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SOCIEDAD | 27-03-2018 14:40

Diario de un aborto en Holanda

Sofía Urosevich es argentina y decidió atenderse en una clínica de ese país donde la interrupción del embarazo es legal. Cómo es el procedimiento que se utiliza.

Se despertó de la anestesia diez minutos después. Dijo que estaba “feliz y liberada”. Tomó una suculenta merienda y volvió caminando al hostel donde paraba en el centro de Amsterdam. “Ahí me cayó la ficha de que por un aborto que tarda diez minutos, en Argentina se mueren un montón de chicas. Lo digo y se me pone la piel de gallina”, cuenta a NOTICIAS Sofía Urosevich.

Tiene 33 años y un hijo de 16, Ciro. Es actriz, docente y militante de la agrupación Patria Grande. Está en pareja y viaja con frecuencia. Pero a mediados de 2017, mientras estaba en Europa por estudios, el signo positivo de un test de embarazo cambió el itinerario. Entró a Google y escribió “mejores clínicas aborto Holanda”. Sabía que en tierras de la Reina argentina Máxima Zorreguieta, la práctica es legal, segura y gratuita desde 1980.

“Siempre fui una privilegiada en torno a la maternidad y a la no maternidad”, reconoce Sofía. Como ahora, a los 16 años también eligió: “Estaba enamorada del padre de mi hijo y decidí tenerlo. Por eso sé que si se legaliza el aborto no es cierto que todas las adolescentes van a abortar. Es una decisión que tiene que ver con el momento de la vida de cada uno”.

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En la pequeña localidad bonaerense de Los Toldos, donde nació Eva Perón, la familia Urosevich tuvo una charla que Sofía recuerda como “la situación ideal”. Le ofrecieron la posibilidad de acceder a “una buena clínica” para interrumpir el embarazo y el respaldo suficiente para acompañarla si decidía avanzar.

“A los 33 años, siendo profesional, ganando un buen sueldo, estando en pareja, no tengo ganas de ser madre”, lanza Sofía convencida, 16 años después. Está sentada en la mesa de un bar en La Plata, donde vive. Toma una cerveza y cada tanto mira el celular que no para de encenderse con nuevos mensajes. Mueve mucho las manos. Cada frase la dice con el cuerpo. Es espontánea y habla rápido. Pero todo parece haberlo pensado antes.

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Noticias: ¿Qué pasó después de buscar en Google?

Sofía Urosevich: Mandé un mail en inglés a una clínica y me respondieron en español. Me pidieron que me hiciera una ecografía y se las mandara; llenar unas planillas con datos personales; y me dieron un turno. Si no pertenecés a la Comunidad Europea podés hacer un trámite para que el Gobierno te lo pague, pero yo decidí que iba a pagarlo para ahorrar tiempo. La práctica sale 10.000 pesos y es en las mejores condiciones salubres y de contención. También me puse en contacto con Women Help Women, un grupo que ayuda a mujeres a conseguir Misoprostol (la droga para abortar) en países donde no se consigue. Ellas estaban en Holanda, me asesoraron con las clínicas, y una señora estadounidense de la organización se ofreció a acompañarme el día de la intervención.

Entre mujeres. El día del turno, Sofía llegó en tren a la clínica Beahuis & Bloemenhovekliniek de Heemstede, a unos 20 kilómetros de Amsterdam. Una ecografía confirmó que cursaba la semana siete de gestación. Médicas, enfermeras y anestesistas la recibieron. No hay varones en el hospital holandés exclusivo para abortos. Le ofrecieron una cita con una psicóloga y un tiempo para pensar en la decisión. Pero ya estaba tomada.

Noticias: ¿Cómo fue llegar a la clínica?

Urosevich: Estaba totalmente tranquila. Me ayudó saber que estaba en un lugar donde estaba haciendo algo legal. Muchas pibas cuentan sus historias de abortos en Argentina con Misoprostol y acompañadas por las Socorristas (en Red, un grupo de feministas que acompañan abortos) que hacen un trabajo increíble, pero no deja de ser en un contexto marginal, de ilegalidad. Si te duele algo no tenés con quién hablar. No podés ir a una clínica porque te pueden denunciar. Acá hay una cuestión moral alrededor del hecho, como que lo tenés que sufrir, y que a veces reproducimos hasta de forma inconsciente.

Noticias: ¿Y el momento de la práctica?

Urosevich: Fue por succión, que es rápido, no es invasivo, no trae infecciones. Yo quería hacerlo con anestesia local, porque te dan la opción y un montón de folletos para que leas mientras esperás. Me explicaron que las médicas hablaban en holandés cuando hacían la intervención y que por ahí me iba a poner nerviosa. Ellas creían que era mejor la sedación completa y confié en su criterio. Las anestesistas me charlaban y me decían: “Sos argentina, como nuestra Reina”. Eran muy dulces, muy afectuosas a nivel físico, me agarraban la mano, me decían que estuviera tranquila. Y me recomendaron por dónde volver caminando a la ciudad desde la clínica. Ahí me di cuenta de cómo toman el aborto en los lugares donde está legalizado: no tenés que quedarte en tu casa, terminás de hacerlo y podés sentirte bien, podés salir a caminar. Me desperté a los diez minutos y no sentí absolutamente nada. Esperé un ratito, me dieron de comer, tomé un café con leche y me fui. Ahí me di cuenta que por ese procedimiento de 10 minutos mueren un montón de chicas, que están desesperadas y hacen cualquier cosa. No todo el mundo tiene 20.000 o 30.000 pesos para pagarlo.

Hasta las 12 semanas de embarazo, la clínica ofrece una intervención por succión con anestesia local o sedación general. Con esta técnica, el cuello uterino se adormece y se dilata ligeramente a través de la vagina. Luego, se inserta un tubo delgado con el cual el tejido se succiona. A aquellas mujeres que llegan después de las 13 semanas, se les dilata aún más el cuello uterino y la extracción se realiza con instrumentos. El mismo método se aplica a partir de la semana 18 y hasta la 22. En esos casos, la paciente recibe medicamentos para lograr que el cuello uterino sea flexible y cause dilatación.

Sin miedo. Las amigas de Sofía temían por ella al imaginarla sola, en la cama de un hospital de un país lejano. Los días previos a la intervención le llegaron recomendaciones para abortar en Argentina, por unos 25.000 pesos. Pero la decisión estaba tomada. “Me daba más miedo hacerlo acá de manera ilegal que sola en otro país”, reflexiona.

Su novio respetó desde el primer momento cualquier decisión y la escuchó a la distancia. “Fue el mejor acompañamiento”, resume. Su hijo lo supo al regreso. “Te re imagino mamá”, le respondió al conocer la noticia. Sofía dice que Ciro está a favor del aborto. Sabe que lo quiso tener a los 16, pero le resulta extraño: él cree que no tendría un hijo a esa edad.

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“Como yo hay muchas mujeres, ya que en Argentina las mujeres abortan y abortaron siempre. El debate está en que la legalización de la práctica evitaría que las que menos recursos tienen mueran al hacerlo. Eso es lo importante: legalizar el aborto para que dejen de morir mujeres”, remarca Sofía.

El encuentro termina con una reflexión que apareció varias veces durante la charla: “A veces las mujeres no queremos ser madres. ¿Por qué va a venir otro a decirnos qué tenemos que hacer con nuestro cuerpo?”, dice. Esta vez no quiso. Pero no descarta la posibilidad de volver a sentir ese deseo profundo y personal.

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