Alberto Fernández es un político hecho y derecho. Y sin embargo tiene otros mundos. Su pasión por la música, la docencia, y por el hijo y la familia. Alberto no te habla con pasión solo de política. Te enseña a pensar, a construir, a armar puentes, a discutir apasionadamente y dejar espacio para que haya una piedad al final entre nosotros, porque lo que tenemos por delante es más importante que nosotros mismos, pero no se hace sin nosotros mismos.
Alberto lleva la idea de que el protagonismo es colectivo. “Todos, todas, todes”, no se cansó de decir en campaña. Y quizá sabe el valor de lo colectivo porque es un tipo que además se bancó la soledad del llano.
Más difícil que el poder es el después del poder, esa verdadera soledad cuando dejaste de ser “imprescindible”. Y Alberto nos enseñó que uno puede renunciar al poder en nombre de sus ideas, y puede reconstruir después un proyecto por amor y amistad, como supieron con Cristina. Alberto lucha contra la idea de que la política te convierte en una máquina fría. Su foto con Brian y la gorra es natural en él.
Cuando Perón volvió al poder en el 73 se organizó una fiesta en la 9 de Julio. Fue el enorme Osvaldo Pugliese. A la noche lo recibió Perón en Olivos. Pugliese era un declarado comunista, un tipo notable, ético, que vaya si pasó noches en comisarías, fiel a sus ideas. Cuando se saludaron, Perón le dijo: “gracias por enseñarme a perdonar”. Los dos se habían perdonado. La política es también aprender a perdonar. Es desencuentros y reencuentros. Y somos muchos los que vamos a acompañar a Alberto en lo que viene: rompernos el alma por la Argentina.
* Dirigente del Frente de Todos.
por Fernando "Chino" Navarro*
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