Lleva atado en su muñeca izquierda un pañuelo verde, el símbolo de la campaña por la legalización del aborto. Claudia Piñeiro sabe que sus declaraciones no pasan desapercibidas. Por eso, aprovecha cada espacio que tiene a su alcance para intervenir en los debates públicos que la atraviesan. La autora de “Las viudas de los jueves” y “Las maldiciones”, entre muchos otros libros exitosos, inauguró hace pocas semanas la Feria del Libro con un discurso de apertura incendiario, en el cual reivindicó a la literatura como un trabajo y destacó el rol de la mujer en la industria cultural. Poco tiempo antes, había expuesto en la Cámara de Diputados un texto ferviente en apoyo del proyecto por la interrupción voluntaria del embarazo. Además, todos los días, en su cuenta de Twitter, confronta y pelea “mano a mano” con otros usurarios con honestidad total porque para ella “lo difícil es no decir lo que opinás”.
Como en sus libros, Piñeiro usa un lenguaje llano. Reconoce que esa manera de escribir directa, de inspiración norteamericana, está en relación directa con las historias que elige contar. Lejos de la imagen del intelectual incomprensible, la escritora siempre va al hueso. “Si vos querés comunicar algo y lo hacés con un lenguaje que el otro no va a entender, en realidad, le estás hablando a tus colegas, estás pensando en la posteridad o en alguna otra cosa. Un discurso alambicado probablemente expulse a muchas personas. Además, no tiene que ver conmigo”, asegura.
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El feminismo. Cuando decidió dejar su profesión de contadora, Piñeiro le envió una solicitud de trabajo a Oskar Blotta, el director de la emblemática revista femenina “Emanuelle”, una de las primeras que en la Argentina comenzó a cuestionar el lugar de la mujer.
Noticias: ¿Siempre se involucró en estos temas?
Claudia Piñeiro: El movimiento feminista me interesa desde siempre. No pertenezco a ninguna agrupación en particular, respeto a todas. Pensarte como una mujer feminista en el sentido de luchar por los derechos de las mujeres es algo que me ha tocado desde siempre. Vengo de una generación que ha tenido muchos menos derechos. Por ejemplo, recién cuando yo tenía 8 años cambió la ley que decía que mi mamá no podía tener patrimonio y que, por estar casada, todo era de mi padre. No me acuerdo exactamente en qué momento de mi vida mi mamá pudo tener patria potestad sobre sus hijos. Antes, sólo la podía tener el varón. En el 2018, algunas de estas cosas nos parecen aberrantes: en qué cabeza cabe que cuando una mujer se casaba su patrimonio lo tenía que administrar su marido, en qué cabeza cabe que la patria potestad no sea compartida. En unos años no se va a poder creer que hubiera gente que se creyera con la autoridad moral y ética para decirle a una mujer que tiene que dejar dentro de su cuerpo nueve meses a un embrión para que eso se convierta en una persona.
Noticias: ¿Cómo ve el nivel de discusión sobre el aborto?
Piñeiro: Me parece excelente el debate más allá de la sanción de la ley. Lo que dejó la discusión ya es positivo porque, por lo pronto, hay un montón de mujeres cercanas a mí que yo no sabía que se habían hecho abortos y que hoy tuvieron la posibilidad de contarlo y de salir del secreto, que tanto daño hace. A veces se habla de cuál es el trauma que te deja hacerte un aborto y yo creo que el trauma, cuando hay, tiene más que ver con la marginalidad, con la clandestinidad, con el temor a meterte en una clínica sin saber quién te va a atender o si vas a salir muerta. Esta posibilidad de hablarlo, le ayuda a otro a que lo cuente y a otro que quizás pueda tener que pasar por esa situación y no se sienta un monstruo. Estamos rodeados de personas que tomaron esa decisión y que la seguirán tomando aunque no haya ley.
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Noticias: En el mundo artístico, entre actrices y conductoras por ejemplo, existe la idea de que algunas no toman posición por miedo a perder audiencia. ¿Tiene miedo de perder lectores?
Piñeiro: Me ha pasado que alguien me escriba por redes sociales diciéndome que nunca más iba a leer un libro mío porque opinaba tal cosa. Por supuesto, me lo han dicho. ¿Eso va a modificar en algo mi pensamiento? No. ¿Y mi actitud? Tampoco. Ahora, dicho esto, entiendo que en el caso de ciertos actores es muy distinto porque el dinero que está involucrado es diferente. Quiero decir, si a mí me deja de leer una cantidad determinada de personas, no me va a cambiar la vida y voy a seguir teniendo el dinero para mantener a mis hijos, mi casa, etcétera. En cambio, sé que hay actrices a las que algunas empresas les dijeron: “Si salís por la ley del aborto, se te cae el contrato” y es con lo que esa mujer sostiene a su familia. Yo entiendo que en esos casos, a veces, estas personas se sienten incómodas y tienen que pensar qué es lo que hacen porque lo que está involucrado es diferente. Es tu trabajo. Con los escritores es distinto. No te va a dejar de leer todo el mundo, te dejarán de leer algunos y algunos otros que no te conocían quizás te empiezan a leer porque les gusta tu posición política.
