Desde 1951, en una isla de casas de tres pisos y techos de tejas del sur de Alemania, Lindau, sobre el Lago Costanza, se reúnen todos los años los ganadores de los Nobel de determinadas disciplinas. Este año tocó el turno de la economía y así es que llegaron hasta aquí 17 premiados para compartir cuatro días de clases, charlas, pic-nic y baile con 350 jóvenes colegas de 66 países, incluido un argentino llamado Pedro Degiovanni. Los Nobel expusieron sobre diversas materias, en especial sobre el combate a la desigualdad, las políticas monetaria y fiscal que sirvieron para salir de la crisis financiera internacional de hace nueve años y las relaciones contractuales, pero algunos de ellos también se refirieron a la Argentina en diálogo con NOTICIAS.
El norteamericano Daniel McFadden, profesor de Berkeley galardonado en 2000, fue uno de los pocos que reconoció que está enterado de lo que ocurre en la Argentina. La visitó hace siete años. “La Argentina tiene una larga historia de populismo, lo que no siempre ayuda a la prosperidad de un país. Es difícil ser un emprendedor en la Argentina porque es un entorno en el que no sabes lo que el Gobierno hará. Ahora, desde una perspectiva internacional, tienen un presidente muy de centro, que está enfocado en lo que se necesita para hacer trabajar bien el motor económico. Si consigue apoyo popular, tendrá una buena oportunidad para eventualmente incluso ayudar a la gente que ahora lo rechaza y está preocupada de perder beneficios. Pero es difícil en la Argentina mantener el apoyo político cuando vas en contra de la vieja ideología populista que estuvo presente en el país por mucho tiempo. Es un país con tanto potencial, muy querido, pero economistas y políticos no encuentran a veces el camino”, analiza McFadden.
El economista, que el año pasado firmó una carta junto a otros Nobel contra la candidatura presidencial de Donald Trump, advierte que son “malos tiempos” para Latinoamérica. “Brasil está en grandes y profundos problemas. Cuando visité la Argentina, el Gobierno estaba recibiendo tantos ingresos de la exportación de soja a China que podía expandir el gasto, pero yo le dije a la gente que me invitó (Universidad de Buenos Aires): ‘Estos mercados de materias primas suben y bajan, no deberían presupuestar a largo plazo a partir de la asunción de que la soja va a continuar valiendo mucho para siempre’. Y a partir de la crisis financiera mundial se fueron cayendo los precios y la Argentina tuvo problemas en los últimos tres años. Estoy contento de que ahora está recuperándose, pero es duro. Continúa siendo un problema que en los países latinoamericanos la prosperidad está demasiado basada en materias primas, que están sujetas a la volatilidad en los mercados globales. Brasil es un caso diferente: tiene una buena base industrial. Pareciera que los brasileños son sus propios enemigos. Venezuela es un caso muy desafiante: la caída del precio del petróleo arruinó la oportunidad de tener un gobierno sostenible de izquierda y sus resultados no funcionan. Hay mucha presión en Estados Unidos sobre Venezuela y la Argentina, creo que es una presión fuera de lugar, pero deben encontrar un camino sostenible”.
Otro de los Nobel firmantes de la carta anti-Trump, el estadounidese Roger Myerson, profesor de Chicago, visitó la Argentina en 2009, dos años después de recibir el premio, por invitación de la Universidad Torcuato Di Tella. Recuerda que funcionarios del Banco Central argentino, entonces presidido por Martín Redrado, se jactaban de tener mucha experiencia en manejar crisis como la que enfrentaban sus pares de Estados Unidos. Pero Myerson admite que desconoce la actualidad de la Argentina. Sólo habla de Latinoamérica en general: “Ha habido un incremento notable de la democracia en general en los últimos 40 o 50 años, pero también ha habido una mejora en la democracia municipal. El desarrollo de una democracia exitosa en Brasil fue en parte porque los militares primero dejaron que se eligieran los alcaldes y después los presidentes. Así pudieron desarrollarse nuevos partidos como el de los Trabajadores (PT), que primero ganaron la reputación en gobiernos locales. Para mí los escándalos de Brasil de los últimos cinco años son parte de los dolores de crecimiento. Lleva una o dos generaciones el desarrolo de una democracia exitosa. Estoy contento de que los brasileños empiecen a elevar sus expectativas sobre lo que deben hacer sus líderes nacionales. Ojalá en Estados Unidos hiciéramos lo mismo”.
El estadounidense Peter Diamond, catedrático del Massachusetts Institute of Technology (MIT), ganó el Nobel hace siete años, pero no pudo llegar al directorio de la Reserva Federal por la férrea oposición republicana. Es otro de los firmantes anti-Trump. En su exposición en Lindau expuso con elogios sobre la reforma que hizo Chile de su sistema de AFP (como se llaman allá a las AFJP) para complementarlo con una jubilación básica de origen estatal. Diamond desconoce los detalles de la abolición de las AFJP y de la coyuntura de la Argentina, pero sí opina sobre el desaparecido sistema jubilatorio creado por el menemismo: “Falló, y falló porque no tuvieron las dos piezas necesarias: una buena supervisión y la capacidad de flujo de fondos”. Preguntado sobre la discusión actual en la Argentina sobre la edad jubilatoria, Diamond responde que deben tenerse en cuenta las diversas expectativas de vida de los varios tipos de trabajadores, dado que los menos calificados suelen vivir menos años, y la necesidad de recaudar más fondos para sostener una mayor población envejecida.
Eric Maskin da clases en Harvard y compartió el Nobel con Myerson. También es otro de los norteamericanos que se pronunciaron contra su presidente actual. En octubre próximo viajará invitado por la provincia de Córdoba a disertar en un congreso de economía verde, junto con Barack Obama. “Temo que América Latina sufrió los mismos shocks que Europa en los últimos años. Es triste que ya no crezca en forma robusta y que su recuperación sea lenta y difícil. Pero no es sorprendente, después del peor shock desde los años 30, de aquella terrible crisis financiera”, observa Maskin, que admite que carece de información para comentar específicamente sobre la Argentina.
El británico nacionalizado norteamericano Oliver Hart también enseña en Harvard y fue el último ganador del Nobel de economía. Tampoco se privó de escribir contra Trump. Ni de hablar de la Argentina: “Los holdouts (los que rechazaron los canjes de deuda) fueron muy criticados, pero yo tengo cierta simpatía por ellos porque había un contrato. Lo correcto de ahora en adelante es que los bonos tengan cláusulas de acción colectiva (que obligan a las minorías de acreedores a aceptar los acuerdos de las mayorías)”. Esas cláusulas fueron incorporadas desde la emisión de títulos del canje de 2005.
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