Genghis Kahn fue siempre una figura irresistible para el cine. Con su trayectoria de leyenda, hasta Hollywood se le animó en “El bárbaro y la geisha”. Esta cuidada versión de Borissov se mueve entre el gran esplendor visual y el registro pretendidamente fiel del nacimiento de un imperio gracias al empeño de un hombre. Para algunos despiadado, implacable, su potencia y desmesuradas ansias de poder dieron vida al Imperio Mongol. Tres amigos de la infancia, hermanados por un juramento, con el tiempo seguirán caminos diversos. Uno elige el campo sagrado y acaba convirtiéndose en chamán. Los otros dos, guerreros de sangre, no tardan en transformarse en líderes en la región. Pero solo uno tendrá la fibra y la capacidad de mando para gobernar. Por momentos, la empresa roza la grandeza de algún film de Kurosawa. Algunos convencionalismos no invalidan la ambiciosa propuesta.
por Jorge Carnevale
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