Friday 19 de April, 2024

SOCIEDAD | 15-04-2023 08:42

La edad del consentimiento sexual: el origen de lo prohibido

El caso de Jey Mammon y la discusión sobre cuándo un menor puede consentir una relación. Asimetría de poder, roles de género y los valores culturales de cada época.

La pregunta parece prohibida: ¿puede un menor de edad tener relaciones sexuales con un adulto? Por más incómodo que resulte, el interrogante es clave para analizar los dos casos que explotaron en las últimas semanas: el del productor Marcelo Corazza y el del conductor Jey Mammon. A pesar de que en el discurso público la respuesta pueda ser tajante, en el ámbito académico y jurídico el consentimiento es un tema complejo que pone en juego variables como la asimetría de poder, los roles de género y los valores culturales de cada tiempo. De lo contrario, ¿de qué otra forma se explicaría que los mismos actos que hoy son repudiados de forma categórica fueran vistos como naturales hasta hace apenas unos años?

En Argentina, la ley establece que a partir de los 13 años una persona puede consentir una relación sexual. Sin embargo, no se trata de un criterio universal y, de hecho, la edad del consentimiento es un tema que se encuentra hoy en pleno debate. En países como Francia, por ejemplo, hace apenas dos años se fijó el límite en 15 -hasta ese entonces no había una edad determinada- y en América latina las legislaciones contemplan un amplísimo abanico que va desde los 12 a los 18. Y aunque en Occidente parezca distópico, hay regiones del mundo donde todavía es legítimo que una nena de 11 se case con un hombre de 40.

Marcelo Corazza

Desde el momento en que se conoció la investigación judicial contra Corazza y la denuncia contra Mammon se instaló en los medios la palabra “pedofilia”. A pesar de que se trata de casos muy diferentes, la condena social contra los dos hombres fue contundente y no faltaron aquellos que hablaron de su monstruosidad o que los señalaron como psicópatas. Sin embargo, cuando se observan las estadísticas y la historia, se advierte que este tipo de actos es mucho más frecuente de lo que cualquiera pudiera suponer.

En el universo médico psiquiátrico se define a la pedofilia como un trastorno en el que el afectado siente excitación o placer sexual a través de actividades o fantasías sexuales con niños o adolescentes. Los primeros en utilizar el concepto fueron los griegos. En aquella sociedad era común -y aceptable- que los jóvenes de entre 13 y 19 años tuvieran relaciones sexuales con sus maestros. Pero no es necesario ir hasta la antigüedad para encontrar famosas historias de este tipo. En el siglo XIX, en Argentina, José de San Martín se casó a los 34 con Remedios de Escalada cuando ella tenía 14. Y en el siglo XX, en 1955, se publicó “Lolita”, la historia “amorosa” de un hombre de 40 años con su hijastra de 12 que se convirtió en una obra maestra de la literatura universal.

José de San Martín

Estas historias se repiten en el anonimato. Basta con conversar en la mesa familiar sobre las edades que tenían los padres, los abuelos o los tíos. ¿Serán el producto de la sociedad en la que fueron educados? Para analizar estos temas, la segunda mitad del siglo XX trajo dos novedades: el reconocimiento de las infancias y la perspectiva feminista, que por primera vez incluyó el asunto de los estereotipos de género.

Sucede que por más que en la actualidad nadie ponga en duda que los niños y niñas son sujetos de derechos, en la historia de la humanidad su visibilidad es muy reciente. El intelectual estadounidense Lloyd deMause fue uno de los primeros en estudiar el tema. En 1982 escribió: “La historia de la infancia es una pesadilla de la que hemos empezado a despertar hace muy poco. Cuanto más se retrocede en el pasado, más expuestos están los niños a la muerte violenta, el abandono, los golpes, el terror y los abusos sexuales”.

Jey Mammón

Quizás ahí se encuentren algunas de las razones por las que cuesta tanto hablar de abuso sexual infantil. Cuando sale a la luz una historia en la que un adulto fuerza a un niño a tener relaciones a través de la violencia o la coerción, comprender la dimensión de ese acto resulta bastante sencillo. ¿Quién podría decir que eso no es un delito? Sin embargo, hay situaciones más sutiles que no incluyen la fuerza ni la coerción directa, pero que no dejan de ser abusivas.

Penalidad y cultura

Los movimientos feministas fueron clave para que se modifique la ley argentina. En 1999 se modificó la ley 25.087 que pasó de llamarse de “Delitos contra la honestidad” a “Delitos contra la integridad sexual”. Los legisladores decidieron, además, elevar la edad del consentimiento de 12 a 13 años.

Betina Riva es historiadora e investigadora de la Universidad Nacional de La Plata y se encargó de estudiar de qué forma entendían el consentimiento sexual los fiscales y jueces de fines del siglo XIX y principios del XX. Su objetivo era responder una pregunta que, a simple vista, parece sencilla: “Quien puede querer, ¿quiso?”. “¿Podemos decir que una persona por el solo hecho de cumplir 12 o 13 años está en condiciones de entender todo lo que implica una relación sexual? Analizando aquellos expedientes veía que aparecían estereotipos de género muy marcados: que las mujeres debían tener más cuidados, que los varones siempre debían querer tener sexo, que los homosexuales eran desviados. Me aterra que no veo tantas diferencias con lo que escuchamos hoy. Los mayores cambios son discursivos, hoy escuchamos un poco más a las víctimas, pero sigue apareciendo primero el cuestionamiento”, aseguró a NOTICIAS.

