La moda es tema infrecuente en obras y ballets, aunque parecería “fácil” no lo es, a menos que se cayese en vulgaridades. El tema y su vinculación con las costumbres de fines del siglo XIX y comienzos del XX atrajo a dos creadores que dirigieron el Ballet del Teatro Colón: Bronislava Nijinska lo trató en “Les Biches” (Poulenc) y Boris Romanov lo sustentó con burlona música de Satie en “Haute Coûture” (1928).
Hoy la moda adquirió enormes dimensiones, que despiertan conclusiones sobre la sociedad actual. Duggan ha hecho un estudio sobre las modelos y los famosos desfiles donde se muestran en las más diversas poses que –súbitamente– y con buscada sofisticación en sus rostros traducen las impresiones sobre la línea y el diseño.
La danza se inicia repentinamente, luego de que las intérpretes permanecieran en descanso y silencio. Bailan en conjunto y en solitario, lo que permite descubrir las más diversas máscaras –incluyendo el “revoleo” de ojos–. La coreógrafa presenta así una obra fresca, de incipiente comicidad. Interesante y machacona la música del inicio, a la que sucede un meloso bolero y un conocido tema que invitó a compartir, acompañando el movimiento. Las terminaciones incluyen estudiadas poses, algunas de estatuaria, suscitando esta “Oda” una especial simpatía.
La palabra grabada de la creadora también aporta humor, con la nómina de diseñadores citados en francés en una rebuscada pronunciación y, también, la insólita aparición de dos cholas copleras que extraen conclusiones graciosas. Excelente actuación del elenco.
por Enrique Honorio Destaville
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