Thursday 28 de March, 2024

PERSONAJES | 28-09-2017 02:04

Mauricio Wainrot: “Nada hizo tanto mal al país como el peronismo”

Por Valeria García Testa | Coreógrafo de reconocimiento internacional, volvió a escena con la Novena Sinfonía y está a cargo de Cultura de Cancillería.

Para Mauricio Wainrot, bailar se compara con hacer el amor o estar desnudo. Es un hecho de absoluta intimidad. Como coreógrafo, y uno de los máximos representantes de la danza contemporánea argentina, apuesta a que los bailarines se entreguen al escenario manteniendo vivo el fuego amateur que un día los llevó a ser artistas. “Uno tiene que alimentar esa llama y no olvidarse de ella, sobre todo cuando cree que llegó, porque nunca llegamos a ningún lado, siempre estamos mirando hacia un lugar y hay puntos nuevos dentro de uno para descubrir”. Una prueba de sus palabras es que, desde el año pasado, dirige Asuntos Culturales de la Cancillería Argentina, con cargo de embajador y subsecretario de Estado. Y para celebrar los cuarenta años del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín –que integró y dirigió desde el ´82 al ´84 y desde el ´99 hasta 2016–, creó su versión de la Novena Sinfonía de Beethoven. Habla entusiasmado de esa última obra, que estará en cartel hasta el 30 de septiembre (de jueves a domingos) y reconoce que lo que más placer le da es el proceso exploratorio de los ensayos: “Yo disfruto, no soy tortuoso, porque soy muy seguro de mí mismo y me encanta darles tranquilidad a quienes trabajan conmigo”.

Noticias: ¿Esa seguridad la tuvo siempre o fue una construcción?

Mauricio Wainrot: Se dio en los últimos treinta años, en el momento en el que me animé a crear la coreografía íntegra en un estudio. Soy una persona muy física, así como verborrágica, entonces todo el movimiento pasa primero por mi cuerpo. Yo muestro todo, me imagino un dúo, un trío, un cuarteto o toda la compañía, como es en la Novena Sinfonía.

Noticias: ¿El movimiento aparece primero en su cabeza?

Wainrot: No, es como un juego. Al crear, soy un niño de doce años y luego soy el adulto que ve lo que hizo el niño y, si hay cosas que no le gustan, las corrige. Cuando empecé a hacer coreografías, tenía que dibujar paso por paso en un cuaderno. Después me di cuenta de que era más interesante ir descubriéndome y ver cómo los otros tomaban el vocabulario y las frases que yo hacía y cómo se las apropiaban.

De niño, bailaba, se disfrazaba, hacía sus obras, quería tener público. Así que, cuando todavía no había cumplido seis años, su papá lo llevó a la Escuela Nacional de Danzas. A su alrededor sólo había nenas y madres. Él desentonaba. Cuando le pidieron que hiciera sus gracias, quedó tieso. Ahora cree que aquel fue el único día de vergüenza que tuvo en la vida. Wainrot padre, un judío polaco socialista, salió de la escuela unos pasos delante de su hijo, con la mirada en el piso y las manos en el bolsillo. “Habrá pensado que su genio había fracasado”, reflexiona el coreógrafo. Hasta ahí, venía acostumbrado a adelantar casilleros: a los cuatro años sabía leer, escribir, sumar y restar. A los cinco, rindió libre el primer grado de la primaria y a los seis, entró directo a primero superior (segundo grado de hoy). Un sapo de otro pozo.

Noticias: El estigma de sentirse “un raro” se repite en su historia, ¿no?

Wainrot: Sí, mis padres escaparon de Varsovia semanas antes de la Segunda Guerra y al resto de mi familia la mataron en el Holocausto. Ya era un raro cuando la maestra preguntaba qué habíamos hecho el fin de semana y todos habían ido a lo de su abuela o sus tíos. A mí me daba vergüenza decir que no tenía familia y, de alguna manera, me enojaba con mis padres porque no tenía la dimensión de lo que significaba, pero sabía que no tenía a nadie. Otra rareza era que mi mamá era una de las pocas madres que trabajaba.

Noticias: ¿Qué idioma se hablaba en su casa?

Wainrot: Mis padres, en idish. Mi hermana y yo contestábamos en español. Mi primera lengua fue el idish.

Noticias: Muy metafórico haber encontrado en su cuerpo un lenguaje universal.

Wainrot: Absolutamente porque la danza no se traduce, es un vocabulario en sí mismo.

Durante su niñez y adolescencia, estaba escindido: se lo veía grande, alto, lindo, inteligente y fuerte pero se sentía vulnerable y débil porque era diferente y no quería serlo. A sus 15, el padre se enfermó de cáncer y murió dos años después. Tres meses más tarde, se anotó en una escuela de teatro.

Noticias: ¿La muerte de su papá lo impulsó a buscar un camino más expresivo?

Wainrot: Me impulsó a salir del negocio familiar. No quise ser comerciante, quería ser artista. Mi papá había sido zapatero, después tuvo un almacén, luego empezó a fabricar ropa de hombre y con eso hizo bastante dinero. Del conventillo donde éramos cuatro familias, terminamos teniendo una casa de dos pisos, una fábrica y cuatro negocios. Hizo de todo en veinte años, pero se murió de tristeza, de un cáncer de pulmón sin jamás haber fumado ni tomado. Él tenía cinco hermanos varones y los mataron a todos y también a sus padres. Esa culpa de estar vivo… y de no saber ni dónde están. De parte de mi mamá, lo mismo. Una familia de desaparecidos. Me contaba mi mamá que, en los años de la guerra, papá quería juntar plata para volver a Varsovia. Cuando terminó, ya no había adónde volver y eso me lo transmitió a mí y a mi hermana. Los dos somos personas tremendamente melancólicas. Tengo mucho humor pero la melancolía de los domingos a la tarde… Es un sentido de soledad muy terrible.

