Thursday 18 de April, 2024

OPINIóN | 14-01-2020 17:58

Autismo no es aislamiento

Una respuesta a Jaime Durán Barba.

Cuando me dijeron que mi hijo tenía autismo, en el 2014, el mundo se derrumbó a mis pies. Lloré, sentí que me desgarraba y grité por qué a mí. Autismo era una palabra demasiado insoportable para asimilar en una charla de consultorio, en el último turno del día. Lo primero que imaginé fue el futuro de mi hijo: un niño, un adolescente, un adulto hamacándose a ritmo constante con esa mirada gélida que sólo da la ausencia. Sin posibilidad de darse vuelta cuando lo llamara por su nombre o de mostrar interés por otra cosa que no fuera alinear obsesiones del mismo color. 

Ese era el autismo que había aprendido de la sabiduría popular. El que había visto en alguna película de Hollywood o escuchado en una conversación de tías con el título de bien informadas. Y es el concepto que tuve que desandar, reaprender y desafiar con tanto dolor cuando me tocó atravesarlo. Necesité esperar seis interminables, contradictorios y liberadores años para darme cuenta que esta imagen, adherida a las mañas sociales, tenía otro nombre: prejuicio. E ignorancia. 

Al final, mi hijo no se hamacó. Pudo aprender a leer y escribir, pudo arrodillarse y pedirme "casamiento" con el ademán del príncipe de un cuento de hadas y jugar a "Marco Polo" en la pileta con sus hermanos, riéndose como un loco. Porque el autismo no es aislamiento. Ni falta de interés por el otro. Ni imposibilidad de comunicarse. Es simplemente otra forma de hacer todo esto, con ciertas particularidades y necesidad de apoyos extras.

El gurú del macrismo, Jaime Durán Barba, incurrió en el mismo error conceptual cuando tituló su artículo "Autismo y alteridad", publicado por el diario Perfil, para graficar el aislamiento internacional en el que podría caer el Gobierno si avanzaba en determinadas posturas diplomáticas. 

Por desgracia, el uso del término autismo todavía sigue siendo demasiado común en análisis periodísticos de índole política cuyos autores no logran aprovechar la riqueza del idioma castellano que tan pródigo es en sinónimos. El problema aquí no sólo radica en las falsedades y  mitos que se refuerzan con esta idea, sobre un trastorno que afecta a cada vez mayor cantidad de gente, sino que se la utiliza de manera peyorativa para señalar una conducta reprochable. "El gran problema de Cristina fue el autismo. Ella creía que sabía todo", había dicho Durán Barba, en el 2016, sin temor a repetirse cuatro años después

Si ser autista no está bien; si eso significa vivir aislado; si no hay comunicación posible, ¿cómo hacemos entonces para que nuestros niños se incluyan en la escuela? ¿cómo hacemos para explicarle a un compañero de grado que no debe tener miedo a lo diferente? Primero fue negro; después, gordo; luego, mogólico, homosexual y ahora, autista. Esto también exige que la sociedad haga un esfuerzo por deconstruirse. Bien lo sabe Durán Barba: en política, como en la vida, el lenguaje crea relatos, realidades. Y somos muchos los que nos hubiéramos ahorrado años de sufrimiento de haber sabido, a tiempo, que con un hijo con autismo se puede ser feliz.

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María Fernanda Villosio

María Fernanda Villosio

Editora de Información General y columnista de Radio Perfil.

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