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SOCIEDAD | 29-03-2020 18:22

Videos | Escenas del hambre en iglesias y comedores de Grabois

NOTICIAS recorrió Villa Fiorito, en Avellaneda, y la Villa 1.11.14, en Capital Federal. El crecimiento exponencial de los que no tienen para comer.

Son las cinco de la tarde del sábado 28 de marzo. La fila, que empieza en la puerta de la capilla “Santa María del Pueblo” en la Villa 1.11.14 de Capital Federal, ya se extendió dos cuadras. Los primeros vecinos llegaron alrededor de las tres para asegurarse su porción ni bien abran las puertas del comedor, a las seis y media. Mantienen el metro y medio de distancia que se recomienda para prevenir los contagios de coronavirus. Roxana, una de las mujeres que encabeza la espera, improvisó una especie de barbijo con un pañuelo. Hasta hace una semana, trabajaba en el sector de limpieza, pero desde que comenzó la cuarentena obligatoria, está desocupada. A Monserrat, otra de las primeras, le pasó lo mismo. El restaurante peruano en el que trabajaba cerró. Tiene tres hijos y ya se le terminó la comida que había comprado con sus ahorros

Media hora antes, en Villa Fiorito, en Avellaneda, Dora era la primera en llegar al comedor “Reciclando sueños”, que depende del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). Vive sola y cuenta que, hasta hace pocos días, se dedicaba a llevar y traer a chicos de su casa a la escuela. Desde que se cortaron las clases, se quedó sin trabajo.  

El aislamiento social preventivo y obligatorio, el modelo que la Argentina escogió como camino para contener el avance del Covid-19, fue una medida celebrada por sanitaristas y que también, hasta el momento, recibió respaldo de la comunidad científica internacional. Sin embargo, para un sector de la sociedad, sobre todo para el que trabaja en la informalidad y cobraba por día, las consecuencias son dramáticas

Los testimonio de Roxana, Monserrat o Dora son apenas una muestra. Los números de personas que no tienen para comer se multiplican día a día. En el comedor de la capilla de la villa 1.11.14, cuenta uno de los sacerdotes, pasaron de preparar 300 porciones a cocinar 1500. Lliana, la encargada del de Villa Fiorito, también lleva su registro: “Tenemos todo censado. Si antes comían 80 familias, ahora comen 250”, cuenta.

Hambre. En “Reciclando sueños” enumeran los problemas. Se incrementó la demanda de comida, dice Liliana, pero el Estado no apareció: “No sabemos hasta cuándo vamos a poder sostener. Las ayudas que estamos recibiendo son del MTE y no del Gobierno. Del municipio nada. Hasta ahora no se comunicaron del Ministerio de Desarrollo Social ni siquiera para traer un barbijo”, repite. La cantidad de personas que puede trabajar en el día a día se redujo de 35 a 15 y tuvieron que poner de su bolsillo para comprar productos de higiene

Dentro de lo posible, cumplen ciertas precauciones: la comida se sirve en la puerta del comedor y una de las mujeres de la organización deambula con un difusor con alcohol rebajado con agua que esparce en las manos de sus compañeros y de los vecinos que llegan. Les propone higienizarse las manos y los recipientes que traen. Aunque el que ordena la fila lo intenta, mantener un metro y medio de distancia en esa callecita angosta de tierra es imposible

“Teníamos 60 litros de leche, pero entre ayer y hoy ya no nos queda. Tratamos de darle un litro de leche para que se lleven a su casa los más chiquitos”, relata Liliana. En el barrio varios comedores cerraron y ella tiene miedo de no dar abasto. Por ahora, decidieron mantener una olla popular los martes y los jueves y, el resto de los días, funcionar como merendero

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La capilla de la 1.11.14 tiene una infraestructura más preparada y se convirtió en un centro de referencia de la zona. Hasta antes de la cuarentena, la escuela que funciona en sus instalaciones alimentaba a 300 chicos. Además, había una olla popular que alimentaba a unas 50 personas. Cuando se cortaron las clases, cuenta el sacerdote del lugar, continuaron recibiendo los alimentos por parte del Gobierno para el comedor escolar e, incluso, se aumentó la cantidad enviada desde el Estado. Pero la cantidad de personas se multiplicó de forma exponencial. “Se empezaron a sumar familias. El viernes 27 ya dejamos de preguntar de dónde eran. Para el martes ya estábamos preparando 1500 porciones”, relata.

La organización en las horas previas a la entrega de comida está a cargo de voluntarios de la iglesia y tienen al ayuda de los profesionales del cuartel de bomberos que está ubicado en la vereda de enfrente. Las personas aguardan con calma en la vereda y mantienen la distancia recomendada. Los gendarmes que custodian el barrio aseguran que las personas cumplen con la cuarentena y que las calles están vacías.  

A diferencia del comedor de Villa Fiorito, dice el religioso, el Ministerio de Desarrollo Social de Nación envió un camión con abastecimientos y recibieron una donación muy grande por parte de un comercio mayorista. "Lo que me preocupa mucho es qué va a pasar si el virus entra a estos barrios”, agrega el cura. Las condiciones de vida en la villa no permiten un aislamiento adecuado y, por esa razón, decidieron acondicionar el gimnasio del lugar y ofrecerlo como espacio para que los vecinos puedan aislarse llegado el momento.

Tensión. El escenario que describe Liliana se replicó con las declaraciones del referente de su organización, Juan Grabois, quien envió un mensaje de Whatsapp a sus conocidos adinerados: “Necesitamos para el lunes: 40 mil kilos de papa, 40 mil kilos de cebolla, 15 mil kilos de arroz, 15 mil kilos de fideos, 10 mil litros de salsa de tomate, 2000 litros de aceite, 100.000 jugos de mesa, 5000 litros de lavandina y 10.000 jabones blancos. O plata… 5 palos”, escribió. 

El pedido está en línea con la preocupación de algunos de los intendentes del Conurbano, que trasladaron su inquietud al Poder Ejecutivo. Y, mientras se evalúan las mejoras medidas para evitar el colapso, en los comedores sociales piden que la ayuda baje de forma urgente.

por Alejandro Rebosio y Giselle Leclercq

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