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SOCIEDAD | 09-11-2017 12:36

Movimiento mundial: activistas de la menstruación

Un debate académico y cultural para terminar con el tabú del período, que ya llegó a la Argentina. Prejuicios y negocio machista.

Cualquier mujer sabe cómo pedir un tampón o una toallita en público: hay que acercarse a otra mujer, susurrarle “me vino” y esconder el producto en el bolsillo o en la cartera para ir al baño casi corriendo. Todo tiene que hacerse en cuestión de segundos. Nadie tiene que darse cuenta lo que está pasando porque, todavía hoy, la menstruación sigue siendo un tabú.

A pesar de ser un proceso totalmente natural e involuntario que le sucede a la mitad de la población una vez cada 28 días durante 30 o 40 años, la menstruación fue un tema históricamente silenciado. Los hombres nunca supieron de qué se trata y las madres fueron las encargadas de enseñarles a sus hijas a ser discretas, a esconder la sangre y a mitigar los posibles inconvenientes cotidianos que puede acarrear el período, como mancharse el pantalón o sentir algún dolor.

Sin embargo, al menos en Occidente, el tabú parece estar llegando a su fin. En los últimos años y en el mundo, incluida la Argentina, empezaron a surgir movimientos de mujeres que decidieron hablar de la menstruación sin eufemismos. ¿El objetivo? Desentrañar los sentidos culturales, sociales y políticos que pesan sobre este proceso fisiológico y avanzar sobre la libertad de los cuerpos de las mujeres y la igualdad.

Provocación mundial. Eugenia Tarzibachi es doctora en Ciencias Sociales del CONICET y una de las pocas que en Argentina abordó el tema de la menstruación en el plano académico (ver recuadro). Según explicó a NOTICIAS, a nivel mundial aparecen señales que crean un buen contexto para hablar de este tema, históricamente silenciado. Las grandes metrópolis y los ámbitos universitarios y culturales fueron los sitios donde empezaron a verse las principales manifestaciones.

En febrero del 2016 Kiran Gandhi, estudiante de Harvard, decidió correr el maratón de Londres indispuesta y sin usar protección. Su fotografía con la calza manchada de sangre recorrió el mundo. “Un maratón es un acto simbólico en sí mismo. ¿Por qué no usarlo como un medio para crear conciencia sobre mis hermanas que no tienen acceso a tampones y deben ocultar su periodo como si no existiera?”, explicó. Este mismo mensaje llevó la artista paquistaní Rupi Kaur a Instagram, donde publicó una imagen en la que se la ve acostada de espaldas en pijama y manchada. La red borró dos veces la imagen hasta que la joven lo denunció en público: “Deseo que la sociedad se pregunte por qué el tema de la menstruación los hace sentir tan incómodos. Quiero mostrar su ignorancia y su misoginia”, afirmó.

Los deportes también tuvieron su “momento menstrual”. En los últimos Juegos Olímpicos, la nadadora china Fu Yuanhui habló con la prensa acerca de por qué no había logrado ganar la medalla: “Es porque me llegó el período ayer, así que me sentí particularmente cansada”. Su frase resonó con fuerza ya que, en el ámbito de los deportes de alto nivel, la menstruación suele ser silenciada y, si se puede, suprimida de forma artificial.

La versión nacional de este tipo de intervenciones vino de la mano de Anita Pauls, quien publicó en las redes una fotografía en la que se la ve con una bombacha blanca manchada con sangre: “Adivinen quién no va a tener un bebé”, escribió.

Todas estas intervenciones provocadoras tuvieron sus respuestas. En las redes, por ejemplo, se repitió sobre todas estas mujeres palabras como “asco”, “impresión” y “mala educación”. Fueron, incluso, las mismas mujeres las que se sintieron ofendidas. “Lo que pasa es que nos enseñaron tan bien que la menstruación es un fluido corporal estrictamente íntimo y personal que no debe ser visto por nadie más que por nosotras que, cuando se ve una mancha en público, cuando no es ‘un accidente’, se genera un matiz de reacciones que van desde el horror hasta la indignación. Los agravios públicos son un modo de rebelerarse contra algo que se corre de lugar, que cruza límites, que se sale del lugar donde podemos comprenderlo y ordenarlo”, explica Tarzibachi.

