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SOCIEDAD | 15-04-2018 03:12

Marta Alanís: una abortista religiosa

Milita a favor de la legalización pese a ser católica. Bautismo, casamiento por iglesia y dos interrupciones de embarazos.

No se había equivocado de horario. El martes 10, Marta Alanís acaparó la atención de los presentes cuando pisó el Congreso en las primeras horas de la mañana. Era el turno de los 16 expositores que se iban a manifestar a favor de la ley por la interrupción voluntaria del embarazo. Y el nombre de su Asociación Civil, “Católicas por el derecho a decidir”, llevó a más de uno a pensar que se trataba de uno de los grupos pro-vida que se concentraban fuera del recinto y que debían exponer en el turno tarde. Sin embargo, Alanís lucía feliz su pañuelo verde, y al acercarse al atrio dijo sin dudarlo: “Las mujeres católicas también abortamos. Por eso apoyamos la campaña por el aborto”. Con 69 años, bautismo, confirmación y casamiento por iglesia de por medio, Marta es una de las caras que tomó mayor protagonismo en el último tiempo en la discusión del aborto legal, seguro y gratuito. Pasó dos veces por la situación de tener que interrumpir un embarazo por no poder asumir con las condiciones de tener más hijos. Desde joven se plantó como militante católica, y tuvo que exiliarse durante la dictadura. Desde 1993 dirige la asociación que tiene una mirada cristiana y feminista de la sexualidad y la reproducción humana. Una posición que muchos le cuestionan por ser a simple vista incompatible, pero que ella afirma es posible.

Noticias: Llama la atención que un grupo de mujeres católicas se manifiesten a favor del aborto cuando la Iglesia sigue tildándolo de aberración, de un crimen. ¿Cómo es compatible su posición?

Marta Alanís: Esa es la Iglesia jerárquica. Tenemos una mala concepción de esta, y lo digo también por mí. La Iglesia somos todas y todos los creyentes. Los que nos asumimos católicos. Tiene que ver con las creencias y la fe. La jerarquía es otra cosa. Y esos sectores masculinos, esta cúpula misógina, y perdón si ofendo a alguien, no da lugar a las mujeres, ni en la Iglesia ni en la sociedad. Se puede ser católico y estar a favor del aborto. Hoy no se puede pensar en educar a un joven en la abstinencia, esperar a casarse para tener relaciones. Tenemos que ser más realistas cuando hablamos de esto, y asumir el compromiso de la educación sexual, de que haya anticonceptivos para no llegar a un embarazo no deseado y no terminar en el aborto.

Noticias: Según figura en la Biblia en el Génesis, “la vida es sagrada. También la vida de la criatura que está en el vientre de su madre”. Entonces, ¿asume que con el aborto se está privilegiando una vida en detrimento de otra?

Alanís: La semilla no es un árbol. Hay vida en el óvulo, en el esperma, en el embrión. Pero el debate de fondo es cuándo es persona humana con plenos derechos. No es lo que yo crea, es lo que pedimos, la ley. Nosotras respetamos la vida en gestación, y el aborto ocurre en momentos excepcionales. Por eso también pedimos que se haga antes de la semana 14. Yo no quisiera que mi hija o mi nieta aborten. Pero no podemos ser tan hipócritas de sumarnos al discurso de que, si se aprueba la ley, va a haber más abortos. No estamos violando las enseñanzas, sino que pedimos una visión más integral y humanista.

Alanís nació en Santa Fe, en el seno de una familia católica, pero vivió gran parte de su vida en Córdoba. Desde joven se interesó por las ideas de la Teología de la Liberación y comenzó a militar en los barrios populares y las villas. Participó en un centro vecinal donde resolvía los problemas de la gente del barrio en plena dictadura.

“Nosotros promovíamos los derechos y estábamos en contra de la dictadura. Estábamos en riesgo con mi compañero, que era sindicalista”, explica la mujer. Por esa militancia es que Alanís y su marido deciden mudarse a Buenos Aires, y se instalan en Avellaneda en 1976 con sus tres hijos. Tras una serie de allanamientos en las casas de unos familiares, deciden exiliarse en Bolivia. “Salí embarazada del país con el riesgo que eso significaba, con el miedo de que se apropiaran de mis hijos. Éramos jóvenes y estábamos mal asesorados. Fuimos a un país limítrofe sin posibilidades de refugio. Una monja española nos llevó al altiplano para estar protegidos”, recuerda. De allí se fueron a Francia, donde estuvieron dos años, y luego a Nicaragua, cuando triunfó la revolución sandinista, encabezada por fuerzas de la guerrilla de izquierda.

Noticias: ¿Cómo llega a Nicaragua en plena revolución?

Alanís: Fuimos apoyados por el Consejo Mundial de Iglesias para la campaña nacional de alfabetización. Vivíamos en un barrio popular, el San Judas. Esa era mi vida, entre una guardería para chicos que generamos, mis tres hijos y mi hija, y mi marido. Los sacerdotes de la parroquia del lugar estaban muy comprometidos con la revolución, hacían misas en los terrenos baldíos, denunciaban continuamente las atrocidades que hacía La Contrarrevolución, financiada por los Estados Unidos. El sandinismo se impregnó de los movimientos cristianos.

Noticias: Hay una versión que dice que usted también formó parte del Partido Revolucionario del Pueblo, brazo armado del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y que respondía a Enrique Guerriarán Merlo. ¿Es cierto?

Alanís: Hay una campaña de los grupos anti derechos que me están difamando. Yo no voy a confirmar ni a responder eso. No me parece pertinente. Lo mismo que dicen que a mi fundación la financian organizaciones como la Ford. Eso no es de buena fe.

En 1984, con el regreso de la democracia, Alanís volvió al país con sus cuatro hijos. Pero fue en 1991 cuando a través de su trabajo en el equipo de capacitación de Cáritas Arquidiocesana de Córdoba conoció a la teóloga feminista Ivone Guevara, una figura que la llevaría a involucrarse de una forma más comprometida a luchar por los derechos de las mujeres. “Ahí conocí a 'Católicas por el derecho a decidir' de Uruguay que me llevó a crear 'Católicas' de acá”, relata la mujer emocionada.

Esa misma emoción es la que la lleva a confiar en que la ley por el aborto estaría hoy en condiciones de aprobarse. “Con dos abortos por mujer en edad reproductiva, y con cifras como las de 40.000 a 60.000 mujeres al año que ocupan las camas de los hospitales por complicaciones en el aborto clandestino, es muy difícil que el Poder Legislativo le dé la espalda. Hay un consenso explícito entre sindicatos, grupos feministas, universidades. Tengo una intuición y un análisis político de que hay una predisposición. Estamos en un período de maduración”, dice.

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