Friday 29 de March, 2024

CLáSICA | 07-12-2011 18:58

Brillo y alegría

“La viuda alegre”, de Franz Lehár. Con Solveig Kringelborn, Lyubov Petrova, Mathias Hausman, Benjamin Bruns y elenco. Dirección: Gregor Bühl. Teatro Colón.

Diversión y despreocupación. Esas fueron, sin dudas, las sensaciones que Léhar y sus libretistas buscaron despertar en el público con “La viuda alegre”, estrenada a comienzos del siglo XX, antes del estallido de las guerras mundiales. Ya en el siglo XXI, la obra parece haber sufrido el paso del tiempo y resulta difícil disimular sus debilidades dramáticas y su estilo pasado de moda. Pero el público sigue disfrutando con ella, en especial si cobra vida en un espectáculo eficaz, como sucede por estos días en el Colón.

La versión que ofrece el teatro en el cierre de su temporada lírica encuentra su principal atractivo en el despliegue escénico. La puesta de Candance Evans se basó en una marcación actoral ágil y encontró un entorno adecuado en la escenografía de Michael Yeargan, con un vestuario vistoso de Mini Zuccheri y diversos números de danza coreografiados por Rodolfo Lastra.

El brillo y la vivacidad presentes en la escena faltaron por momentos en la orquesta que, sin embargo, sonó prolija y ganó dinamismo en el transcurso de la función. Entre los cantantes sobresalió el barítono Mathias Hausman, que le aportó a su Danilo la gracia y el desparpajo necesarios. El tenor Benjamin Bruns fue un Camille de voz fresca y técnica irreprochable y el bajo Reinhard Dorn mostró su aplomo y experiencia como el Barón Zeta. Sin descollar, Lyubov Petrova fue una Valencienne correcta y Solveig Kringelborn, como la viuda Hanna, exhibió algunas dificultades en la zona aguda, pero compuso su rol con soltura y elegancia.

Durante toda la función el público festejó las bromas, aplaudió con entusiasmo y disfrutó con este espectáculo que se propone, esencialmente, lograr ese disfrute.

por Margarita Zelarayán

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