Friday 29 de March, 2024

SOCIEDAD | 28-10-2017 00:00

Caso García Belsunce: la destrucción de una familia

Tras la absolución del viudo y a 15 años del crimen del Carmel se investiga la pista del robo. Historia oculta de una devastación que interpela a la Justicia.

El departamento de dos ambientes en el que vive Carlos Carrascosa (72) en Luján, parece una celda. Es ínfimo y austero. Nada que lo asemeje a un hogar. No tiene televisor. Solo una vieja radio con casettera.

Al inquilino le gusta que en la planta baja haya un barcito para tomar cafés y bromear con los mozos, aunque tiene una artrosis que le dificulta subir el piso por escalera que lleva a la vivienda.

Hay una cocina sin rastros de uso y un sillón enfrentado a una mesa ratona. En el dormitorio, la cama de una plaza parece pequeña para su porte y en la mesa de luz, se emplaza un gran crucifijo de metal y el retrato de su esposa muerta. Allí, se sienta cada día frente a la computadora para darle forma final al libro sobre su vida que piensa presentar en la próxima Feria del Libro, y a revisar el blog (casobelsunce.blogspot.com) en el que se vuelcan todas las novedades de la causa que le impuso fama de asesino quince años atrás.

El crimen de su mujer, María Marta García Belsunce en el country Carmel de Pilar, el 27 de octubre del 2002, fue el caso policial con mayor trascendencia pública de la historia argentina. Tenía ingredientes de novela: un ex agente de bolsa sospechado de matar a su mujer, que es extrañamente protegido por toda la familia de ella.

A lo largo de estos quince años, y con las mismas pruebas, Carrascosa fue primero absuelto por el homicidio de su esposa pero condenado por encubrimiento; dos años más tarde se revisó la sentencia y le dieron prisión perpetua por el asesinato, y finalmente en diciembre del 2016 fue absuelto de todos los cargos, tras la revisión efectuada por una nueva sala que se constituyó en el tribunal de Casación Penal bonaerense, a pedido de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Carrascosa había estado preso cinco años y medio en Campana y otro año y medio lo pasó con prisión domiciliaria. Los familiares (ver cronología) fueron condenados en el 2011 por encubrimiento, encarcelados aunque las penas eran menores y debieron pagar altas fianzas para salir en libertad.

El juez de Casación Penal Víctor Violini, uno de los tres que resolvió el año pasado la absolución por fallo unánime, dijo que “la Justicia debería pedirle perdón a Carrascosa. Me causa dolor y vergüenza”. Y hace unos días, cuando la causa estaba a punto de extinguirse, los nuevos fiscales, María Inés Domínguez y Andrés Quintana, ordenaron la indagatoria a Nicolás Pachelo (y a su ex mujer), el vecino del country con antecedentes penales sobre el que la familia siempre direccionó sus sospechas. Esta medida interrumpió automáticamente la prescripción de la causa. El miércoles 25 también se conoció la citación a cinco de los vigiladores que trabajaban en el country cuando ocurrió el crimen.

Hasta llegar a este presente que atraviesa con cautela, la familia convivió con abogados, enfermedades, muertes, condena social, desempleo y embates económicos. Están convencidos de que fueron el chivo expiatorio que el fiscal Diego Molina Pico encontró para tapar su defectuosa instrucción. En la misma línea, los nuevos jueces ya elevaron un pedido a la secretaría de jury para que analice su desempeño.

Carrascosa fuma sin parar, aunque celebra que logró bajar de cuatro atados a menos de dos por día.

Noticias: ¿Nunca sintió que la familia de María Marta tenía alguna duda con respecto a su inocencia?

Carrascosa: Para nada. Al contrario, hasta el padre me venía a visitar a la cárcel.

Noticias: ¿Cómo es sentir que la mirada de los otros ve en usted un asesino?

Carrascosa: Los años que estuve acusado, cuando salí de la cárcel en el 2003 hasta el juicio del 2007, era muy duro andar por la calle. Porque sentís el dedo en la nuca. Que la gente piensa: ahí va el asesino. Nunca me lo dijeron pero lo sentía.

Noticias: ¿Cuál es su recuerdo más recurrente del día del crimen?

