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ECONOMíA | 10-12-2019 13:45

Alberto Fernández pidió más a los que más tienen para erradicar el hambre

Sin mencionar retenciones al campo ni Bienes Personales, pero sí renegociación de la deuda, el Presidente prometió un "plan" económico, palabra esquiva en la era K.

Al kirchnerismo nunca le gustó anunciar “planes económicos”. Hoy, Alberto Fernández ha prometido un “plan macroeconómico”, a la vieja usanza de tantos gobiernos argentinos en una historia de recurrentes fracasos. ¿Será esta vez distinto? No se sabe, pero al menos hay un plan, una idea concebida en la cabeza de un economista no solo experto en deuda como Martín Guzmán.

Ese plan no fue explicitado por Fernández, no era su obligación sino la de quien jurará en instantes como ministro de Economía. Prometió que será un plan propio, no dictado desde afuera, es decir, por el FMI. Que saldrá de la “lógica del ajuste”. Que no prometerá lo incumplible. Sin embargo, vaticinó una relación “cooperativa” con el Fondo. No romperá con él.

El nuevo presidente, en cambio, trazó las prioridades: lucha contra el hambre y renegociación de la deuda, una de las más pesadas herencias que le dejó Mauricio Macri. El jefe de Estado llamó a superar el hambre en un país productor de alimentos y superar el “despilfarro de energías productivas”, en relación a la capacidad ociosa de la industria y el comercio. Anticipó que la economía popular, bandera de Juan Grabois, y las cooperativas agrícolas serán fundamentales en la pelea para el abastecimiento de comida, aunque tampoco entró en detalle. Pero aclaró que el objetivo es crear empleo privado y para ello promoverá la incorporación de los beneficiarios del salario social complementario en el mundo laboral, algo que Macri pretendió sin éxito. Igual que su antecesor, prometió fomentar el primer empleo, en este caso con becas para sumar jóvenes a empresas pero también a cooperativas de la economía popular. 

Prometió que los “únicos privilegiados” serán los pobres. Y un sistema masivo de créditos que preste a bajas tasas de interés. Es de suponer que usará para ello a la ANSES. 

Ratificó que no impulsará el presupuesto 2020 hasta renegociar la deuda. Se refirió a la necesidad de reducir su peso para poder crecer, lo mismo que sostenía Néstor Kirchner en 2003. Les recordó a los bonistas que “tomaron el riesgo de invertir en un modelo que ha fracasado” en todas partes del mundo, en una aseveración quizá exagerada. Al menos, en otras naciones el modelo no derivó en riesgo de default, aunque sí en insatisfacción popular.

Llamó a un acuerdo básico de “solidaridad en la emergencia” entre sindicatos y empresas, incluidas las del campo. Pacto de precios y salarios para controlar la inflación. Pero además enviará al Congreso un proyecto de Consejo Económico y Social que dicte políticas de largo plazo. Advirtió que “hasta eliminar el hambre” pedirá “un mayor aporte solidario de los que más tienen”, en un anticipo de presuntas subas de retenciones y del impuesto a los bienes personales.

Dijo que incentivará la producción, no la especulación. Como tantas veces en la historia hicieron otros políticos argentinos, abogó por agregar valor a las exportaciones. Habló de “transformar la estructura productiva” e incluyó a los recursos naturales, la industria y los servicios, es decir, todos los sectores. 

Anticipó que reactivará la obra pública, que tuvo un breve boom con Macri en 2017, antes del ajuste del 2018. En un intento por despejar los temores de un regreso a la era K, prometió “transparencia” en los contratos. En cuanto a las obras, se refirió a rutas, edificios públicos, infraestructura hidráulica, vivienda y hábitat, es decir, mejoramiento de barrios precarios.

Fernández habló de medio ambiente, un tema netamente económico. Ratificó su compromiso con el Acuerdo de París, aunque tampoco explicó cómo lo cumplirá, sobre todo si persiste en defender Vaca Muerta como motor de desarrollo.

Dijo que la Argentina no debe aislarse sino integrarse a la globalización, pero de manera inteligente. Muchos antes prometieron lo mismo, pero incumplieron. Comentó que será la Cancillería de Felipe Solá la encargada de promover exportaciones e inversión extranjera. Sostuvo que robustecerá el Mercosur “más allá de cualquier diferencia personal”, en referencia a Jair Bolsonaro. Buena intención, pero el presidente de Brasil pretende otra cosa del Mercosur: abrirlo al libre comercio con otros países y bloques, licuarlo. 

Con su discurso inaugural, a Fernández se le acaban los tiempos de las palabras. Comienzan los de los hechos.

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Alejandro Rebossio

Alejandro Rebossio

Editor de Economía y columnista económico de Radio Perfil.

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