Friday 29 de March, 2024

OPINIóN | 16-08-2017 18:12

El voto electrónico solo se usa en seis países del mundo

La mayor parte de las naciones desarrolladas que lo probaron, lo prohibieron. Sus problemas: inseguridad y poca transparencia. Su beneficio: rapidez en el conteo.

No habían pasado cinco horas desde que se había cerrado de manera polémica el escrutinio de votos para las PASO 2017 cuando comenzaron a sonar las declaraciones esperables por parte de diversos dirigentes de Cambiemos: la culpa de todos nuestros problemas, aseguran, es que votamos con un sistema "obsoleto". La gobernadora Vidal, durante la conferencia de prensa del lunes 14 a la mañana, sacó a relucir el proyecto para implementar el voto electrónico y le reprochó al kirchnerismo el haberse opuesto. Horacio Rodríguez Larreta, alcalde de Buenos Aires, fue más aventurado aún, en declaraciones a un programa de televisión nocturno: “No podemos seguir contando boletas hasta cualquier hora, no existe en el mundo esto”.

La realidad es bien distinta. Solamente seis países han implementado hasta ahora el voto electrónico (en sus diferentes versiones, con o sin respaldo de papel): Bélgica, Estonia, Brasil, Estados Unidos, Venezuela e India (*). En los casos de Bélgica y de los Estados Unidos el voto electrónico no se emplea en su totalidad, sino parcialmente: en el 67% de las veces en la nación europea y en un 35% en el país de América del Norte. En Estonia, quienes lo prefieran pueden seguir emitiendo su sufragio utilizando boleta de papel, es decir que el "e-vote" no es obligatorio.

Así las cosas, la afirmación de que “en todas partes del mundo” se usa el voto electrónico no es real. Como tampoco lo es que los países más desarrollados empleen este sistema. De hecho, varios lo han probado para luego prohibirlo: Alemania, Holanda, Noruega, Irlanda, Reino Unido y Finlandia. Suecia decidió ni siquiera intentarlo. El 6 de marzo de este año, Francia anunció que el voto electrónico (que existía para elecciones municipales desde el 2003) no sería permitido en las futuras elecciones legislativas, debido a problemas de ciberseguridad.

Caso testigo

La legislación de Holanda permitió la implementación del voto electrónico ya en 1965. Más del 90% de los votantes usaban el sistema hasta que en el 2006 se detectaron fraude en elecciones comunales. Como consecuencia, el gobierno anunció en el 2008 que volverían al voto con boleta de papel, y científicos especialistas en computación, redes y seguridad informática (entre otros) elaboraron en el 2016 un paper en el que analizan las ventajas y desventajas del sistema.

Resumiendo, los expertos holandeses hallaron que el sistema ofrece más dudas que certezas. “Cuando se usa el e-voting es más sencillo lanzar un gran ataque, un fraude de grandes proporciones porque los mismos sistemas y el mismo software es usado a lo largo de todo un país" -dicen los expertos en el documento-. "Por el contrario, para manipular votos hechos con papel al modo tradicional, un atacante tendría que manipular muchos lugares de sufragio. Y eso nos lleva al tema de la cantidad de personas cometiendo fraude: en el caso del fraude electrónico, un pequeño grupo de atacantes pueden cambiar el curso de una elección, mientras que para lograrlo votando con boletas impresas, se precisan grupos más grandes”.

Como ventaja, sí, está la rapidez para conocer el resultado. Pero las bondades no van mucho más allá. “El proceso del voto electrónico es mucho menos transparente, especialmente para las personas que no saben de tecnología. Es preciso tener conocimientos avanzados de criptografía para que los votantes puedan probar que su voto fue tenido en cuenta en los resultados electorales de manera correcta, y que todos esos votos fueron contados como corresponde. Solo un puñado de especialistas podrán saber esto, mientras que el resto de la población tendrá que confiar en un sistema que no conocen ni comprenden”.

Eso, la falta de transparencia, atenta contra lo que caracteriza al sufragio universal: que esté al alcance de toda la población. Saber usar una computadora no es lo mismo que dominar la tecnología que lleva dentro. Y ni siquiera podemos decir que en la Argentina haya un dominio generalizado de la informática.

La posibilidad de ataques para alterar resultados (el más reciente es el que se denuncia ocurrió en los Estados Unidos, donde hackers rusos habrían penetrado en al menos un fabricante de máquinas de votación) vulnera el principio básico de la democracia, que es el respeto a la voz de los ciudadanos y el secreto del voto, que garantiza (al menos es lo que busca) la no coercibilidad del sufragante. Ni en la etapa de la emisión del voto electrónico ese secreto queda totalmente resguardado (por la forma misma en que se lleva a cabo) ni el almacenamiento de la información de los votos emitidos es inviolable e inalterable. Aún cuando las máquinas de votación no estén conectadas a internet, inyectarles un software malicioso para manipular los votos es factible, y no necesariamente complejo.

Boleta única

Hasta ahora, los estudios han demostrado que no hay un estadio del proceso del sufragio electrónico que esté libre de riesgos. Lo que no implica que el sistema no pueda ser mejorado en un futuro. Pero al día de hoy las mayores economías del mundo usan un sistema más seguro, más universal y también más sencillo: la boleta única de papel, en la que el elector va marcando qué candidatos elige para cada cargo. Con esto se reducen notablemente las confusiones de las boletas de cada partido: el domingo 13 abundaban las personas que, en busca de la que querían introducir en su sobre de votación, no podían encontrarla, mezclada con otras también profusas en colores, fotos enormes y números de lista cuasi escondidos.

Si a eso se le suma que cientos de cuartos oscuros fueron en realidad boxes separados por biombos armados de bolsillos plásticos donde los presidentes de mesa colocaban las boletas ordenadas según su leal parecer y entender, sería tal vez más sencillo y más barato (hablando en términos económicos) mirar con simpatía esa boleta única y volver a los cuartos oscuros en los que el votante pueda pensar en relativo silencio qué quiere, y elegir a sus candidatos sin sentir que está siendo observado por quienes esperan su turno, por las autoridades de las mesas cercanas y por las fuerzas de seguridad que custodian la elección.

(*) Por error se había sumado a Filipinas a la lista de países con voto electrónico, pero ese sistema se dejó de usar luego de haberse sospechado de fraude en el año 2010.

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