Carrascosa: Recuerdo muy bien las palabras del médico cuando se fue, Me dijo: Carrascosa, fue un terrible accidente, lo siento mucho. No lo podía creer. Esas palabras me dejaron inmóvil. Me aboqué a estar con ella y a borrarme del mundo.

Noticias: ¿Qué fue lo primero que había pensado al encontrarla tirada en el baño?

Carrascosa: Ese baño es un desastre. Hay un video que muestra las vigas que tiene. Pensé que se había levantado del inodoro, que se había pegado contra la viga, sangró, se fue a lavar a la ducha y que ahí se golpeó con las canillas.

Noticias: ¿No le resultó extraño que tuviera pérdida de masa encefálica por golpearse con canillas?

Carrascosa: Es que yo no me enteré. Tenía el pelo como vos ahora, pero mojado. Es más, el que la mató la puso en la bañadera llena de agua caliente, largaba vapor. Parece que los agujeros de las balas se contrajeron. Y las de calibre 32 son más pequeñas que un dedo meñique. Todo esto lo fui aprendiendo por las pericias del juicio.

Noticias: Su temperamento abonó mucho la desconfianza. ¿Por qué no gritó su inocencia?

Carrascosa: No le quise dar el gusto a Molina Pico. Yo me hubiera puesto a llorar en ese momento. Pero no quise darle el gusto de que me viera mal.

La pesadilla

María Laura García Belsunce (66) es hoy la querellante en la causa, porque es la única de los hermanos de la víctima que no quedó enmarañada en la investigación. Horacio García Belsunce (68) y los medio hermanos Irene (55) y Juan Hurtig (52) vieron resquebrajarse sus vidas en estos años.

“A María Marta la mató un asesino, pero a mi vieja y a Guillermo (Bártoli, marido de Irene), los mató el fiscal Molina Pico”, dice Juan desde San Javier, Córdoba, donde vive desde hace un año, separado de la madre de sus cuatro hijos. “Después del juicio –dice- mi madre desarrolló un Alzheimer galopante”.

El rol clave de Molina Pico en el devenir de la trama se debe a que por entonces debutaba en la provincia de Buenos Aires la modalidad de que fueran los fiscales y no los jueces quienes llevaran adelante la acción penal pública.

“Cuando durante el velatorio empezamos a dudar sobre lo que le había pasado a María Marta –recuerda Horacio García Belsunce-, yo llamé a (Juan Martín) Romero Victorica, -que era fiscal de la Cámara de Casación Penal. A través suyo es que llegó a la casa el comisario Degastaldi con Molina Pico, que era el fiscal de turno. Él estuvo junto al cuerpo de María Marta y cometió graves errores. No acudió con un forense, aunque sabía que era una muerte dudosa; no ordenó en ese momento una autopsia, pese a que correspondía por tratarse de una muerte violenta, así hubiera sido un accidente; no preservó pruebas ni identificó testigos. Pero en el momento en que, por una autopsia tardía se entera de que María Marta tenía cinco tiros en la cabeza, se da cuenta de que si reconoce sus errores pierde la carrera, entonces su estrategia es decir: yo no me equivoqué, la familia me engañó. ”

“No investigó otras pistas –dice Irene Hurtig- . Apenas recortó y pegó indicios que le sirvieran para sostener su hipótesis de que nosotros éramos culpables. Y no es el único que tiene que dar explicaciones. También los jueces que condenaron a Carlos con un fallo violatorio de todos los derechos constitucionales. Dos de ellos –Benjamín Sal Llargés y Horacio Piombo- fueron apartados de sus cargos por fallos escandalosos, pero el juez Carlos Natiello sigue estando en la casación bonaerense”.

Molina Pico, que por aquellos años convocaba a la prensa a diario para dar detalles del caso bajo el lema “la justicia es también para los ricos”, no aceptó hablar con NOTICIAS y eludió cualquier contacto en la fiscalía de San Isidro donde se desempeña.

Noticias: Con el resultado de la autopsia supo que lo de su mujer no había sido un accidente. ¿Qué pensó que había pasado?