A los 20 años, sacó número bajo y zafó del servicio militar. Al mismo tiempo, entró a la escuela del Teatro Colón y empezó su carrera en la danza, primero clásica y después contemporánea. “Se vive una vez, tenés que hacer lo que querés”, lo alentó su madre. “Siempre tuve ese permiso muy fuerte de mamá y de papá. Fue todo una ayuda para poder ser Mauricio Wainrot”.

Noticias: ¿Quién es ese señor?

Wainrot: Una muy buena persona, muy noble, tremendamente amigo de los amigos y, me voy a poner a llorar porque, entre 2008 y 2013, fallecieron mi madre y mis cuatro grandes amigos.

Noticias: El 21 de diciembre de 2008 tuvo un accidente automovilístico y murió su pareja y dupla profesional, Carlos Gallardo, vestuarista, escenógrafo y artista plástico.

Wainrot: Sí, fueron 32 años de pareja. Siempre construimos juntos. La pareja es un motor fundamental. Necesito tener el continente no sólo de afecto sino también de trabajo, y estar con alguien que pueda tener sueños y cumplir con ellos, que sea fiel a sí mismo.

Noticias: ¡Qué brutal habrá sido para usted aquello! Máxime habiendo estado detrás del volante.

Wainrot: Fue un tsunami. Había sido un año increíble de trabajo para los dos, nos íbamos de vacaciones a Córdoba. La 4x4 empezó a girar hasta que chocamos contra un árbol y Carlos murió en el acto. En un minuto llegás al infierno.

Noticias: ¿Cómo se recuperó?

Wainrot: ¿Cómo me recuperé? No estoy recuperado, uno no puede recuperarse de un golpe así, como mi papá no se recuperó…

Noticias: Pensaba en ese paralelismo, en la culpa del sobreviviente.

Wainrot: ¿Sabés qué pasa? Uno sigue. Te cortan una pata y seguís, te sacan un ojo y seguís.

Noticias: Pero no es el mismo.

Wainrot: No soy el mismo pero puedo ser otro, que tal vez sea mejor. Terminé con un bastón por seis meses, la pierna y la cadera hechas pelota. El 21 de marzo tenía que ir a montar un espectáculo a Riga, Letonia, y no quería. En esos meses siempre hubo gente en mi casa. Mis amigos no me dejaron solo porque tenían miedo de que me matara. Busqué todas las maneras posibles de desaparecer.

Noticias: ¿En serio?

Wainrot: Antes era una persona miedosa que ponía todas las alarmas en mi casa y, desde que Carlos se murió, dejé de ponerlas. Decía: “Que pase algo”. No me animaba a que pasara. Pero viajé a Riga, entré al estudio, vi a los bailarines, escuché la música y empecé a corregir.

Noticias: Volvió la vitalidad.

Wainrot: Totalmente, era mi vida. Ahora veo las fotos de esa época y mi cara estaba deformada de dolor. Y uno podrá decir: por qué ahora estoy acá y no en un estudio, pero siento que es una continuación de lo que estaba haciendo.

Noticias: ¿Cómo lleva este cargo?

Wainrot: Me siento muy honrado de que el presidente (Mauricio) Macri me haya puesto en este lugar. Nos conocimos hace unos diez años y hablamos de que fuera ministro de Cultura de Ciudad. No me interesó porque quería seguir haciendo coreografías. Y, a esta edad, me ofrece este rol, que conozco muy bien porque trabajé con 50 compañías en 25 países y traté con diplomáticos de todos lados.

Noticias: ¿Es demasiado frontal para lo que requiere el cargo?

Wainrot: Soy muy frontal y digo las cosas que me parecen. No digo la verdad, sino la mía. También quiero ayudar a toda la gente que viene. Quisiera tener más dinero, pasajes y, si no los tengo, trato de llamar a las embajadas para conseguir algún auspicio. Me parece fundamental que nuestro país sea representado culturalmente y por los mejores artistas. La cultura abre puertas a los negocios.

Noticias: ¿Qué fue lo peor de la gestión anterior?

Wainrot: Uf, hay tantas cosas... La injusticia, la creación de pobres. Para mí nada le ha hecho tanto mal al país como el peronismo, un partido que lo único que hizo fue crear pobres.

Noticias: ¿Habla del peronismo en el mismo sentido que del kirchnerismo?

Wainrot: Totalmente, en el mismo sentido.

Noticias: ¿Y en relación con el área de Cultura de Cancillería?

Wainrot: El haber utilizado los medios para promocionar solamente al kirchnerismo. El kirchnerismo se promocionó a sí mismo en todo lugar. Yo no quiero promover ni a Kirchner, ni a Scioli, ni a Macri, sino a nuestros artistas y a la marca Argentina, que esta sea la cultura de Cambiemos, pero no estoy vendiendo a Cambiemos, sino que cambiamos de verdad.

Noticias: ¿Quiere seguir en política?

Wainrot: Es una pregunta difícil. Me gusta estar en este momento en este lugar porque pienso que mi nombre y mi prestigio aportan, siento que puedo abrir puertas a otra gente.

Noticias: ¿Y qué pasa cuando eso no depende de usted?

Wainrot: ¿En qué sentido?

Noticias: Habrá cuestiones que escapan a su decisión.

Wainrot: ¿Vos pensás que en el Teatro San Martín todo dependía de mí? El 99 por ciento de las cosas, no. Acá es lo mismo, uno siempre está esperando que tomen una decisión quienes están arriba de uno.

por Valeria García Testa

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