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CULTURA | 03-12-2019 12:11

Visitas: los jardines con historia de Buenos Aires

Algunos de los espacios verdes más bellos de la ciudad pertenecen a museos y centros culturales. ¿Por qué vale la pena conocerlos?

Parque Lezama es uno de los paseos públicos más lindos de la ciudad porque debe su diseño a la naturaleza de sus orígenes. Sus barrancas, se presume, fueron las que vieron llegar a Pedro de Mendoza a la tierra que luego sería Buenos Aires, pero adquirieron un aspecto parecido al que tienen hoy cuando el inglés Daniel Mackinlay las convirtió en el jardín de su propiedad.

La casa que presidía ese extenso terreno es actualmente el Museo Histórico Nacional y el predio -que en ese entonces se llamó “Quinta de los ingleses”- perteneció luego al norteamericano Charles Ridgley Horne. Éste, tras la caída de Rosas, lo vendió a Gregorio Lezama, otro apasionado por los jardines.

Lezama “introdujo en el parque senderos, esculturas en mármol y jarrones renacentistas. Plantó eucaliptos, olmos, lapachos, jacarandás, palos borrachos, camelias, arrayanes y diversas especies exóticas traídas de todas partes del mundo”, según la descripción que ofrece el propio Museo. Un paseo sugerido invita a caminar por los senderos del Parque Lezama luego de visitar el Museo y sus patios, conscientes de recorrer un jardín muy antiguo, que se interna en nuestra historia.

La ciudad está llena de espacios verdes como éste, rincones mágicos donde demorarse una tarde de verano, en la que se busque tranquilidad y aire fresco. La peculiaridad de ciertos predios que acompañan a ciertos monumentos históricos y museos, es que son en sí mismos piezas tan valiosas como las colecciones de las instituciones que los albergan. En algunos, también hay excelentes bares y restaurantes para disfrutar de una experiencia completa.

En esta nota, algunos de los patios, parques y jardines más interesantes de la ciudad y por qué vale la pena conocerlos. 

Primavera. “Hay jardines, como el del Museo Larreta o el Fernández Blanco, pensados juntos con las casas, diseñados para ellas -explica Juan Vacas, Director General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico de Buenos Aires-. Achille Duchêne, el paisajista del Palacio Errazuriz (hoy Museo de Arte Decorativo), trabajó con el arquitecto René Sergent, para pensar un jardín para esa casa. Eran casi salones al aire libre. Y hoy los museos los usan en ese sentido”. 

Museos y jardines

Especialmente en esta época del año, la programación al aire libre se intensifica y hay exposiciones, obras de teatro, reuniones y conciertos. 

“En el Museo Larreta hacemos un concurso de esculturas y el jardín funciona como una gran sala -explica Vacas-. En el Fernández Blanco también tenemos gran cantidad de actividades en el jardín, que se restauró el año pasado. El Museo Sívori tiene un gran espacio verde con un bar, que es parte del Parque Tres de Febrero. Lo mismo sucede con el Museo Histórico Cornelio de Saavedra; su jardín es parte del Parque General Paz”.

En éste último, que queda frente a la Avenida General Paz (Av. Crisólogo Larralde 6309) y está rodeado de espacios verdes, la gente aprovecha el jardín para hacer picnics y pasar las tardes de verano.  En otros, como el Fernández Blanco, esa zona al aire libre es disfrutada en forma independiente, para descansar, reunirse con amigos o llevar a los chicos después del colegio.

Destacados. Un jardín muy particular es el de la casa de Victoria Ocampo en Barrio Parque, sede actual del Fondo Nacional de las Artes (Rufino de Elizalde 2831). Se trata de un espacio de líneas cubistas inspirado en la Villa Noailles de Hyères, en Francia, con una estética que supo combinar muy bien con los cactus que cultivaba Victoria. También se destaca el jardín del Museo de Calcos Ernesto De la Cárcova en la Costanera (Av. España 1701). La colección permanente exhibe calcos de grandes esculturas de los principales museos del mundo. Pero allí también funciona una de las escuelas de arte más tradicionales del país. En su jardín hay un bar, parte de la colección del museo y la entrada a los talleres en los que trabajan durante la semana los artistas.

El Museo Ricardo Rojas (Charcas 2837) fue diseñado por el escritor a partir su cosmovisión “eurindia”, una fusión entre los valores culturales europeos e indígenas. En el jardín, una galería-claustro muy tradicional, hay elementos de la tradición incaica, pero también una fuente en el centro, rosales, jazmines y hortensias. 

Estos son sólo algunos de los espacios verdes que adornan los museos de la ciudad, pero hay muchos otros distribuidos a lo largo del país. “Que estos jardines pertenezcan a edificios públicos, que todo el mundo puede visitar, es algo buenísimo -destaca Vacas-. Algunos de estos predios, además, han tenido restauraciones importantes en busca del diseño que tuvieron originalmente”. 

Una excelente gastronomía es el broche de oro de algunos de estos espacios que rodean a los museos. Insosyalable, el restó del Museo Evita, donde cenar en las noches de verano es toda una experiencia (Juan María Gutiérrez 3926). O la carta de mediodía de Croque Madame, en la casa del portero del Museo de Arte Decorativo y el jardín del Larreta. Son sólo un ejemplo de una experiencia completa que puede incluir todas las notas de una salida cultural: arte, historia y alta cocina.

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Adriana Lorusso

Adriana Lorusso

Editora de Cultura y columnista de Radio Perfil.

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