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Para Riva, pensar en subir la edad de consentimiento en el sistema penal no resuelve el asunto. “Es cultural. Se escuchan frases permanentemente: ‘Parecía más grande’, ‘yo no le voy a pedir el documento’, ‘las chicas ahora vienen más desarrolladas’. Eso no lo resuelve una ley. Tiene que ver con los roles de género, con pensar qué les enseñamos a querer a los varones y qué les enseñamos a querer a las mujeres”, sostuvo.

En la misma línea reflexionó Francisco Broglia, abogado y defensor del Servicio Público Provincial de Defensa Penal de Santa Fe. “Creer que el sistema punitivo va a resolver la problemática de los abusos sexuales infantiles es realmente absurdo. Como dice Paul Preciado, somos parte de una sociedad farmacopornográfica. Nuestra ESI fueron las películas porno donde muchas de estas cosas están habilitadas”, aseguró.

Broglia, además, aseguró que el esquema de los delitos sexuales en Argentina es complejo. Ningún niño de menos de 13 años puede prestar consentimiento porque la ley presume que no tiene capacidad para comprender el acto. “La mayoría de la doctrina y de la jurisprudencia entiende que es una presunción que no admite prueba en contrario”, aseguró el experto.

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De los 13 a los 16 años aparece la figura del estupro. “Establece que en esa franja deben existir determinadas condiciones para que haya delito. Es decir, no alcanza con la existencia de una relación sexual con un menor”, agregó Broglia. En esa edad, según la ley argentina, un adolescente puede tener relaciones sexuales consentidas con un adulto y para que se trate de un delito se debe probar la inexperiencia del menor y el aprovechamiento por parte del mayor. “Ese aprovechamiento puede aparecer por la relación asimétrica, por una diferencia de edad muy marcada. Es una figura polémica porque cuando uno lee la doctrina se ve que siempre se la pensó en función de relaciones heterosexuales y que es una figura todavía muy asociada a esa idea de honestidad, del hombre mayor que va a robarle la honestidad a una joven a través de viciar su consentimiento”, agregó.

A partir de los 16 años aparece la figura de corrupción de menores. “También es un concepto problemático porque no está definido qué es en el Código Penal. ¿Qué es la corrupción? Si leés a Soler, es la desviación de la normalidad sexual. ¿Y qué es la normalidad sexual? En los libros viejos de derecho penal se habla de la homosexualidad como una anormalidad”, finalizó.

Tapa Nº 2415: Pedofilia. Ensayo sobre lo prohibido

Poder y asimetría

Una reconocida psiquiatra que trabaja en el ámbito judicial como perito retomó la idea de que el sistema penal no solo no es suficiente sino que vuelve una y otra vez a cuestionar a las víctimas. “No se trata de que simplemente se le crea a cualquier denunciante. Obvio que se debe investigar. Pero en los delitos sexuales, como en ningún otro, primero se pesquisa vida, obra y salud mental del denunciante antes que del posible agresor. Ahí ya tenés un punto de partida. Y la realidad es que mi experiencia me demostró que vienen chicas y chicos de 12, 13 y 14 que aseguran que querían estar con su agresor, pero cuando indagás ves una vulnerabilidad tremenda de la que el otro se aprovechó. Lo veo todos los días”, aseguró a NOTICIAS.

En la misma línea opinó Susana Toparosi, psicoanalista de niños y adolescentes, autora de “En carne viva. Abuso sexual infantojuvenil”. “Cuando hablamos de niños y adolescentes hablamos de personas en plena constitución psíquica. No podemos decir que un adolescente puede estar en una relación de paridad con un adulto”, aseguró.

Además, subrayó el sesgo cultural que inevitablemente tiene este tema. “Hace no tantos años, si una chica quedaba embarazada producto de una violación, ella era la cuestionada. También se naturalizaba que una adolescente de 14 estuviera con alguien 15 años mayor, pero hoy podemos pensar qué pasaba con ella en relación a formular sus propios deseos y anhelos. Muchas de esas relaciones sucedieron cuando no había instrumentos para pensarlas de la misma forma que hoy”, agregó.

Sergio Grosman es médico psiquiatra y presidente del capítulo de psicoterapias de la Asociación de Psiquiatras Argentinos. Al igual que Toparosi, para él no hay grises: “Lo que pasa cuando vemos un adolescente de 15 años con alguien que lo dobla en edad es que hay una enorme diferencia de poder, generalmente dada por la posición económica, por la posición de autoridad. Por supuesto que hay formas de abuso en las que se atemoriza y otras formas en las que la persona de menor poder es ‘seducida’ por el adulto”, sostuvo.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada cinco menores es víctima de abuso sexual antes de cumplir los 17 años. Está claro que no es lo mismo forzar a un menor de edad a tener relaciones sexuales o que lo haga con voluntad, tampoco es igual que el chico tenga 11 o 17 años. Sin embargo, de lo que no caben dudas es que se trata de una etapa de vulnerabilidad y que los adultos mayores son los responsables de su cuidado y de su protección. 

 

por Giselle Leclercq y Marcos Teijeiro

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