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DANZA | 06-01-2012 15:29

La nueva cara de Coppelius

“Coppelius, el mago” ballet de Marcia Haydée, música de Leo Delibes, con Luis Ortigoza (estrella invitada), Julieta Paul, solistas y elenco de la Cía. del Teatro Argentino de La Plata, director: Mario Galizzi.

Con esta obra de Marcia Haydée culminó la Temporada 2011 del coliseo platense. En realidad, Coppelius era ya personaje capital de la añosa “Coppelia”, basada en un cuento del escabroso E. T. A. Hoffmann. Marcia Haydée, en cambio, le da juventud al anciano mago, con el enamoramiento de Franz hacia Swanilda y el rechazo de esta, que se siente atraída por Coppelius. Luego, en el famoso taller del mago, él fabrica enanitos y no muñecas autómatas. Sus poderes maravillosos –casi de hechicero– los utiliza para satisfacer las necesidades de quienes lo rodean en la aldea donde se desarrolla el ballet d’action. Y así como en “Coppelia” se establece la dualidad del bien contra el mal, en “Coppelius, el mago” este vislumbra los sentimientos y pasiones que tienen los inquietos gnomos en el mundo fantástico que desarrolla la coreógrafa. La partitura original de “Coppelia”, a la que quitó parte del divertissement, le fue escasa para completar su relato y se sirvió de buena parte del otro gran ballet de Leo Delibes: “Sylvia”. El cuento concebido por Haydée se extiende así demasiado, y no vendría mal que reviera su obra por aquello que dice el refrán: “Lo bueno si breve, dos veces bueno”. La coreógrafa y su repositor (Pablo Aharonian) han trabajado con dedicación y fidelidad –dentro de lo posible– volcándose hacia el estilo romántico, no obstante la inserción de ciertos elementos de la contemporaneidad, como la palabra y enfáticas exclamaciones.

Hay escenas sensibles, de gran simpatía, con la presencia y actuación de los enanitos, bien  adecuadas al escenario del Argentino. Se corresponden con ese mundo feérico y fantástico que se origina en el taller del joven mago, y que nos recordaba al que se desprende de “Sueño de una noche de verano” de Mendelsohn Bartholdy, en sus diferentes versiones coreográficas. Haydée introduce voces estridentes para esos personajes.

La intervención del bailarín estrella Luis Ortigoza (primera figura del Ballet de Santiago de Chile) descollante en sus giros, perfecto en su eje -una presencia escénica siempre más noble que como bailarín de carácter-, y muy entusiasta en la tarea actoral, fue realmente destacada. Del nutrido elenco platense surgió hace algunos años Julieta Paul, una bailarina segura, muy profesional, más aún en obras como ésta: una comedia que requiere una figura femenina prominente. Y así definió a Swanilda, briosa, aunque de poco desarrollo pantomímico. Bautista Parada asumió el papel de Coppelius con discreción, aunque su imagen de mago no resulta tan convincente. Falta caracterizar el papel. Al gitano principal (Haydée innovó en el argumento, incluyendo a los gitanos y sus prácticas mágicas y clarividentes) lo encarnó con exactitud física y carácter Juan Manuel Ortiz, siempre arremetedor en el movimiento. La coreógrafa incluyó un lírico adagio de “Sylvia” de atrayente diseño como pas de deux bailado por la bella Elizabeth Antúnez y su diestro partenaire Darío Lesnik.

por Enrique Honorio Destaville

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