Carrascosa: Ya en ese momento sabíamos que faltaba la cajita de Damas del Pilar que María Marta traía los fines de semana a casa con llaves, cheques y dinero. Pensé que como ella llegó a casa en bicicleta no la escucharon y los sorprendió robando en casa. Habían ocurrido varios robos en el Carmel. Me imaginé que los reconoció y por eso la mataron.

Volver

La casa del Carmel está alquilada a un amigo de Carrascosa. Va a visitarlo pero no sube al que fue su dormitorio y el baño del crimen. “Si alguna vez volví fue por una pericia, para indicar algún detalle. Pero es algo muy fuerte.”

El chalet está congelado en el tiempo. “Todo lo nuestro quedó ahí. Me traje pavadas, como los cuadros que descolgó mi amigo, que es pintor, para poner los de él”. Están amontonados junto al sillón, pero eligió colgar tres: una lámina colorida, porque le da alegría, otro en el que tres personas juegan al bridge, su pasión, y la foto de un caballo de carreras. “Es Fácil, el primer caballo de carreras que tuve”, cuenta.

Noticias: ¿Era un hobby? ¿Criaba caballos?

Carrascosa: No. Yo era burrero. Desde los 16 años un tío que tenía caballos de carrera me llevaba al hipódromo de San Isidro. Siempre fui y nunca había tenido un caballo. Hasta que un día gané unos pesos y le encargué a un cuidador que me compre uno. Fue por el ’85 u ‘86. Después tuve dos más que me salieron muy buenos. Hasta que dije: basta. Cuando jugás, sabés que hay una racha.

Noticias: ¿Y dejó el juego?

Carrascosa: Prácticamente. Uno se satura. Dejé las carreras. Lo que pasa es que el ambiente te llevaba; éramos todos agentes de bolsa. Ir al hipódromo después de salir de la bolsa es largar adrenalina. Y la cantidad de agentes de bolsa que tienen caballos es impresionante. Los miércoles salíamos de trabajar en excursión al hipódromo.

Porque siempre corría el caballo de algún colega.

Noticias: En el momento del crimen de María Marta usted ya estaba retirado. ¿Vivía de rentas?

Carrascosa: Yo deje de trabajar, vendí la empresa en el ‘94 y me dediqué a hacer inversiones inmobiliarias, a administrar ganado.

Noticias: ¿Dónde tenía campos?

Carrascosa: No tenía. Alquilaba. Además me dedicaba a mover mi capital y la ayudaba a María Marta con su vocación social, que era enorme.

Noticias: ¿Ella no llegó a ejercer como socióloga?

Carrascosa: No. Cuando vendí la empresa no es que se enojó pero me dijo: ‘Yo deje mi carrera de socióloga para trabajar con vos en la empresa y me la vendés. Trabajamos 26 años juntos. Entonces nos instalamos en el Carmel. Irene y su familia se mudó un poco después.

Noticias: Me llamó la atención que en el programa de Mirtha Legrand agradeció a sus amigos, y eran casi todas mujeres. No es tan común que los hombres tengan una mayoría de amigas.

Carrascosa: Yo las escucho.

Noticias: ¿Y de qué ámbitos las conoce?

Carrascosa: Sofía, Jorgelina y Malú, vieron el juicio a mis cuñados por televisión y se indignaron. Sin conocerse, por separado, empezaron a ir a escuchar las audiencias. Jorgelina los conocía a Horacio y María Marta porque había sido productora de él cuando era muy joven. Pero hacía más de veinte años que no lo veía. Cuando salió la sentencia no podían creer que los hubieran condenado. Y pidieron conocerme a mí. Vinieron un día las tres a la cárcel y a partir de ahí fueron a almorzar conmigo todos los miércoles. Una es profesora de inglés, otra es anestesista y otra, instrumentadora médica. Jorgelina y Malu armaron el blog cuando yo llevaba tres años detenido. De a poco fueron cargando toda la información disponible del caso y cualquiera puede consultar el expediente.

Noticias: ¿Amigos de la pareja no conserva?

Carrascosa: Sí, muchos. Los Taylor me dieron alojamiento ni bien me dieron la absolución. Estuve unos días en la casa de ellos en el Carmel.

Noticias: Antes había estado viviendo también en la casa de otro amigo, en Escobar.

