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SOCIEDAD | 25-05-2020 00:44

Las mujeres en la Revolución de Mayo: un rol clave que fue silenciado

Muchas estuvieron en lugares claves, más allá de ser “esposas de”. Los casos de Mariquita Sánchez, Casilda Igarzabal y Guadalupe Cuenca.

Hace 210 años atrás las mujeres criollas tenían un rol clave: muchas ayudaban a llevar adelante la Revolución. No sólo aconsejaban a sus esposos o abrían las puertas de sus casas para reuniones secretas y peligrosas, sino que también participaron en los combates y hasta opinaban de política a la par de ellos. Sin embargo, los grandes héroes de la historia fueron los hombres del primer gobierno patrio, y el rol fundamental de las mujeres para la liberación de la región fue invisibilizado: pasaron a la posteridad como amas de casa, parteras y costureras. Con el fin de destrabar ese mito, NOTICIAS habló con tres especialistas que darán detalles del papel político que jugaron las damas entre 1800 y 1810.

Gilda Manso, escritora, periodista y autora del libro “La historia argentina contada por mujeres”, dice: “La historia la contó el patriarcado. Las mujeres estaban ahí, pero fueron invisibilizadas porque las cosas que hacían, supuestamente, no eran imprescindibles. La normalidad era eso, que se ocuparán de la casa o sus hijos. Cuando la Revolución tuvo lugar, y los hombres se vieron obligados a luchar o a buscar trabajos en otras ciudades, ellas tuvieron que hacerse cargo de los comercios familiares, de las estancias, de los negocios. Fueron fundamentales para mantener la vida por fuera de la batalla. Esto, al parecer, no era importante”. Del mismo modo, agregó que su participación pública estaba muy limitada ya que dependían del permiso de su esposo o su padre, que en la mayoría de los casos no se lo permitían.

Si bien en la vida pública las mujeres estaban prácticamente invisibilizadas, dentro de sus casas, la historia cambiaba. Muchas de ellas, como Mariquita Sánchez de Thompson y Casilda Igarzabal, esposa de Nicolás Rodríguez Peña, eran salonnière, es decir, imitaban el accionar de las francesas que abrían los salones a intelectuales y políticos durante el siglo XVIII. En ese sentido, la escritora e historiadora Gabriela Margall explicó: “Ante todo, es importante recordar que el sistema de gobierno era una monarquía y la opinión pública era vista con mucha desconfianza, los periódicos podían ser cerrados por las autoridades sin que nadie se escandalizara. Precisamente por esta razón, los salones privados se convirtieron en escenario de discusión política y las mujeres que eran dueñas de casa, se volvieron famosas por organizar esos salones. De modo que ‘abrir las puertas de sus casas’ era una opción y una posición política clara”.

La apertura de los salones porteños, el espacio dónde los hombres de la élite se encontraban a debatir la coyuntura política y económica luego del apresamiento del rey Fernando VII, así también como tomar decisiones sobre qué hacer con el futuro del Río de la Plata, no era el único trabajo de las damas: también tomaban la palabra. “El mundo de la política era muy distinto al de ahora, por eso, al no estar complemente diferenciado el ámbito público de lo privado, las mujeres tenían posibilidades de participar en reuniones, aconsejar a sus maridos y hasta esgrimir posiciones y accionar en conjunto con otras mujeres – que, obviamente, siempre eran esposas antes que mujeres-. Los encuentros de los hombres del mundo de la política en el ámbito doméstico les permitían a las ellas estar dentro de lo político, aunque no siempre pudieran intervenir directamente en él”, resaltó la doctora en Historia e integrante del CONICET Guillermina Guillamon. Asimismo, la profesora de la Universidad Tres de Febrero agregó que una de las figuras más importantes fue Sánchez de Thompson, no sólo por ser una salonnière sino que además “constituyó a sí misma como una de las principales referentes del espacio público, siendo capaz de disputar los derechos de las mujeres a decidir sobre sí mismas pero también a acceder a cargos públicos”.  

