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SOCIEDAD | 27-09-2018 19:42

Los Cúneo Libarona: secretos de una familia de abogados penalistas

Mariano Cúneo Libarona (padre), mentor del bufete familiar, acaba de cumplir 100 años. El ritual de almorzar todos los jueves con sus cuatro hijos.

Un suave aroma envuelve el hogar de los Cúneo Libarona. En el living, una mesa redonda, bajita, y sillones de un cuerpo. Ahí en el centro, se sienta don Mariano, que acaba de cumplir 100 años. Es el patriarca de una familia de abogados penalistas. “Tata”, le dicen sus nietos. “Tengo quince y ya son grandecitos”, cuenta. Largos ventanales y luz plena que viene desde el exterior en este edificio “Los Patos”, a cuadras del Botánico.

Es la hora del almuerzo, y como todos los jueves, el ritual es estar junto a sus hijos y Ana María Davel, “Popi”, su esposa desde hace cincuenta y tres años. Los abogados penalistas Matías, Cristián, Rafael y Mariano ya están aquí. Dejan sus celulares y entrecruzan palabras, saludos. Van y vienen en la casa los hermanos. Sobre la mesa hay bocaditos salados y variados. Matías va alcanzando, de a uno, el plato de pasta. Se ve sabroso, humeante. Aclara “Popi”: “Para nosotros el día jueves es nuestro día”. Cristián trae unas bebidas y dice: “Almorzamos aquí, en este sector, porque en el comedor ya no hay lugar. La casa está llena de libros. Papá ahora está escribiendo algo nuevo y utiliza ese lugar porque es más amplio que su escritorio”. Así es cada semana en este día de reunión familiar.

NOTICIAS: ¿Qué hace durante el día?

Mariano Cúneo Libarona (padre): ¿Usted quiere saber cómo paso mis días a mis cien años? Leo, escribo, subrayo, recorto, comento. No me canso. Leo los diarios La Nación, El Heraldo de Concordia, pero no miro mucha TV; a veces veo noticias... varias y sí, “Animales sueltos” (cuando lo dice las miradas sonrientes se dirigen a su hijo mayor Mariano, panelista en el programa).

Cúneo Libarona fundó la “Sociedad de Abogados Penalistas” en 1993 y la dirigió durante cinco años, luego continuó como socio honorario. Además de Secretario general de la “Sociedad Argentina de Criminología”, presidió el “Centro de Estudios de Derecho Procesal” por diez años. Nació en Concordia, Entre Ríos. Estudió en Santa Fe y hace poquito cumplió cien años. Al hablar hace pausas breves, como escandiendo la frase, con ritmo y armonía. Don Mariano, catedrático y penalista, aguarda antes de responder. Los mira a sus hijos, también docentes universitarios y rememora, quizás. En frente de él y hacia el lado izquierdo, cerca del gran ventanal, se sienta Mariano. Prueba el plato de pastas que le alcanza “Popi”, lo sazona y cuenta que su padre, además, enseñaba a leer y a escribir a los soldados en la década del 30, allá, en su ciudad natal. Comentan entre ellos aspectos de la enseñanza y coincide Rafael: “...No es casualidad que los cuatro demos clases en la Facultad teniendo al viejo de 100 como referente”.

NOTICIAS: En política fue considerado como un liberal al estilo de Carlos Pellegrini siguiendo la tradición familiar de Mariano abuelo, diputado en Entre Ríos. ¿Cómo llega a conformarse el estudio jurídico que integran sus cuatro hijos?

Cúneo Libarona (padre): Los cuatro comparten los mismos intereses y la pasión por el derecho.

Matías interrumpe: “El derecho penal es la novia de todos los estudiantes”, mientras le da a su madre una copa con agua mineral. “Tata” escucha atento, apenas cabizbajo, una pierna sobre la otra, cada tanto toma su bastón, apoyándose. Es un observador Don Mariano.

Sus hijos evocan viejas anécdotas familiares. Una de ellas es que podrían entrar a las dependencias de los Tribunales con los ojos cerrados “y recorrer sus pasillos de noche y a oscuras”. Los conocen desde niños. Jugaban con las teclas de las máquinas de escribir que sonaban como un timbre. “Imagínese lo que era eso”, dicen en voz baja y riendo.

“A mis hijos los une no solo la pasión por el derecho. Son educadores, deportistas también. Juegan polo, rugby, surfean, y si usted va al estudio seguro que encuentra alguna tabla de surf ahí”, cuenta el padre. Él también fue un nadador a río abierto. Orgullosa de su familia, la madre mira a sus hijos: “Tata les transmitió el amor, el esfuerzo y la disciplina en la profesión”.

por Nora Fernández

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