Friday 29 de March, 2024

COSTUMBRES | 12-01-2012 17:43

Twitter con champagne

Una temporada casi menemista donde el show off es record. Moda, redes sociales y tragos en la playa. Fiestas privadas y el destape masculino.

Ella juega con su sombrero mientras acaricia el pelo de su amiga. Con sus lentes Ray Ban aviadores nadie nota que observa cómo la miran. Él cae a la playa, con sus amigos. Lleva una heladerita repleta de alcohol en una mano y un smartphone en la otra mano. Se instala cerca, acomoda sus ineludibles gafas y se cruza de brazos, parado, con las piernas levemente abiertas. Y observa. En este verano se animó a más: no llegó a la sunga, pero sí a al traje de baño ultraajustado. En unos minutos, con extrema sutileza, se atreverá a pedir un “pin” de BlackBerry. No tendrá éxito. No, al menos, hasta descorchar su champagne, unas horas más tarde.

La escena sucede una tarde agitada en la parador Bikini, Montoya, en Punta del Este. Pero podría ser una imagen de cualquier día de verano en cualquier destino de la Costa. La arena, en la temporada 2012, se ha vuelto una zona más propicia para la ostentación y la autoadulación que para la seducción. Todo parece natural, pero está milimétricamente pensado para venderse a uno mismo, más por el placer hedonista de recibir miradas que por conquistar “pines” que sean una puerta para el amor. La gente se comunica más en las redes sociales que en los encuentros cuerpo a cuerpo. Es el eterno retorno de la histeria veraniega. Desde la ambigüedad de ellas, vestidas para la guerra pero con pose de inalcanzables. A la sobreproducción de ellos, amantes de sus propios cuerpos y proveedores de los elíxires etílicos de un verano ardiente, tal vez única vía de sociabilidad playera que subsiste.

Punta exclusivo

Ya sea desde la estética como desde la búsqueda casi filosófica del placer, en Punta del Este, la palabra clave es la exclusividad. Las marcas se han dado cuenta de esa necesidad y dieron un claro paso atrás en la invasión de los espacios para el relax. Ahora fidelizan. Y todos resultaron fieles. El parador HSBC, en José Ignacio, con beneficios exclusivos para clientes, da cuenta de ello. Los camastros que ofrece exigen reservas diarias hasta con días de anticipación, un beneficio que, para el resto de los mortales, implica tasas brasileñas para pertenecer, a razón de mil dólares la tarde. Mercedes-Benz fue más allá y armó su Casa de Playa, con servicio de playa, catering y barra de tragos permanente, piscina y estacionamiento para clientes. Un oasis de exclusividad que resultó un éxito del marketing. El resto de las apuestas en playa resultaron adversas en este verano etéreo, donde los cuerpos son protagonistas.

La moda de playa llegó al exceso y son ellas las que marcan tendencia al andar. Es un must llegar a la arena como si se bajara del cielo: con altísimas plataformas de corcho, impactantes botas de cuero de una altura total, gladiadoras, sandalias que recubren por sobre el tobillo o incluso stilettos. La gama de los ocres ganó espacio en la mallas, aunque la variedad es permitida. La clave pasa por las texturas: bikinis rugosas o con detalles de brillo para mimetizarse con el sol, el mar y la arena.

Producirse para la bajada de playa es casi -o más- importante que hacerlo para la noche, más informal que otros años. La costa es la vidriera y ellas lo saben. Vestidos blancos, negros o marrones, calados, en hilo o ceñidos al cuerpo reemplazaron a pareos y pañuelos. Más es mejor, este verano y así lo marcan hastas los accesorios. Gafas gigantescas, aros contundentes, con pluma y piedras, un sinfín de pulseras y sombreros tejidos, de paja y cuanto más grandes, mejor. Como los bolsos, con leyendas de amor, hindúes, extravagantes y omnipresentes.

Si ellas se recargan, ellos se quitan. Lentes y mallas cada vez más cortas, estilo '80 y, algunos osados, les compiten con minishorts y sungas a los adonis brasileños. Remeras blancas o musculosas de mangas anchas, sólo si hay viento. Y bolsos deportivos, con los de Tommy Hilfiger, entre los preferidos. Sus accesorios son utilitarios: el smartphone y la conservadora, tuneadas hasta con corazones y repletas de cervezas, champagne y botellitas del vodka Smirnoff Ice, una bebida que compite la hegemonía de las caipiroskas de maracuyá. Los hombres también apuestan a mallas flúo con un objetivo: las prendas brillarán a la caída del sol, en alguna de las fiestas que comiencen sobre la arena, con el DJ de turno, como se vio en el  recital de Luciano, en Laguna Escondida, José Ignacio.

