profesan los vicejefes Quintana y Lopetegui con sus intervenciones directas en ese ministerio.

Que los gordos camuflados de la CGT llaman al paro general muy a su pesar quedó claro el día del acto. Los maestros podrán estar conducidos por el ahora macarteado Baradel (a María Eugenia la salva el género y el tono pero eso de premiar a los carneros y estigmatizar ideológicamente un sindicalista no es de chica de barrio). Pero antes Macri fue de lleno contra CTERA al evitar la paritaria nacional y sacarle razón de ser a quienes enarbolaron una lucha que aún conmueve a quienes la recuerdan con la famosa Carpa Blanca.

Ergo, toma de calles paro general y marcha docente fueron consecuencia directa de decisiones tomadas en Fontenla. De ahí a querer ver un movimiento desestabilizador podríamos estar regresando a la paranoia de Alfonsín cuando terminó metiendo preso por “golpista” a Rosendo Fraga...

por Nancy Pazos

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