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SOCIEDAD | 31-12-2020 09:38

Legalización del aborto: Romina Tejerina y el tiempo que le tocó

La aprobación de la ley trajo a la actualidad la causa de la joven condenada por el asesinato de su hija recién nacida. Una historia trágica que instaló los debates feministas.

Romina Tejerina. El nombre apareció en las redes sociales y también en la calle. Es parte del ritual de las marchas de mujeres: se canta, se baila, se usa glitter, pero también se conversa y se revisa la propia historia. Faltaban todavía algunas horas para que los senadores aprobaran la legalización del aborto y el caso de la chica jujeña que a los 19 años dio a luz en el baño de su casa y apuñaló a la niña recién nacida porque vio en ella la cara de su violador, sacudió las memorias. El juicio mediático del 2005, por el que la Justicia la condenó a 14 años de prisión, había empujado a la sociedad a discutir sobre el feminismo cuando el feminismo todavía no era mainstream: los abusos sexuales, los silencios, la maternidad y el machismo en la Justicia. Quince años después, quienes la acompañaron en su defensa, celebran la ley, pero sobre todo, las transformaciones sociales: “El tiempo que le tocó a Romina fue atroz. Hubo mucho aprendizaje”, afirma Mariana Vargas, su abogada. 

Vargas era una abogada recién recibida en febrero del 2003, cuando se acercó a ella Mirta Tejerina, la hermana de Romina. No fue el único caso de este tipo en el que trabajó: en 2007 representó a N., una estudiante de 17 años de San Pedro que fue violada y golpeada brutalmente y a la que se le impedía acceder a un aborto. A fines del 2018 trabajó con la familia de la niña de 12 años que había sido abusada y a quien la obligaron a parir por cesárea una beba que murió días después. Cada causa ponía sobre la mesa discusiones jurídicas y la remitía a la historia de Romina, a quien la Justicia liberó en 2012, luego de 9 años de prisión

El trabajo de las redes de mujeres a lo largo de estos años consistió en construir consensos desde el principio. “Había que explicar, que argumentar. Teníamos que no enojarnos con los que pensaban distinto, incluso cuando nos atacaban por todos lados y nos perseguían. Nos hicimos expertas en usar la palabra y los medios para poder contar. No nos interesa plantar una bandera y listo. Había que construir. Eso siempre fue lo que nos motivó y creo que todas las que estuvimos involucradas en todo el país poníamos sobre la mesa lo mismo: la opresión de la mujer y sus consecuencias”, cuenta Vargas. Hubo algunos momentos visagras, como el fallo F.A.L. del 2011, que ayudó a las organizaciones que socorrían a mujeres y niñas. 

Hablar. El caso de Tejerina fue un antes y un después en el tratamiento profesional y mediático de estos casos. De hecho, las organizaciones feministas -al menos las que estuvieron cerca en Jujuy- dejaron de revelar la identidad de las víctimas después de observar la exposición que tuvo que enfrentar la joven. “Lo primero que se publicó de Romina cuando fue terrible. Fue una nota amarilla que contaba las puñaladas, detalles horrendos”, recuerda Vargas. 

Por eso, en paralelo a la defensa judicial, hubo que dar una batalla mediática. “Lo que hicimos fue intentar dar vuelta lo que se decía. Logramos con Jorge Coro, de “El Pregón”, hacer una nota en la que él también se conmovió. Después de eso, una mitad seguía diciendo que había que llevarla a la horca, pero otra mitad empezaba a ver algo diferente. Mucho de lo que había pasado Romina, era lo que habían pasado otras. No todo, pero sí el silencio, la culpa. Poder ponerle palabras a eso fue muy importante. Y empezamos a hablar de la “opresión” a las mujeres en medios grandes. Sin los medios, no podíamos argumentar o convencer”, agrega la abogada. 