Porque este año, la noche empieza en la playa pero sigue en casas.  O en mansiones. Las fiestas sponsoreadas parecen haber perdido cierta atracción para celebrities y veraneantes vip, que ven la exclusividad, en la noche, como sinónimo de privacidad. El boliche Tequila sigue siendo gran opción, pero ya parece desesperar. Los hermanos De la Rúa, el representante de futbolistas Gustavo Mascardi y hasta Susana Giménez, dicen, han sido exitosos anfitriones de una tendencia que baja al llano: previas que se extienden en casas de jóvenes dispuestos a beber y bailar. Solo la buena música del Bar de Jack Daniel´s, en La Barra, parece una altenativa válida.

Mar del Plata a full

Lunares con rayas y rayas con animal print. En Mar del Plata, la moda playera está marcada por el prolijo arte de no combinar absolutamente nada. Colores intensos y distintos estampados pueden convivir en un mismo look. La única consigna es que las prendas sean mínimas: los shorts de este verano son hípercortos, estampados y con puntillas. Las polleras de jean también han perdido algunos centímetros, dejando los bolsillos internos al descubierto sobre muslos siempre bronceados. Para las más flacas, monos y enteritos strapless.

No importa que el viento arrase en la playa, a nadie se le ocurre cubrirse. En los días frescos o por la mañana, las más débiles claudican y usan babuchas estampadas con motivos hindúes y colores fuertes. Se usan con ojotas de plataformas, el must para los pies de este verano. Y como en la moda todo vuelve, el fluo se impone hasta las uñas.

Usar pareo es una señal de pudor inaceptable. Los mejores cuerpos están en las playas del sur y allí sólo sirven como mantas improvisadas para sentarse en la arena. En los hombres, las mallas más vistas siguen siendo estilo surfer y son pocos los que se atreven, como en las costas uruguayas, a los modelos más cortos y apretados. La novedad es que la depilación ha dejado de ser monopolio femenino. Pectorales trabajados en el gimnasio llegan a la arena perfectamente lampiños.

Desde Claro Abracadabra Beach hasta La Reserva, la arena es un espacio para ver y ser mirado. Arenabeach es el centro de la movida más rockera: los recitales arrancan a la tarde y se extienden hasta que baja el sol. En los paradores, lo más pedido sigue siendo la cerveza, pero las botellitas de champagne ganan espacio cada verano. La vedette de la temporada es el maracuyá, que llegó a jugos, tragos y licuados, tanto de día como en los boliches de moda.

Sobremonte es un clásico inamovible de la temporada marplatense, preferido por futbolistas y botineras que se agolpan en Coyote, la pista interna con música más popular. Los que no quieren trasladarse hasta la zona de Constitución prefieren Nikita, sobre Bernardo de Irigoyen. La previa arranca temprano en bares como The Roxy o Mr Jones. Pehuén es el preferido para los que rondan los 30 y prefieren cenar con una sobremesa extensa.

Pinamar ardiente

En las playas más cool de la Argentina, sorprende el protagonismo estético de los hombres por sobre las mujeres. Ellos, y sus músculos, se muestran más que ellas. Pero la fórmula del verano repite la histeria: ellos con ellos, y ellas con ellas.  Lo defien el histórico Alberto Pironti, uno de los anfitriones del parador top, UFO Point: “Este año parece que las chicas están solas y los hombres están en la suya”. “Convivo acá en una casa con hombres y ellos son los que usan las cremas y el secador de pelo”, reafirma una PR conocida de Pinamar.

El UFO está consolidado como el parador que eligen jóvenes para exhibirse, bailar y tomar hasta el atardecer. La hora pico va desde las 13 hasta pasada las 19, cuando el sol termina de esconderse. ¿Las bebidas de moda? Las siempre vigentes cerveza y champagne, acompañados al atardecer con generosas porciones de rabas al limón. Por la noche, cuando el sol se esconde, se impone la vieja costumbre de la pizza con champagne. Los resabios del menemismo siempre reaparecen.

Nadie pide teléfonos: solo “pins” de BlackBerry. Los hombres avanzan y copan los accesorios: pañuelos, vinchas, bandanas y trajes de baño flúo, en amarillos, rojos, violetas y verdes manzana. En la noche, el destino sigue siendo Ku, donde el champagne con bebidas energizantes nunca se agota a pesar de la demanda. Un verano entre la ostentación del día y la privacidad de la noche. La eterna lucha en la arena para ser, parecer y pertenecer.

por Marina Abiuso, Daniel Seifert, Federico Mayol

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