No hay dudas que dentro de los hogares el acto político estaba marcado, pero dentro de ellos hay muchos mitos que giran entorno al trabajo que realizaron las referentes femeninas durante la Revolución de Mayo. Por ejemplo, hay una versión que indica que la madruga del 18 de mayo de 1810, Casilda Igarzabal fue la que convenció junto a otras esposas de la alta sociedad porteña al comandante del Regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, para que se reuniera con Manuel Belgrano y Juan José Castelli con el fin de conspirar contra el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, reunión que culminó con el Cabildo Abierto del 22 del mismo mes. Sin embargo, esos datos no están actualmente certificados y en los documentos que permiten reconstruir la historia la voz de las mujeres aparecen mediatizados y tamizados por la subjetividad masculina ya que la mayoría de ellas eran analfabetas. Con el objetivo de deconstruir a las figuras que también fueron protagonistas y no solo “mujeres de”, Guillamon sentenció: “Recién en los últimos años, historiadoras y sociólogas se adentraron en las cartas y diarios para dar cuenta de cómo las mujeres se agenciaban en otros planos de la experiencia cotidiana y, muchas veces, disputaban el rol preestablecido para la época. El desafío es, entonces, cómo abordar las mismas fuentes para ahora reconstruir un relato que problematice los vínculos entre hombres y mujeres, visibilizando las trayectorias y experiencias de mujeres no sólo se destacaron por ser “esposas”, “madres”, sino por construir y agenciarse desde otros roles como los militares, culturales, sociales, entre otros”.

Las tres figuras que rompieron con el mote de “ser sólo amas de casa”

Guadalupe Cuenca: Las cartas que le escribió a su esposo, Mariano Moreno, dan cuenta no sólo del vínculo amoroso y del sufrimiento ante su ausencia, sino que dan testimonio de cómo las mujeres sabían de los movimientos y enfrentamientos políticos posteriores a la “revolución de mayo”. Toda la correspondencia epistolar -que nunca llegó a ser leídas por Moreno, dado que fallece en altamar- constituyen una de las mejores fuentes para reconstruir la disputa entre Moreno y Saavedra en torno a qué tipo de autogobierno constituir una vez apresado el rey Fernando VII. En sus escritos, Guadalupe describe con exactitud cómo los “morenistas” –considerados como el grupo más radical de los “patriotas”- son quitados del escenario político, perseguidos y calumniados por los “saavedristas”, quienes hegemonizarán posteriormente la Junta Grande y tomarán una postura moderada respecto de la independencia. Así, antes que “cartas de enamorados” –como se las suelen describir- son un testimonio de cómo una mujer que aun estando fuera de los espacios de participación política, tenía una visión clara y estratégica de cómo las ambiciones enfrentaron a los principales referentes de la “revolución de mayo”.

Casilda Igarzabal: Fue una salonnière de la época virreinal y la esposa de Nicolás Rodríguez Peña, quien, junto a su hermano Saturnino Rodríguez Peña, estuvo involucrado en los movimientos de revolución e independencia incipientes que se desarrollaron a partir de la primera invasión inglesa de 1806. De modo que Casilda Igarzábal estuvo en contacto directo con participantes de la revolución de mayo desde el inicio y su participación como salonnière en los movimientos de 1810 es muy conocida. Existe una historia que cuenta que habló de manera directa con Cornelio Saavedra y lo insta a hacer la revolución del 25 de mayo. Es un episodio difícil de comprobar y por más que sea interesante pensar la intervención directa de una mujer en la Revolución de Mayo, lo cierto es que ni siquiera los protagonistas de la revuelta tenían en claro qué camino seguir o qué hacer, no había "manual" para una revolución.

Mariquita Sánchez de Thompson: Desde el juicio de disenso y su polémico casamiento con su primo, Mariquita fue capaz de disputar y enfrentarse como una par a los actores políticos de la época al tiempo que se convirtió en una constructora de espacios de debate e intercambio. Así, su casa fue espacio de tertulias culturales, pero también de encuentro para apoyar la causa revolucionaria.  La revolución no sólo le permitió resignificar el ámbito doméstico y posicionarse como una mujer capaz de trascender lo privado y situarse en el ámbito de lo público, sino de establecer lazos con otras mujeres y apoyar el proceso revolucionario mediante la donación de joyas y otros bienes materiales.

 

*@vanjuleon y @pilarpadula, alumnas de periodismo de la Escuela de Comunicación de Perfil.

 

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por Vanesa León y Pilar Padula

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