Thursday 28 de March, 2024

POLíTICA | 20-07-2017 00:00

Campaña histriónica: El gran circo de Sergio Massa

Cambió su estrategia para intentar sobrevivir a la polarización. "No me quiero morir en la grieta". Sus trucos mediáticos y la muerte de su gurú.

Los que conocían a Néstor Kirchner dicen que, cuando se enojaba -algo que sucedía con frecuencia-, nada ni nadie lo podía frenar. Aquel día de 2007 no fue la excepción. “¿¡Vos estás loco!? ¿Cómo te vas a ir a un lugar donde vas a manejar el 1 por ciento del presupuesto del que tenés ahora? No entendés nada de política”, le espetó, rabioso, al entonces director de la ANSES. Sergio Massa, por primera vez, se le plantó en seco. “Necesito ser respetado, y para eso me hace falta gestión, tener un lugar desde donde crecer”. La joven promesa del peronismo se salió con la suya, y varios meses después se hacía con la intendencia de Tigre. El costo fue alto: el pingüino jamás volvió a confiar en él, e incluso, cuando Néstor perdió las legislativas del 2009, acusó a Massa, personalmente, de haberle jugado en contra.

Aunque pasaron los años, algunas cosas no cambiaron. “Hay que embocarlo al hijo de puta de Massa”, dijo CFK en una conversación privada con su secretario Oscar Parrilli, que reveló Jorge Lanata en su regreso a la tevé. El líder del Frente Renovador sigue en la mira del kirchnerismo, y a eso le sumó, en este último año, las furibundas críticas que recibe a diario del Gobierno. “Es muy difícil creerle”, lo castiga Macri, que se siente traicionado. “Perdimos confianza en él”, repite Marcos Peña. Massa, una década después, sigue perseguido por el fantasma de Néstor, que no lo quería ver crecer: pelea, como David, para asomar la cabeza entre gigantes. A veces, a un precio muy caro.

La otra mejilla

A fines de febrero, los asesores y aliados más cercanos al referente de la “ancha avenida del medio” fueron citados en las oficinas que Massa tiene en la Avenida del Libertador. Marcos Lavagna, Graciela Camaño, su jefa de campaña y quien lo inició en política, y Sergio Bendixen, el asesor peruano que murió a fines de mayo (ver recuadro), entre otros pocos, miraban serios al tigrense. “Ya está: no quiero aparecer más en los medios. Dejemos que el Gobierno se pelee con Cristina, que polaricen entre ellos. Aprovechemos esto, no me quiero morir en la grieta”, les dijo Massa. Hasta hace unas semanas, cuando se empezó a calentar la campaña, el ex titular de la ANSES había sido bastante estricto con su promesa y había reorientado su estrategia para hacer de su debilidad una fortaleza.

Por lo menos hasta que brindó el circense show de la renuncia pública a los fueros que poseen los diputados y senadores. Un especialista explica: “Los fueros pertenecen al Congreso, no a los individuos que temporalmente ocupan cargos. Solo la institución puede removerlos, y por causas en particular, no por una decisión personal”.

Los que trabajan cerca de Massa aseguran que todo cambió para él a fines del 2016. Hasta entonces, el peronista se había mantenido en una amigable oposición que acompañaba la mayoría de los proyectos del oficialismo -algunos cruciales, como el acuerdo con los holdouts y el presupuesto de este año-, y en otras pocas ocasiones le marcaba la cancha. Incluso, Macri había elegido a Massa -por sobre Daniel Scioli- para el inaugural viaje de su gobierno a Davos, en Suiza.

Fue por eso que el Presidente y los suyos se sintieron profundamente traicionados cuando el líder del Frente Renovador armó su propio proyecto para la trascendental Ley del Impuesto a las Ganancias, que fue el que se terminó imponiendo. Ese fue el momento de Jaime Durán Barba, el gurú del Presidente: como había advertido desde el minuto cero -cuando los más desconfiados en Cambiemos rogaban por una alianza con Massa para las elecciones del 2015-, no se podía confiar en el peronista. “Si nos aliábamos con él, perdíamos”, decía en ese entonces el ecuatoriano. Hoy la apreciación es todavía más ácida. “Massa es la vieja política, ya pasó”, lanza, en privado, el cerebro del PRO. El resto del Gobierno se acopló a esa teoría: no hay ni una sola persona en la mesa chica que soporte al tigrense, a excepción, quizás, de Horacio Rodríguez Larreta.

Un paso adelante, dos atrás

“Este año Sergio se dio cuenta de dos cosas: primero, que su ruptura con Macri no tiene vuelta atrás y además que, para el votante oficialista, él ahora es visto como un opositor más”, asegura uno de sus asesores. Interbarómetro, la encuestadora que mide datos que circulan en el mundo virtual, aporta un dato en este sentido: los mejores momentos de Massa desde que Cambiemos llegó al poder, al menos en las redes, los tuvo cuando se plantó fuerte frente al oficialismo -con la Ley de Ganancias y en la polémica por el Correo Argentino-. Esta idea de asumirse como oposición lo llevó, en ese febrero que les anunció a los suyos que quería bajar un cambio, a reorientar su estrategia, bajo la estricta supervisión de Bendixen. “Nos fuimos de la lógica de la grieta: el oficialismo se mata con el kirchnerismo, pero esas discusiones no le importan a la mayoría”, dice el massismo. Camaño le asegura a NOTICIAS: “Nunca fuimos aliados del Gobierno, fuimos opositores que querían permitir gobernar. Hoy estamos en el segundo lugar: le metimos el dedo en el ojo al Gobierno donde más le duele, en lo mal que manejan la economía”.

