Una Cristina frenada, de tono extraño, fantasmal y evangelizador a lo PRO en cámara lenta le habló a la multitud que copó las gradas y la cancha de Racing Club. Estaba rara. Estiraba las sílabas. Acaso para ser escuchada sin superposiciones de sonido en cada extremo del estadio. O por un conflicto con el retorno. O por otras razones que ya lograremos explicarnos.
Fue un discurso peronista. Obvio: sus votos esquivos para el domingo han estado en las PASO detrás de Massa y Randazzo. “Si perón y Evita estuvieran, ¿a quién votarían?”. Se supone que de ningún otro lado podría sumar, aunque también les puso alguna ficha a los desengañados de Cambiemos, que aún no percibieron el cambio.
La “lealtad” y la “traición” ocuparon el centro del mensaje, en la deliberada y señalada “víspera del 17 de octubre”.
Les habló, en particular, a los jóvenes y a las mujeres “laburantes” y a los jubilados, espacios generacionales y sociales donde simpatiza más. Convocó a una “hazaña”, a “llenar las urnas” de votos. “Cada uno de ustedes debe convencer a dos votantes más”, pidió. Y abrió paso al ya clásico: “¡Vamos a volver!”.
Con la voz dañada, puso fin a media hora sin más sorpresas que el tono extraño y la gran cantidad de gente a la cual, aún en su peor momento, sigue entusiasmando. Bailó después, claro.
CFK siempre da la sensación de que puede dar una nueva pelea. El clima parece adverso como nunca. Ninguna muerte fue más veces anunciada (con menos suerte) que la del peronismo. En cuanto a la del kirchnerismo cristinista, veremos en la madrugada del lunes 23. Para final definitivo, también suena raro. Es el único personaje aglutinante de su espacio. Tanta movilización contrasta con esa soledad política que ella misma supo construir.
por Edi Zunino*
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