Vargas está convencida de que si el aborto hubiera sido legal en aquel tiempo, la historia de Romina hubiera sido otra. No es una especulación basada en la imaginación: Tejerina había intentado interrumpir ese embarazo. “Quien le podía realizar el aborto -subraya Vargas- le dijo: “Sos menor, no te lo puedo hacer”. A partir de ahí, vivió una tragedia”. 

Sin embargo, las defensoras entendieron que en aquel entonces no se podía poner en este punto el centro de la discusión: “Cuando empezó la lucha por la libertad, decidimos que el aborto no fuera el eje. Lo discutimos así, tal cual. Eran otros tiempos, otro momento histórico y nosotras sabíamos que había gente que quería la libertad de Romina, que se conmovía con su historia, pero que no estaba de acuerdo con el aborto. Entonces, dimos el debate por caminos separados. Pero, sin lugar a dudas, la historia de Romina fue un punto de inflexión en la lucha del aborto legal”, reflexiona Vargas.

Cambios. Todo el proceso judicial en el caso Tejerina estuvo marcado por los tiempos que corrían. El hombre que presuntamente la violó, fue sobreseído. Sin embargo, para Vargas, la falta de perspectiva de género en la Justicia es clave para comprender qué sucedió: “Él estuvo detenido 23 días, pero en esos días de declaraciones testimoniales constantes fue brutal todo. Las preguntas que se hacían en esas audiencias a los testigos, hoy serían inviables. El alegato de la fiscal fue terrible: dijo que Romina no había sido violada y que, si hubiera sido violada, se lo había buscado porque bailaba con polleras cortas arriba de los parlantes. Hoy esto es imposible”.

Hay argumentos contra el aborto, sin embargo, que ella siguió observando de forma repetida en un caso detrás de otro: por ejemplo, que las mujeres que no quieren ser madres tienen la opción de dar a su hijo en adopción. “Por eso te aceleran un parto y te dicen que en la subjetividad de esas niñas o jóvenes no fueron madres, porque no querían”, insiste y conecta el caso de Tejerina con el de la niña de 12 años. “No ser madre es abortar. Dar en adopción, es haber sido madre. Que te fuercen a una cesárea y adelanten un parto, también es ser madre porque hay un bebé que murió”, agrega.

Las consecuencias de esas situaciones no son gratuitas. En el caso de Tejerina, se sostuvo que cuando la joven vio la cara de su violador en el rostro de la beba, tuvo un ataque psicótico y la apuñaló. En el otro caso, “la niña, ya con 13 años, le hizo una ofrenda a la hijita que en realidad quería abortar pero que la obligaron a tener”, cuenta Vargas. 

Por eso, la abogada considera que la ley es un avance inmenso para que quien no quiera ser madre, no tenga que pasar por esa situación. Sin embargo, con la mirada puesta en Jujuy, piensa en el trabajo que se deberá hacer para que la objeción de conciencia no sea un obstáculo en los hechos y que el derecho llegue a las zonas más aisladas de la provincia. “Ahí es donde tenemos que reforzar el trabajo a partir de ahora”, agrega. 

La sanción está lejos de resolver el problema en una zona del país en donde la violencia de género es tema de fondo. Sin ir más lejos, la Argentina entera se conmovió en octubre cuando se conoció la noticia de que en la provincia se habían producido cuatro femicidios en una semana. “Fue un desborde que terminó en una discusión por la ley de emergencia en violencia, por la que venimos peleando desde el 2007. El día del debate en la Legislatura nos volvimos a encontrar con Mirta Tejerina. Ella, por primera vez después de tantos años, volvió a hablar en público de Romina y lo que fue esa lucha”, cuenta Vargas. 

Mirta sigue moviéndose por los espacios de mujeres en Jujuy. Consultada por NOTICIAS acerca de la ley, respondió: “Estoy feliz porque se hizo realidad el deseo de muchas compañeras del movimiento de mujeres que abrazaron a Romina y nunca la dejaron sola”.

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Giselle Leclercq

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