Vivimos en un país paradójico, donde una solicitada de tres párrafos en favor de la libertad de prensa puede alterar los nervios de prestigiosos periodistas.
Estamos sufriendo un nuevo brote de “oficialitis”. Nada nuevo: ya nos pasó en el arranque de Alfonsín, en el de Menem, en el de De la Rúa, en el de Duhalde y en de Néstor K.
El tema del “blanqueo de capitales” fue polémico desde el principio:
- El proyecto original enviado por el Ejecutivo al Congreso contemplaba duras penas para quienes publicaran información al respecto. Me tocó cuestionarlo personalmente el 7 de junio de 2015 en un acto por el Día del Periodista y en homenaje a José Luis Cabezas, a 20 años de su asesinato, realizado en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso. Quitaron ese mismo día el artículo, que indicaba una fuerte actitud de censura previa.
- El Parlamento lo aprobó, limitando expresamente la participación de funcionarios públicos y familiares de los mismos. El Presidente vetó el artículo y sus hermanos blanquearon millones de dólares no declarados en el exterior.
- Ni bien Horacio Verbitsky publicó la noticia en Página/12, se desató una casa de brujas en la AFIP para perseguir a las eventuales fuentes de la “filtración”.
- De inmediato, el dueño del diario fundado por Jorge Lanata, el sindicalista Víctor Santamaría, fue incluido en la incómoda lista de las “mafias” que el Gobierno promete perseguir (con cierta discriminación entre mafias “amigas” y “enemigas”).
Mi posición es la siguiente: que Santamaría se haga cargo de los sambenitos que le quepan en la Justicia si metió la mano en alguna lata; pero que Verbitsky publique lo que quiera publicar.
Reivindico la libertad de prensa sea quien sea que haga pública una información verídica y relevante, por más molesta que resulte para el poder de turno.
Si HV, durante la “década ganada”, decidió ser más parte del problema que una solución a la conflictiva relación de los K con la prensa, es asunto suyo. Aun así, su papel fue clave para la despenalización de las calumnias e injurias durante el mismo kirchnerato. Desde entonces, de una información no puede depender la libertad de un periodista (aunque sí su patrimonio, si miente a conciencia).
Se cuestiona la solicitada porque trata sobre una persecución más insinuada que consumada. Veremos. Pero más vale prevenir que curar. Una solicitada es una opinión nomás. La República es un verso, puro relato, sin libertad de expresión. Nadie debería tenerle miedo a la democracia.
por Edi Zunino*
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