Tuesday 19 de March, 2024

OPINIóN | 02-04-2020 19:04

La fe en tiempos de coronavirus

La cuarentena nos puso frente a la responsabilidad de cuidarnos para cuidar al otro, y nos recordó lo importante que es estar juntos, inclusive para rezar.

La fe trata de la relación con Dios, pero también con los demás. No es una fe individualista, sino comunitaria. De hecho, la palabra “iglesia” viene del griego “asamblea”, reunión de personas. El aislamiento obligatorio dictado el 19 de marzo, nos puso frente a la responsabilidad solidaria de cuidarnos para cuidar al otro, y nos recordó lo importante que es para todos reunirnos, estar juntos, inclusive para rezar.

Ese día los obispos reunidos en la Conferencia Episcopal emitieron un comunicado: “El distanciamiento social como medio de prevención puede estar acompañado de una gran cercanía espiritual de modo que, aunque físicamente aislados, nadie se sienta solo”. En sintonía con otras manifestaciones culturales, la tecnología sirvió como base de conexión para esa corriente espiritual que nos vincula con Dios y entre nosotros. Ante la imposibilidad de juntarnos en los templos o capillas, reunidos en nuestras casas como los cristianos de los primeros siglos surgieron centenares de iniciativas para mantenernos juntos en oración, a la vez que proliferan expresiones de caridad y ayuda al prójimo, especialmente en zonas carenciadas.

El miércoles 1 de abril se conmemoraron los 500 años de la primera misa celebrada en territorio argentino. Iba a ser una gran celebración social, pero se transformó en un signo especial: lo que fue una oración pequeña con corazón universal, se hace presente entre nosotros con ese mismo espíritu fundacional.

Las nuevas circunstancias impulsan la creatividad y muestran algunas posibilidades de la vivencia católica que en el día a día pasan inadvertidas. Por ejemplo, Belén y Lucas decidieron bautizar en su casa al recién nacido Ramón. “Este sacramento es clave en nuestra fe y no queríamos postergarlo. Hacerlo en familia y con sus hermanitos fue una buena oportunidad de que ellos vivieran en primera persona que Jesús siempre está con nosotros”. Efectivamente, en la Iglesia católica, en un contexto extraordinario, cualquiera -incluso un no católico- puede bautizar si lo hace en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Recitales, encuentros familiares, clases, conferencias… y misas online han proliferado en en tiempos de coronavirus. Quizá nos preparan para tiempos más difíciles por venir.  Desde la misa diaria del Papa Francisco en Santa Marta, a los diferentes santuarios de la Virgen en el mundo, hasta la parroquia de la vuelta -en la que el cura puso la foto de sus fieles en los bancos- y un sacerdote solo en medio del campo. Testimonios, rosarios en conjunto, a veces en distintos idiomas desde continentes lejanos, adoraciones eucarísticas por Instagram, cantos y silencios. Siempre todos juntos rezando, para que nadie se sienta solo. El domingo pasado, el padre Juan Andrés Verde (@gordo.verde), un mediático joven sacerdote uruguayo, congregó a 1500 personas, que luego subían fotos de sus altares improvisados en livings o jardines.

La costumbre de confesarse antes de la Pascua resulta imposible en tiempos de cuarentena: este sacramento de la misericordia de Dios es siempre personal, cara a cara. Por esto, el Papa se adelantó a la situación: “Si tú no encuentras un sacerdote para confesarte, habla con Dios, que es tu Padre. Pide perdón con todo el corazón y prométele que luego te confesarás, pero habla pronto con Él y recibirás la gracia de Dios”. En línea con el consejo de Francisco, en la página del Opus Dei (opusdei.org.ar) ofrecemos recursos audiovisuales para reflexionar sobre la vida cristiana. “Reset, volver a empezar” invita a recomenzar a partir de las historias de personas que tras años alejados de la Iglesia se reencontraron con Dios en la confesión: lograron poner su contador en cero y librarse de la mochila de heridas con que cargaban, para seguir adelante con nueva ilusión. 

El 27 de marzo, desde la plaza San Pedro casi vacía, bajo una lluvia persistente y un cielo gris oscuro, el Papa Francisco impartió la bendición Urbi et Orbi (para la ciudad y el mundo) que se transmitió en directo con alcance universal. Se trató de una oración extraordinaria, en un momento extraordinario: “Nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente”.

Hoy más que nunca, la tecnología resulta una gran aliada de la fe para transmitir el mensaje de Jesús, un mensaje que tiene la capacidad de transformar y dar sentido a la vida de las personas, las que tenemos cerca y las que están lejos y necesitan de nuestra compañía y aliento. Como decía san Josemaría: “Has de convivir, has de comprender, has de ser hermano de tus hermanos los hombres, has de poner amor -como dice el místico castellano- donde no hay amor, para sacar amor”.

*Florencia Beramendi, Oficina de Comunicación del Opus Dei en Argentina.

por Florencia Beramendi

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