Aunque el discurso de Massa o algunas de sus propuestas #BajemosLosPrecios es la última medida que están promocionando, un plan para reducir los costos de once productos de la canasta básica- suelen rozar la demagogia payasesca, los números lo respaldan. Según Aresco, en las elecciones sacará 22% de los votos en la provincia de Buenos Aires. Para Analogias, casi 17%. La encuestadora Opinión Pública dice que tendrá un 19%, y Rouvier un 16%. Según Interbarómetro, Massa recuperó en julio el tercer lugar de políticos más mencionados. Los números que maneja el massismo son aún más favorables: según las consultoras con las que trabajan, la fórmula Massa-Stolbizer se ubica en el segundo lugar, por delante del Gobierno. En algunas encuestas aparecen con un 26% de intención de voto, y en otras incluso con algunos puntos más.

De los números se desprende que, si bien Massa aparece hoy bien lejos del fenomenal 44% con el que apabulló a Martín Insaurralde -y al entonces gobierno K- en las elecciones legislativas del 2013, todavía logra sobrevivir como la tercera fuerza política. Este dato es aún más destacable cuando es claro que el Frente Renovador aparece corrido del centro de la escena, frente a una polarización cada vez más marcada entre las dos grandes fuerzas políticas. En todas las encuestas está bastante por arriba de Randazzo, que quiere competirle el lugar del peronismo no alineado a CFK.

Massa y sus asesores trabajan bajo la idea de que el electorado está divido en un 20-30% kirchnerista, un 20-30% macrista, y otro 40% que no tiene adhesiones claras. Este último es el público a cooptar para el massismo. “Lo mejor que nos podía pasar es que Cristina se haya presentado. Ella tiene un techo muy marcado. Si nosotros logramos ubicarnos como la segunda fuerza, la cosa va a quedar clara: o elegís como oposición al pasado -el kirchnerismo-, que es el que nos trajo a este mal presente, o apostás a Sergio, al futuro”, aseguran. La alianza con el GEN de Stolbizer, si bien cayó mal entre algunos sectores del peronismo massista, le permite sumar votos del electorado que apoyó a Macri pero que luego quedó desencantado.

La estrategia es clara: machacar con dos temas, seguridad y economía. “Cosas que le lleguen a la gente”. Con esa idea armaron la fórmula de Capital Federal. “Matías Tombolini es economista, y Florencia Arietto es la ex jefa de Seguridad del Club Independiente”.

Aunque en este espacio todos se muestran contentos con la dupla que los va a representar en uno de los distritos claves del país -con la que buscan dejar atrás el amargo trago del 2015 donde su candidato Guillermo Nielsen no llegó ni siquiera a un punto-, el polémico spot de Tombolini cayó muy mal. “No podés hacer un video hablando de la pobreza del país en tu cocina de 70 metros cuadrados. Es básico”, mastican con bronca.

“Massa es el problema de Macri y de Cristina en la Provincia, por eso ambos intentan pulverizarlo políticamente. La gran posibilidad del Frente Renovador es salir segundo, ganarle al Gobierno, y obligar al oficialismo a negociar con él", asegura el historiador Alejandro Horowicz. Para el autor de “Los cuatro peronismos”, el massismo está condenado a ser “una fuerza relativa” mientras no pueda hacer pie por afuera de Buenos Aires. Las alianzas que armó este espacio por fuera de la provincia parecen endebles: en Mendoza solo lograron ubicar un diputado en la lista, en Formosa no compiten a nivel nacional, y en la Capital su fórmula no llega ni a los dos dígitos en la intención de voto. Incluso en la provincia de Buenos Aires sufrieron la defección de Libres del Sur, por culpa de un enojado Humberto Tumini que no quiso aceptar el octavo lugar que le ofrecían en la lista de diputados.

Presente

Los que están cerca de Massa aseguran que “el tipo es un animal político, no para jamás”. El político incluso ha tenido más de un entredicho con algún colaborador que no deja el celular prendido durante la noche: es normal para, los que trabajan con él, recibir un llamado en medio de la madrugada. También aseguran que cambió mucho desde que perdió su oportunidad de ser Presidente. “Me dejé llevar por los 'amigos del campeón', me la creí. Estuve mal”, es una frase que suele repetir frente a los suyos. Sus colaboradores aseguran que hizo autocrítica, y que a veces duda si no debería haber ido por la gobernación de Buenos Aires en cambio de apuntar al Sillón de Rivadavia. Fue tan duro ese golpe que, incluso, el martes 11, Massa se quebró durante una charla con Daniel Hadad durante un reducido ciclo de entrevistas (ver recuadro). “Igual Sergio tiene un objetivo bien claro: quiere ser Presidente en el 2019”, aseguran.

Tan seguro está de lo que quiere que no duda en recorrer medios y canales acompañado de dos jóvenes, encargados del manejo de redes, que lo siguen a todos lados. La comitiva que lo acompaña hoy a una entrevista es mayor que a la mayoría de los políticos del país.

Massa les asegura a los suyos que “sabe que ahora no es su momento”, pero aguarda, agazapado y con los dedos cruzados, al 2019. Dice que, si quiere el premio, tiene que arriesgar. Si Néstor lo viera, seguramente le diría que de política no entiende nada, igual que hoy le repiten varios que lo ven caer en las encuestas. Pero, se convence el tigrense, esta no es la primera vez que lo subestiman, aunque espera que sea la última.

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