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OPINIóN | 26-09-2019 12:57

El desafío y el miedo en la literatura: ¿cómo escribirán las nuevas generaciones?

En el marco de la apertura de la 11va edición del FILBA, Fabián Casas planteó "Seis propuestas para los próximos millennials". Su discurso abre una pregunta: ¿cuál es el futuro de la escritura?

La literatura es, quizás, una de las disciplinas artísticas más hipocondríacas que existe. Siempre está pensando en su propia muerte y cualquier pequeño virus externo abre el debate sobre su inminente fin. En ese sentido, en el contexto de la apertura del 11ª edición del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA) que tuvo lugar en MALBA, el autor argentino Fabián Casas abrió el debate sobre el futuro de la escritura al plantear "Seis propuestas para los próximos millennials". 

A partir de una experiencia como coordinador de un taller de poesía para un grupo de adolescentes, el escritor se planteó las dificultades para poder empatizar y entrar en clima con esa veintena de jóvenes que parecían estar a años luz de distancia. "Creo que me imaginé a gente entusiasta, conectada con la idea de pasar un jueves semanal hasta bien entrada la noche escribiendo y hablando de poesía. Pero algo falló. No pude conectar con ellos, no supe hacer bien mi trabajo", comenzó narrando el autor que es uno de los poetas referentes de lo que se denomina "la generación de los 90" en la literatura nacional.

Además de la diferencia de edad (Casas tiene 54 años), los problemas para vincularse iban en otra dirección. El escritor fue claro al respecto: "No encontré la manera de sacarme el fastidio que me producía su desidia, que se hablaran gritando, que no escucharan cuando una compañera o compañero leía, que chequearan sus celulares cada dos minutos, como un pestañeo recurrente, y que empezaran a hablar en grupos atomizando la clase. También me molestaba ese deseo terrible de querer mostrar lo que escribían sin importarles que a su alrededor se cayera el mundo".

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Ahora bien, lejos de caer en la tentación de adoptar un tono fatalista y decretar, una vez más, la muerte de la literatura, Casas propuso una nueva visión: entender lo diferente y dialogar con ello, intentar traspasar con paciencia una pared que parece infranqueable en vez de escribir un grafitti violento y huir.  Así, Casas propone un lienamiento estético para poner a prueba y transferir a esas nuevas generaciones, a pesar de que, según sus propias palabras, "la literatura, por suerte, es un terreno inestable y que cualquier cosa que se afirme sobre ella puede ser puesta en duda enseguida".

Perder el afán por la originalidad; la necesidad de acumular experiencia en la vida personal; captar la operación mental de aquello que reconocemos como influencia en vez de su método; prestar atención a la voz extraña; drenar la emotividad y la singularidad:  y la importancia de la poesía como un lenguaje duro donde se encuentra en vez de esconder, son -a gran escala y resumiendo de manera voraz- las seis propuestas que el escritor esgrimió en su discurso. En ningún momento, en cambio, arremetió contra las particularidades que cada generación carga consigo ni con las tecnologías con las que cuentan más allá de algunos comentarios irónicos que servían más de recurso que de sustento en su relato.

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Miedo al fin. La literatura, como toda disciplina artística, no puede pensarse lejos de su contexto. Menos analizarla bajo una sola teoría. Las próximas generaciones, y las actuales, tendrán que lidiar con un problema obvio: el exceso de información. Sin embargo, eso no tiene que ser un limitante per se, sino más bien un desafío: reconocer lo estético entre todo ese caudal de datos. 

Mientras algunos gastan horas denostando a las redes sociales, a los smartphones o a otras tecnologías, culpándolas de la muerte de la literatura en general o la poesía en particular, se pierde el enfoque de analizar a esos dispositivos como lo que realmente son: herramientas. Cuando son bien usadas, construyen; cuando no, destruyen. Las próximas generaciones, y las actuales, son las encargadas de definir eso y, mal que le pese a los gerentes de marketing o a los críticos de sillón, cada uno de los autores y autoras definirá eso de manera más individual que colectiva. Agrupar a todas las personas nacidas en un momento histórico puede funcionar para vender celulares, tal vez, pero no para analizar obras.

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La literatura sobrevivió a modas, modismos, generaciones e incluso a factores mucho peores : crisis económicas, dictaduras, censuras. Pensar que llega el fin de la escritura por lo que haga un centenar de jóvenes, lejos de demostrar un alta estima por la escritura, puede desnudar todo lo contrario. Con respecto al libro, no hay de qué preocuparse, todavía sigue siendo la tecnología más perfecta que se inventó para leer.

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Gustavo Yuste

Gustavo Yuste

Periodista de Cultura

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