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DEPORTES | 07-12-2011 17:18

Más allá de la Bombonera

El éxito del fútbol xeneixe revela una crisis general: faltan cracks para vender a Europa.

Boca es el campeón con mayor instinto asesino de los últimos diez años. No enfrenta a los rivales: los reduce. Son los jíbaros del fútbol. El equipo de Julio César Falcioni construyó una campaña nunca vista desde el Boca de Bianchi en 1998 y el River de Ramón Díaz en 1996: les sacó a sus rivales más de nueve puntos de ventaja a falta de dos fechas. Boca cultiva la belleza del orden e interpreta el nuevo escenario del campeonato doméstico: a falta de cracks, se impone el espíritu colectivo. La Primera División argentina parece haberse quedado sin fenómenos. La cantera está seca. Y Boca, un campeón sin una figura muy nítida, encontró la receta: El fútbol cooperativo al poder.

Telaraña de acero.

A Boca le alcanzaron 22 goles en las primeras 17 fechas para dar la vuelta olímpica del Apertura 2011. Un promedio franciscano de 1,29 por partido. Ninguno de los goleadores marcó más de cuatro tantos: solo la suma de Nicolás Blandi (4), Darío Cvitanich (4), Lucas Viatri (3) y Pablo Mouche (1) supera al máximo anotador del torneo, Rubén Ramírez, de Godoy Cruz, con 11.

Pero el fuerte de Boca es otro. El campeón, incluso, ataca mejor desde el mediocampo que desde la delantera. Y su estructura se cimienta en la defensa. Una telaraña de acero. Facundo Roncaglia por la derecha y Clemente Rodríguez por la izquierda. Agustín Orión en el arco. Y entre los centrales, un viejo guerrero, Schiavi, y su lugarteniente, Juan Manuel Insaurralde. Allí radica la esperanza de la tesorería del club.

“Por el jugador que más ofertas nos llegan desde el fútbol europeo es por Insaurralde”, se codeaban, hasta la semana pasada, los dirigentes que respondían al presidente José Amor Ameal y que el domingo, en paralelo al triunfo 3-0 ante Banfield y la vuelta olímpica, perdieron las elecciones ante Daniel Angelici. Fue, también, un triunfo de Mauricio Macri sobre una parte del gabinete de Cristina Fernández de Kirchner.

Pero la frase desde la cocina de la tesorería de Boca instala un debate. ¿Quedan, en el fútbol argentino, jugadores de primerísimo nivel por los cuales se peleen los principales clubes de Europa? La duda, por supuesto, sobrepasa a los muchachos que iniciaron la curva descendente de su vitalidad deportiva: Juan Sebastián Verón (36), Riquelme (33), Schiavi (38), Esteban Fuertes (38), Mauro Camoranesi (35), Guillermo Franco (35) e incluso Sebastián Battaglia (31).

Además de Schiavi y Riquelme (presente en 11 partidos), Boca basó su título en cinco futbolistas de entre 30 y 31 años: el arquero Agustín Orión, el defensor Clemente Rodríguez, y los volantes Diego Rivero, Walter Erviti y Leandro Somoza, todos nacidos en 1980 o 1981 y en la madurez de sus carreras pero, por una cuestión de edad, difíciles de vender a Europa, al menos en una cifra revolucionaria (de hecho, Somoza y Clemente ya regresaron de España; y Rivero y Erviti, de México) . ¿De cuántos jugadores debe desprenderse Boca para conseguir los 10 millones de dólares en concepto de transferencias que –como River– necesita cada año para acomodar sus cuentas?

En la delantera hay soluciones, aunque, por ahora, ninguna megamillonaria: Viatri (24), un buen goleador que aprendió a convivir con los últimos años de Martín Palermo, tiene el futuro del otro lado del Atlántico, pero la lesión que lo mantendrá inactivo hasta mayo del 2012 le juega en contra para una venta inmediata. El caso de Blandi (21) no es de lectura fácil: hasta hace un año era suplente del suplente en Argentinos y ahora pelea por un aura que vale millones en el curriculum de cualquier futbolista, la de ser el goleador de un Boca campeón. De otro tipo de dualidad emergió Cvitanich (27), una fiera en el cierre de campeonato en contraste con su paso sin explosión por el Ajax de Holanda. Mouche (24) al fin se asentó emocionalmente y se convirtió en un jugador más útil para su equipo que para sí mismo. El fútbol de Europa es su destino, aunque habrá que ver qué tipo de Europa: si un equipo clase A (Inter, Valencia o Liverpool, por ejemplo) o un equipo de mitad de tabla (Catania, Getafe o Blackburn Rovers). Pero tal vez ninguno de ellos sea más rentable para la economía del club que el último delantero del plantel, Sergio Araujo (19 años, y 4 partidos en este Apertura), una de esas promesas de la que todos aseguran que será un fenómeno.

Del mediocampo, el revitalizado Cristian Chávez (25) es otra buena opción, pero las leyes del mercado no siempre buscan talento. A veces quieren firmeza. Y entonces Insaurralde, dicen en el club, aparece como la mejor opción de venta. Y sin embargo no es un muchacho tan joven: tiene 27 años. O sea, el club que lo compre tendrá en cuenta, a la hora de presentar su oferta, que Insaurralde no ofrece mucha opción de reventa. Es el dilema que enfrenta Boca: un supercampeón y un gran plantel, pero con jugadores difíciles de comercializar. Pero Boca no es el único afligido.

Europa lejana.

La crisis europea hizo el resto y 2011 no fue un gran año en ventas para los clubes argentinos. Hoy, incluso, huele a naftalina el invierno boreal del 2007, cuando el Real Madrid les pagó 27 millones de dólares a Boca por Fernando Gago y 18 a River por Gonzalo Higuaín. En enero del 2011, en cambio, el mismo Boca debió conformarse con 800.000 dólares por la cesión de Gary Medel al Sevilla y River se desprendió de Buonanotte en 6 millones, una cifra tres veces menor de lo que en su momento recibió por Javier Saviola o Pablo Aimar. Por ahora, la mejor venta del 2011 fue la de Erik Lamela desde River a la Roma: 16 millones de dólares. Después le siguen la de Ricardo Álvarez, de Vélez a Inter, por 15 millones; la de Sebastián Blanco, de Lanús a Metallist de Ucrania, por 8; y la de Maxi Moralez, de Vélez a Atalanta de Italia, por 7.600.000. ¿Quedó alguna otra joya? El primero en la lista es Juan Manuel Martínez (26), de Vélez, un delantero muy superior a la media doméstica, quien ya tuvo dos exilios, uno en Colombia y otro en Arabia Saudita. Román Martínez (28), de Tigre, jugó un Apertura delicioso, pero en los dos equipos que jugó en España (Tenerife y Espanyol) no se adaptó. Y también fue un gran torneo para Agustín Pelletieri (29), de Racing, otro que acaba de volver de Europa (Grecia).

Fue, en definitiva, el torneo de los arqueros. Además de Orión, la rompieron Sebastián Saja (32, Racing, ex Grecia), Fabián Assmann (25, Independiente, ex España), Enrique Bologna (29, Unión) y el más transferible de todos, Agustín Marchesín (23, Lanús). Lionel Messi, Gonzalo Higuían y Sergio Agüero demuestran que los argentinos ya sólo hacen goles en Europa.

por Andrés Burgo

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