El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, es una de las personas más ordenadas de la política, por eso exige en su equipo la misma cualidad. Pero desde que Elisa “Lilita” Carrió empezó a hacer campaña con él, en la ciudad de Buenos Aires, aprendió a adaptarse. “Ella te viene a la hora que quiere. Te demuestra su poder”, dice uno de los jóvenes de prensa que rodean al funcionario macrista y que coordinan la campaña. Carrió es capaz de llegar hasta dos horas tarde a una recorrida porque sabe que nadie le dirá nada: “Te pincelea la cara”, describen.
Carrió es la única inorgánica en un Gobierno donde la verticalidad y la doctrina de Jaime Durán Barba son ley. Por eso todas las expectativas estaban puestas en cómo sería la relación con Rodríguez Larreta. Y el resultado aún sorprende: la adaptación fue completa.
En el macrismo saben que con Carrió hay algo místico: si no los conoce, los ignora (es el lugar más cómodo para los funcionarios); si los quiere, los cobija y defiende (el escenario ideal, lo que sucede por ejemplo con Mauricio Macri); y si no los quiere, no hay forma de que se apiade (Jorge Macri o Daniel Angelici, por ejemplo, quienes pidieron reuniones para sacarle sus dudas, pero no recibieron clemencia).
A Lilita los números la acompañan: le saca, de acuerdo con las diferentes encuestas, entre 20 y 30 puntos a Daniel Filmus y aún más a Martín Lousteau. El equipo gusta, gana y golea: no se le puede pedir nada más.
Tan sobrados están que, por primera vez en la historia de la política nacional, el entorno de un candidato pone paños fríos a los exorbitantes números que dan las encuestas. En una medición de principios de julio, encargada por el PJ a la consultora filo K Analogías, Carrió superaba el 45% de los votos y le sacaba 30 puntos a Filmus. “Nos parece demasiado. Somos prudentes”, contestan desde el rincón de Cambiemos (cuya lista se llama “Vamos Juntos”).
Prefieren tener más en cuenta a la reciente medición de Taquion, de la última semana, donde Lilita está en el 37%. Es muy temprano en la campaña para llegar al techo, buscarán que vaya creciendo hasta superar los 40 puntos.
Adaptación
“Me sorprende lo rápido que Lilita incorporó el discurso de Capital”, le dice a los suyos Rodríguez Larreta. Eso tiene un aspecto bueno, el hecho de que hayan logrado cierta homogeneidad, y uno malo: Carrió desconocía muchas de las cosas con la que los porteños conviven a diario, cosas que un político no puede desconocer. En sus primeras recorridas anda casi como una turista, conociendo la Ciudad.
“Está maravillada con el trabajo que estamos haciendo en las villas”, dicen desde la jefatura de Gobierno. Pero eso demuestra el poco conocimiento que tenía la diputada nacional de las zonas más precarias de la Capital. Larreta la llevó a almorzar a un restaurante peruano de la Villa 31 y le encantó. “Vos me querés seducir con la comida”, le reprochó Lilita.
En la primera recorrida de campaña se sorprendió con el Metrobús del Bajo. “Yo estuve ahí y hablé con chicos que ganan 40 minutos”, explicó como un hallazgo una forma de transporte que los porteños usan desde hace seis años. Y continuó: “Pregunté si en 40 minutos se puede hacer el amor y me dijeron que sí”. Risas otra vez.
Lo último que Carrió descubrió es el Facebook Live. Al cierre de esta edición preparaban el segundo evento junto a Larreta en el que se sientan frente a una computadora y responden las preguntas que la gente les hace por la red social. En su primera intervención estaba muy divertida. “Preguntaba todo y quería tocar”, dicen en su entorno. La diputada, poco dada con la tecnología, se entretuvo interactuando con los usuarios y la propuesta les resultó tan efectiva que decidieron hacer una segunda vuelta en menos de 15 días.
De paseo
“La Capital es como Disney”, dice un funcionario de provincia. Y Carrió haciendo campaña en la ciudad es una atracción. Una especie de rock star. Algo a lo que el equipo de Rodríguez Larreta no estaba acostumbrado. El jefe de Gobierno, sin el carisma de la blonda diputada, no despierta las pasiones que genera Lilita. Cientos de selfies y recorridas plagadas de chistes. Todo muy descontracturado. Para el alcalde es nueva esta forma de hacer campaña, pero intenta adaptarse. En la última recorrida, el jueves 13 en el Barrio 20, tras observar las construcciones que realiza el Gobierno, se filmaron retirándose del lugar, en el barro: “Filmanos porque si nos caemos, nos reímos dos días de esto”, decía Rodríguez Larreta mientras hacía malabares para mantenerse en pie.
Como están tan alejados de sus competidores, la campaña se vive con mucha tranquilidad en la Ciudad. Y Lilita aprovecha para apuntalar a los suyos en los distritos que le interesa. El viernes 14 y el sábado 15 la agenda le marcaba una recorrida por Santa Fe y Rosario, donde tiene a una de sus candidatas predilectas, Lucila Lehmann, compitiendo por una banca a diputada nacional por Cambiemos.
De todas maneras, la luna de miel que vive Larreta con Carrió está siempre amenazada por una tormenta inminente: la indisciplina de la diputada. Lilita es capaz de destruir la relación en lo que su filosa lengua tarda en formular una crítica.
Muestra de ello dio el jueves 6, en la sede de Atlanta. Llegó 50 minutos más tarde de lo pactado y, en el día que las redes sociales estallaban por el nombramiento de la directora nacional de Movilidad en Bicicleta, Lilita se despachó contra los cicilistas, ante la sorpresa del jefe de Gobierno y su equipo: “Si tenés más de sesenta no sabés para dónde mirar. Te llevan puesta. Las bicicletas no respetan: te pueden romper la cadera”, se despachó.
Todo eso es Carrió: una candidata capaz de estar arriba del 40% de votantes apenas con algunas recorridas por la ciudad, pero absolutamente inmanejable. La única candidata capaz de rebelarse a los poderes omnipresentes de Durán Barba.
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