En el mismo sentido opinó la ginecóloga Ingrid Briggiler a partir de su experiencia en el consultorio con madres e hijas: “Las mamás traen a sus hijas a partir de la primera menstruación, que no deja de ser un hito en la vida de las mujeres. Si bien los adultos la interpretan como el momento desde el que se puede ser mamá, para esa niña o adolescente es más un hecho social, algo por lo que debe empezar a preocuparse. Hay que preocuparse por no macharse, por no decirles a los varones que están indispuestas o afrontar el tema de ir a la pileta y no querer meterse”, contó a NOTICIAS.

Cuestión de igualdad. Además de estos sentidos culturales, el tema está atravesado por cuestiones económicas y es considerado un factor de desigualdad. En promedio, una mujer habrá comprado a lo largo de su vida 10.140 unidades de toallitas o tampones y habrá gastado, como mínimo, 10.264,68 dólares, tomando como referencia a los productos más económicos del mercado.

En 2015, tanto en Europa como en Estados Unidos, las agrupaciones feministas tomaron la bandera de la menstruación y la necesidad de abaratar los costos de toallitas, tampones y copas menstruales por considerarlos productos esenciales. Tal fue la presión que lograron hacer que hasta el propio Barack Obama, siendo presidente, se refiriera al tema: “No entiendo por qué se aplican unos impuestos tan altos (sobre estos productos). Sospecho que porque, en su momento, los hombres fueron quienes establecieron las leyes”, dijo el ex mandatario.

“Cuando estábamos armando la agenda del 8 de marzo, una de nuestras compañeras trajo el tema de la menstruación y prestamos atención a lo que pasaba en esos países. Así nació la campaña ‘Menstruacción’”, contó a NOTICIAS, Mercedes D’Alessandro, doctora en Economía y cofundadora de Economía Feminista. Entre otras cosas, la iniciativa propuso la provisión gratuita de productos de gestión menstrual en sitios vulnerables como escuelas y cárceles, la eliminación del IVA y el fomento de la investigación científica acerca de estos productos. La campaña logró incorporar más cantidad de marcas de toallitas a la lista de precios cuidados y una marca de tampones.

Victoria Donda, de Libres del Sur, es una de las autoras de un proyecto de salud menstrual que descansa en el Congreso y que aún nunca fue tratado. “Se debe entender que estos productos tienen que dejar de ser considerados como artículos de cosmética o belleza y que empiecen a ser considerados artículos de salud”, explicó a NOTICIAS. Sin ir más lejos, subrayó la legisladora, sólo basta con ver dónde están ubicadas las toallitas y los tampones en la farmacia: junto a los esmaltes de uñas.

Hablar y educar. El cuerpo de la mujer, siempre atado a un deber ser impuesto desde afuera, convive en una dualidad: por un lado, su condición menstrual es celebrada como señal de capacidad de reproducción. Pero, por el otro lado, se les enseña que eso se debe esconder y prácticamente nada se les explica a los varones.

La actriz Dolores Fonzi fue una de las primeras en sumarse a una campaña educativa en 2010 con la iniciativa “X un día M”. La cantante Elena Roger habló recientemente del tema en una jornada organizada en Quilmes.

En la misma línea, fueron apareciendo materiales para trabajar con niños en ámbitos escolares. Para Laura Velasco, integrante del colectivo feminista Mumalá, es fundamental abordar este tema con los más chicos: “Hay literatura infantil para eso. Por ejemplo, un libro que se llama ‘El vestido de Blancanieves se ha teñido de rojo’, de la colombiana Carolina Ramírez Vázquez, que es parte de una colección llamada ‘Princesas menstruantes’. También una autora argentina, Violeta del Río, escribió ‘Mi primer libro rojo’”, contó a NOTICIAS.

Las mujeres de la academia, el arte y de la política se pusieron de acuerdo y decidieron no ocultar más la menstruación. Y el mercado parece estar empezando a escuchar: en Gran Bretaña, por primera vez una marca de toallitas lanzó una publicidad donde la sangre es roja y no está representada en ese extraño líquido azul que sólo sirvió para mantener el silencio sobre lo que verdaderamente pasa en el cuerpo de una mujer que menstrúa.

por Giselle Leclercq, Roxana Mariani

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