Noticias: En el último tiempo Twitter se convirtió en otro espacio para defender esta posición. Allí, responde y se pelea con personas anónimas.
Piñeiro: Hay una postura que recomienda que no respondas. No me gusta eso de no decir y me parece que hay que desactivar al que agrede. Si me vas a decir una barbaridad y me quedo calladita, quizás me dejás de decir una barbaridad a mí pero vas a atacar a otro que dice otra cosa. Los que saben de Twitter te pueden decir que si respondés le das importancia, que el algoritmo no sé qué o que ayudás a esa persona a ganar seguidores. Yo no sé. No me interesa el algoritmo y si le doy 200 mil seguidores. Yo quiero que si un tipo me insulta no lo haga más y, si logro eso, me parece positivo. Son pequeñas intervenciones muy tontas. Están acostumbrados a comentarte algo desde lo canchero y cuando les respondés no saben qué decirte.
El rol del intelectual. Piñeiro arrancó su discurso de apertura en la Feria del Libro del 2018 con una pregunta: “¿Qué se espera del escritor?” y realizó un fuerte descargo contra la industria cultural. Cuestionó el espacio que se le daba a la mujer pero también se metió en otros temas. Habló con un tono gremial acerca de las malas condiciones en las que trabajan los escritores.
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Noticias: ¿Es posible ser un intelectual y no cuestionar a la autoridad?
Piñeiro: Me parece que hay distintas posturas. Si no intervenís, seguís siendo un escritor, quizás sos el mejor escritor del mundo, te ganás todos los premios y la academia te respeta. Pero no serás un intelectual. El intelectual es el que interviene en la sociedad. No desde la elite sino desde el oficio: vos sabés cómo se maneja la palabra y el discurso y, desde ese punto de vista, podés intervenir haciendo determinadas observaciones. Hay un montón de grandes escritores que deciden no hacerlo. Pero mi pregunta, en la Feria del Libro, no era para el que decide no hacerlo porque no le interesa sino para aquel que sí le interesa pero está temeroso, no sabe si hacerlo o cuál es el costo que tiene que pagar.
Noticias: ¿Cree que su trayectoria le da un respaldo mayor para reclamar por otros?
Piñeiro: Venimos de siglos de una actividad que es muy solitaria y poco gregaria, en el sentido de que no te juntás con otros a reclamar por algo. Hay una cadena de valor en la cual se le paga a cada uno lo que le corresponde por su trabajo y nosotros somos trabajadores en esa cadena de valor. Yo lo que reivindico es esa situación. Si trabajás en una editorial grande, como me pasa a mí, tenés probablemente menos problemas. Pero no necesariamente esto es una regla: hay gente que tiene problemas en editoriales grandes y hay gente que no tiene ningún problema en las editoriales pequeñas. Pero sí es cierto que, cuando no alcanza el dinero a fin de mes para pagarle a todos los actores de la cadena, muchas veces se corta por ese eslabón. Hay autores que esperan seis meses para cobrar los derechos y muchas editoriales no dan anticipo. Como se sabe que del otro lado hay una persona ansiosa por publicar hay un cierto costado perverso. Si al imprentero no le pago, no me va a imprimir más pero el escritor va a seguir escribiendo. Ahí hay algo que de a poco hay que empezar a desarmar, no le hace bien a la industria, no nos hace bien a nosotros y no hay derecho a especular con el trabajo de alguien.
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Noticias: ¿Y siente que puede representar a sus colegas?
Piñeiro: Desde mi lugar, no hacerlo implica algo. Esto es una deformación de cuando estudiaba Ciencias Económicas: me gusta pensar que cuando tomás una decisión, siempre hay un costo. ¿Cuál es el costo de decir estoy a favor de la ley de legalización del aborto frente a la gente que te dice no te leo más? El costo es ese. Pero ¿Cuál es el costo de no decirlo? ¿Cuál es el costo de callarte y no decir una palabra sobre el aborto cuando todo el mundo está hablando de esto?¿Cuál es el costo de no decir que hay ciertas reglas del contrato de trabajo del escritor en la industria que están mal? ¿Cuál es el costo de después mirar a mis compañeros y haber callado? Entonces, uno sabrá cuál es el costo que uno quiere pagar.
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