Thursday 28 de March, 2024

POLíTICA | 06-05-2017 00:00

Moyano imparable: La culpa no es del chancho

El análisis sobre la omnipresencia de Hugo Moyano en la política argentina y su inserción en el plano de los negocios. Por Silvio Santamarina.

Moyano no es Moyano. Son los empresarios que buscan sindicalistas “con códigos”, aunque sean caros. Son los políticos, que necesitan “patas peronistas” a cualquier precio para animarse a gobernar. Son los dirigentes del fútbol, que negociaron tanto con los barras agremiados para tener fuerza de choque favorable.

Moyano no es Moyano: es un fenómeno que lo excede. Es la demostración por el absurdo de la noción marxista que sostiene que, a la larga, no hay mejoras salariales que puedan reconciliar a la clase trabajadora con el sistema capitalista, porque la única manera de que el obrero no se sienta alienado es que participe en la propiedad de la empresa, y no como un humilde accionista más, sino como miembro jerarquizado con voz y voto del proceso productivo. Esa utopía abollada la encarna hoy, de manera aberrante, el sindicalista-empresario al estilo moyanista. Ese modelo posmoderno de gremialista, por más demonizado que esté, encaja perfecto en la crisis de representación que aqueja a las democracias del mundo (un planeta argentinizado), donde los partidos son ficciones de ocasión para resolver el trámite electoral, armados en torno a candidatos que básicamente se representan a sí mismos, montados a un conflicto de intereses permanente.

La culpa no es de Moyano, entonces, aunque no pueda explicar con claridad cómo hacen los sindicalistas como él para conducir tantos negocios presuntamente ajenos, mientras defienden los intereses de los trabajadores. El peronismo siempre tuvo una explicación a esa contradicción aparente: cuando Evita –o más tarde Cristina– vestía y vivía como reina, no se alejaba de los trabajadores, sino que los representaba encarnando el aspiracional de ascenso social justicialista. Pero del otro lado de la grieta, también hay contradicciones: mientras crece la desigualdad y los monstruopolios como Google, Facebook y Amazon, el liberalismo modernizante les promete a los trabajadores mal pagos o desempleados el paraíso de los “entrepreneurs”, ese oasis futuro donde ya no habrá desocupados porque no habrá salarios: todos seremos patrones, aunque de nosotros mismos. Eso sí, la lucha de clases será contra los robots inteligentes que no necesitan incentivos para trabajar: sólo trabajan.

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por Silvio Santamarina*

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