El gesto fue imitado de España e Italia, países en donde sus ciudadanos aplauden desde sus balcones al personal de salud que día a día batalla contra un virus al que aún la comunidad científica no le ha encontrado respuestas.
Admiradores de ídolos con nombres y apellidos, muchas veces millonarios, dedicados a actividades que suelen estar más asociadas a nuestro entretenimiento que a las problemáticas más profundas que nos aquejan, la tragedia global nos pone a los humanos de frente con una de las sensaciones más primarias de nuestro ser: el miedo. La incertidumbre respecto al futuro, a que nos afecte el COVID/19, pone en valor a aquellos que han elegido como profesión estar en la primera línea de batalla. Médicos y enfermeros primero, ahora seguramente se extenderá a todos aquellos que por su función se vean obligados a estar fuera de las condiciones ideales de distanciamiento social. Serán todos nuestros héroes anónimos. Una de las principales diferencias con los ídolos de la sociedad de mercado es que estos héroes anónimos se exponen y se sacrifican en pos del bienestar colectivo, con un comportamiento de una generosidad tal que no tiene ninguna expectativa explícita ni implícita de reconocimiento material.
Esta inédita situación es una buena oportunidad para que reflexionemos qué reconocimiento damos a quienes son nuestros héroes anónimos, aún en tiempos de normalidad. Ese reconocimiento no se circunscribe a lo monetario: se trata del respeto y jerarquía que damos a quienes cumplen las tareas más trascendentes para nuestra existencia. El hiperindividualismo contribuyó a olvidarlos. Pero también sabemos que toda amenaza, si logra ser sorteada, abre una oportunidad.
por Facundo Nejamkis, analista político
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