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CULTURA | 14-06-2022 13:56

Teatro: Cuando los personajes de la historia suben al escenario

Los protagonistas del pasado brillan en escena, como lección para el presente o testimonio de dramas atemporales. Las obras imperdibles.

Desde sus albores, el teatro siempre se nutrió de hechos y personajes históricos para crear sus tramas. Sin embargo, a diferencia de un libro especializado, no está obligado a exhibir esos hechos tal cual fueron ni a hacer alarde de neutralidad. Un texto para la escena puede iluminar aspectos que le convengan a su acción y encubrir aquellos otros que la entorpezcan. Pero tiene, eso sí, el compromiso de mostrar un relato de forma seductora, emocionante, dramática; en una palabra, entretenida. Ese es el principal mandamiento de la escena mundial, porque todo lo demás se altera si se olvida este axioma.

La pluma del ineludible William Shakespeare permitió conocer los vericuetos, andanzas e intrigas de la corona inglesa a través de dramas emblemáticos comoRicardo III” o “Enrique IV”, entre otras, basadas en crónicas del historiador Raphael Holinshed, referente en la dramaturgia del teatro isabelino. Es que los hechos demuestran que por muy lejano o distante que sea el personaje central, los espectadores encuentran una especie de eco fraterno a la hora de identificarse con las circunstancias que atraviesan los protagonistas.

Luisa Kuliok

Las obras locales

La cartelera porteña tuvo infinidad de montajes que pueden servir como ejemplo. Por citar décadas más recientes y verdaderos hitos; el estreno, en 1982, de “La Malasangre”, escrita por Griselda Gambaro, que exponía la represión en tiempos de Juan Manuel de Rosas de forma metafórica. La legendaria presentación en 1984, y en el Teatro San Martin, del gran Darío Fo con “Mistero Buffo”, donde hacía hincapié en la amoralidad de algunos miembros de la jerarquía eclesiástica, lo que provocó atentados con gas lacrimógeno por un grupo ultra católico. En el mismo año y lugar, se montó “Galileo Galilei” de Bertolt Brecht, con protagónico de Walter Santa Ana, centrada en la vida del científico italiano. La pieza original de 1939 fue criticada por el alejamiento de los hechos reales, ya que el autor alemán pretendía hacer una crítica de las autoridades contemporáneas.

Walter Santa Ana

La lista, interminable, e imposible de detallar en estas líneas incluye, por ejemplo, las múltiples miradas sobre Eva Perón, en todos los géneros. Más recientemente, también se sumanYo, Encarnación Ezcurra” con dramaturgia de Cristina Escofet y actuación de Lorena Vega, como la mujer de Rosas, artífice en las sombras de la Revolución de los Restauradores y figura maltratada por la historia oficial. También “Happyland”, una sátira en clave de music hall escrita por Gonzalo Demaría, que hizo foco en María Estela Martínez de Perón (o, simplemente, Isabelita) interpretadas por Alejandra Radano y Josefina Scaglione, respectivamente, y va de la reclusión de la ex presidenta luego del derrocamiento, a su pasado, en un cabaret panameño, antes de conocer al General.

Pacho O'Donnell

El historiador y escritor MarioPacho” O’Donnell, cabal hombre de la cultura argentina, es quien más se ha dedicado a este tipo de dramaturgia, combinando sabiamente sus dos pasiones. De su imaginación nacieron piezas como “Vincent y los cuervos”, donde el protagonista es Vincent Van Gogh; “El sable”, una profunda reflexión sobre el poder en la figura de Rosas; “El encuentro de Guayaquil”, en la que se refiere al momento en que San Martín y Simón Bolívar debaten acerca de las luchas por la independencia; y “La decisión”, actualmente en la sala El Tinglado, en la que se conjetura un encuentro entre el fantasma de Leandro Alem y Lisandro de la Torre.

Aldo Pastur y Daniel Dibiase

“Lo histórico da la textura de la obra teatral. Utiliza el pasado potente para hablar del presente. O de lo eterno; los celos, la muerte, la esperanza, el odio, la virtud. También del futuro, porque los errores del porvenir son la consecuencia de un presente que no supo aprender del pasado. Aunque no sea su intención, ¿quién puede negar el efecto pedagógico del teatro histórico? -reflexiona O’Donnell-. El riesgo es servir de ‘escape’ a las tensiones dramáticas. El comentario menos agradecible es ‘Hoy aprendí mucha historia’ o ‘Me di cuenta de todo lo que no sé de historia’. En 'La Decisión' el disparo que pone fin a la vida de Lisandro de la Torre no sale de su revólver sino del de Leandro Alem. ‘Eso no fue así’, podrá decir algún conocedor, pero es verosímil si se comprende que es el espectro del creador del radicalismo en cuya desesperación y decisión suicida se espeja de la Torre. ¿Qué mejor que apelar a estos dos personajes para llevar al teatro la repulsa a la corrupción política, a la impunidad insolidaria del 'círculo rojo'?”, concluye.

Lorena Vega

Los artistas

La voz de los artistas también es fundamental para intentar comprender del todo por qué seduce tanto al público este tipo de expresiones. La talentosa actriz Luisa Kuliok encarna a Juana Azurduy en “Juana ¡vive!”, basada en un texto de Andrés Lizarraga, espectáculo actualmente en gira. “Su gesta inconmensurable para la creación de una patria libre y soberana, pero además en tiempos de oscurantismo, hacia el ser femenino sometido a la secular cultura patriarcal. Interpreté mujeres heroicas en el teatro y en la TV, pero nunca me le había animado a una mujer que hubiera existido en la verdad, en el misterio y las violencias reales de la vida”, confiesa sobre su atracción por la heroína.

Severino Di Giovanni y Ariel Núñez di Croce

Por su parte, el joven actor, director y autor Ariel Núñez Di Croce, asumió el riesgo de adaptar el libro “El idealista de la violencia”, de Osvaldo Bayer y llevó a escena “Un hombre peligroso”, donde se cuenta la vida del anarquista italiano Severino Di Giovanni. La notable y excelente experiencia de teatro independiente, se ofrece en la sala “Sigue la polilla” de Boedo. Allí, catorce intérpretes y sólo treinta espectadores se involucran al integrarse a un montaje que requiere su participación activa al punto de mimetizarse con los actores durante algunas de las escenas.

Happyland

“Las utopías me enamoraron desde pequeño. Al descubrir la anarquía y sentirla propia, necesité hacer una obra para acercar su significado al público. Quería esparcir la idea utilizando un 'espectáculo' como disfraz, como vehículo. ¿Pero quién sería el conductor de ese vehículo? Necesitaba un héroe, un 'Robin Hood', un personaje que empatizara con el público. Gracias al libro de Bayer, conocí a Di Giovanni e inmediatamente supe que era él. Su valentía, su rebeldía, sus ideas y acciones, sus reflexiones y decisiones, en fin, su vida entera de novela me atrapó y no me soltó nunca más”, cuenta.

En definitiva, el teatro es un reflejo de los grandes sentimientos y pasiones de cada generación. Nos congrega para dar forma a lo informe, para dar voz al silencio, para hacer humano lo inhumano, para mostrar lo que no puede ser dicho.

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Jorge Luis Montiel

Jorge Luis Montiel

Periodista crítico de artes y espectáculos.

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