Carrascosa: Sí. Héctor Liñeiro. Él estaba viudo, con sus hijos casados y me ofreció compartir los gastos de la casa. Éramos muy amigos pero teníamos 71 años los dos. Después de un año y medio empezamos a tener un poco de crisis en la convivencia. Sobre todo porque yo no podía salir y estaba todo el día ahí. Él se puso de novio y yo sentí que sobraba.

Noticias: ¿Y cómo llegó a vivir en Luján?

Carrascosa: Primero Jorgelina le pidió a sus padres que me reciban en su casa. Una situación inédita. Que ellos aceptaran que pase la prisión domiciliaria en su casa fue increíble. Estuve casi seis meses. Hasta el 20 de diciembre en que me dieron la libertad. La familia es un amor. Un matrimonio de mi edad. Me costó irme. La madre de Jorgelina lloraba cuando me fui.

Noticias: Pero alquiló en Luján. ¿Se enamoró?

Carrascosa: No. Es difícil. Muy difícil.

Noticias: Pasó mucho tiempo.

Carrascosa: No importa. Con mi mujer éramos amigos, compañeros, amantes, trabajábamos juntos. Ella era una persona con principios altísimos. Nos conocimos cuando ella tenía 10 años y yo 17. Ella era amiga de la hermana de mi mejor amigo. Y nos casamos cuando María Marta tenía 19. Es muy difícil enamorarse de otra persona. Lo que viví con ella en 32 años de matrimonio fue muy lindo.

Noticias: ¿Cómo le impactó económicamente esta situación? ¿De qué vive?

Carrascosa: Del alquiler de un galpón que tengo. El auto que estaba a nombre de María Marta no se puede usar y la camioneta que estaba a nombre mío la regalé.

Noticias: ¿A quién?

Carrascosa: A mi íntima amiga, Jorgelina.

Noticias: ¿No maneja más?

Carrascosa: Me compre un auto chiquito, un Ford K.

Mientras Carrascosa compartía pabellón con el cura Grassi, “la Hiena” Barrios y el condenado por el crimen de su mujer, José Arce, los hermanos de María Marta soportaban el escarnio. Sus caras eran figura de los medios en jornada completa. Juan Hurtig, promotor de seguros, no lograba clientes. Horacio García Belsunce, periodista, perdió los auspiciantes de su ciclo. Hizo delivery de comida y fue remisero. “Fue devastador para toda la familia. Pero seguimos tan unidos como el primer día”, dice Irene Hurtig. Ella trabajaba como gerente en una AFJP. “Me indemnizaron y me dijeron que me tenía que ir. Mi marido Guillermo tenía un cargo alto en un banco extranjero. Debió renunciar porque era imposible con esa exposición interactuar con clientes como asesor financiero. Creó una pyme para engordar ganado y nos consumimos los ahorros para que nuestros hijos pudieran seguir yendo al mismo colegio y no vender la casa. Pero el día en que lo detuvieron por encubrimiento lo vi llorar como un chico y supe que lo habían quebrado. Un cáncer se lo llevó en 18 meses. Ojalá algún día se den cuenta del daño que han hecho”. Sus hijos, que entonces tenían 10 y 13 años, crecieron dando explicaciones por su apellido y viendo un enemigo en la justicia.

“Ellos saben que Carlos estaba en casa, que lo que siempre contamos con su padre es cierto, porque estaban ahí. Y por eso hoy no creen en la Justicia. Cuando enviudé hice todo lo posible para que ellos salieran de la Argentina, para que vieran que existe otra realidad. Uno se fue a Australia y el otro a Estados Unidos. Creo que ahora van a volver. Tengo una mezcla de sentimientos por las novedades judiciales. Alivio pero mucha tristeza. Hubiera querido poder abrazar a mi marido y decirle 'gordo, se terminó todo'”. Para dar vuelta la página de esta historia, Irene quiere traer al país una ONG guatemalteca, que trabaja como auxiliar de la justicia para ayudarla a ser más eficiente.

En su departamento de Luján, Carrascosa echa humo y dice que como todos los años, una semana antes del aniversario del crimen empieza a sentirse raro y más sensible. Este año podrá ir a la Recoleta para llevarle a su mujer una flor.

*Editora ejecutiva de NOTICIAS.

Twitter:  @alejandradaiha 

por Alejandra Daiha*

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