Doble comando es una expresión que los que no somos millennials y leíamos los medios hace 10, 11 o 12 años conocemos muy bien. La empezamos a usar cuando Néstor Kirchner le legó el gobierno a su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, en diciembre de 2007, pero igual siguió tomando decisiones a la par de ella. Entonces había una jefa formal, constitucional, y un jefe en las sombras, un supervisor de facto, que controlaba y muchas veces corregía lo que hacía la Presidenta. Había dos comandos. ¿Les suena?
Hoy pasa lo mismo, pero ya sin Néstor. El nuevo doble comando es de CFK y Alberto Fernández, al que ella eligió como su candidato a Presidente (acompañándolo como vice) porque pensaba, en el fondo, que la elección no podía ganarse. Pero la ganaron. Y ahora están los dos. Ella, la dueña de los votos, y él, el dueño de la lapicera. El poder formal y el poder detrás de escena.
Ella ya le llenó las boletas legislativas de camporistas, y ahora le avisó que quiere por lo menos tres ministerios clave: el de Justicia, el de Interior y la AFI, antes llamada SIDE. Él aún no le confirmó nada.
Cuando sus amigos le hablan de la jefa, Alberto les dice: “Yo no tengo jefa”. Textual.
También dice lo siguiente: “Ella sabe que no me puede manejar, un día ya le renuncié y estuvimos diez años peleando”. Se refiere a la época del viejo doble comando, cuando Alberto era el jefe de Gabinete que iba y venía entre Néstor K y CFK para que ellos se pusieran de acuerdo, hasta que se cansó de chocar con los dos, no aguantó más y se fue. Aquella experiencia de dos jefes en simultáneo terminó con la peor derrota político del kirchnerismo en sus doce años de poder, la del voto “no positivo” de Cobos y el fin de la guerra con el campo. Tuvo que morirse Kirchner, dos años después, para que Cristina pudiera afirmarse como figura central del poder.
¿Qué pasará ahora? La pelea que viene ya se siente, se huele, es inevitable. Bienvenidos al nuevo doble comando.
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