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SOCIEDAD | 07-06-2017 17:38

Acoso callejero: Cómo son los cursos para hostigadores de mujeres

Con clases teóricas y prácticas, los acosadores deben realizar un taller en la ex ESMA que promueve un cambio profundo en las conductas.

Ni desembolsar un monto de dinero que oscila entre los 200 y 1.000 pesos, ni anotarse para hacer tareas comunitarias como lo contempla la ley de acoso sexual. Lo que ahora deberán hacer quienes hostigan con sus atrevidos piropos a una mujer en la vía pública, será preparar un cuaderno y lapicera para iniciar un curso de concientización que les permita reflexionar sobre lo que han hecho.

Al menos así lo determinó la Justicia con el taxista que acosó a Lucía Cabrera, una joven de 25 años que caminaba tranquila por una vereda de avenida Federico Lacroze, cuando fue intimidada por los comentarios provocativos que salían de la ventanilla de un taxi.

El caso

“El tipo me seguía y me decía cosas”, contó Lucía a NOTICIAS, quien luego de soportar la situación durante dos cuadras, vio a un oficial de policía y no dudó en hacer la denuncia por acoso callejero. El hecho derivó en una mediación y llevó al hombre de 47 años a empezar un taller de convivencia, diversidad y derechos humanos que se dicta en la ex Esma. Un precedente que quizá pueda ponerle fin a la figura del piropeador serial.

“Son talleres que hace rato existen para personas que están en suspensión de juicio a prueba, más conocido como probation. La Justicia determina que lo hagan personas que cometieron delitos leves, como puede ser el caso del acoso callejero”, explica Ricardo Augman, jefe de gabinete de la Subsecretaría de promoción de derechos humanos, quien señala que “el señor ya se presentó e iniciará en estos días con un nuevo grupo”.

A clase

Con un cupo de catorce personas, estos encuentros, que se dividen en seis clases de dos horas, cuentan con una parte teórica en la que se repasan conceptos referidos a los derechos humanos, y otra práctica, donde mediante actividades didácticas se brinda información. “Se diseñan juegos, dentro de esos juegos hay información y ahí se hace una reflexión. También se miran videos, se hacen recreos para que tomen un café y se conversa mucho”, explica Augman. A cargo de profesionales de distintas disciplinas –desde psicólogos hasta sociólogos–, “los resultados suelen ser muy buenos”, confirma Augman, quien reconoce que los grupos son tan variados que en un mismo curso se pueden cruzar “desde un abogado prestigioso, hasta un mecánico de autos, un famoso o alguna figura pública, como muchas veces ha pasado”.

También destacan que existe otro curso para infractores de violencia de género, pero como es intrafamiliar no es ideal para casos como el de Lucía. Finalmente, Greta Galvaño Ter-Akopian, abogada de Lucía y directora de Libres de Acoso Callejero (LIDA), aseguró que lo que lograron con esto es “que se entienda que está mal acosar a las mujeres en la calle y ahora muchas se van a animar a denunciar”. Y concluye: “Para nosotras es más importante la concientización y la educación que pagar una multa”.

Por eso, desde distintas organizaciones femeninas se alienta a que estos cursos sean el disparador para diseñar otros más a medida. Aunque por el momento, quien se atreva a lanzar algún piropo por la calle quizá corra la misma suerte que el taxista. 

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