Thursday 28 de March, 2024

TEATRO | 13-01-2012 11:03

La compleja mente humana

“Casi normales” de Tom Kitt y Brian Yorkey. Con Laura Conforte, Alejandro Paker, Florencia Otero y elenco. Dirección: Luis Romero. Liceo, Rivadavia 1495.

Así como el eterno musical “West side story” (1957) de Arthur Laurents, Leonard Bernstein y Stephen Sondheim, hincó el diente en las diferencias étnicas en los Estados Unidos de la década del `50; o el no menos emblemático “Chicago” (1975) de Bob Fosse, Fred Ebb y John Kander, reflejó el poder sensacionalista de la prensa y la necesidad de fama, “Casi normales” aborda también un tema de inusual actualidad: la familia disfuncional. Claro que, lejos de las terrenales zozobras económicas y vivenciales de su equivalente latina, asiática o africana, la obra del estadounidense Brian Yorkey retrata la angustia de un típico grupo familiar norteamericano, aquel que no termina de unir las piezas de su rompecabezas emocional, escudado en una hipocresía a ultranza.

La madre, Diana (Laura Conforte), sufre de un peligroso grado de bipolaridad, al punto que no asume la muerte de su primogénito, Gabriel (Matías Mayer), acontecida cuando era apenas un bebé, por una obstrucción intestinal, y lo sigue viendo, corporizado en un bello y lozano joven, como si el deceso jamás hubiera ocurrido. Dan (Alejandro Paker), su devoto esposo, intenta rescatarla del abismo psíquico definitivo, obligándola con ciega confianza a recurrir a cualquier tipo de ayuda terapéutica, incluso cuando los resultados no muestran ninguna eficacia. En el medio, Natalie (Florencia Otero), la hija adolescente sobrevive ignorada por sus padres, tratando de afirmar su propia personalidad, pero bloqueada ante el manifiesto amor que le prodiga Henry (Fernando Dente), un díscolo y fiel compañero de estudios.

El abuso de psicofármacos, un intento de suicidio, la dulce tentación de las drogas, sesiones de electroshock y los cuestionamientos éticos a la medicina actual se ponen en el tapete sin escatimar lujo de detalles. Aunque el argumento es abrumador, resulta fácil identificarse con alguna arista de los muchos temas colaterales que bordea: los vínculos filiales, la necesidad de crecer y el complejo universo de la mente humana, entre otros.

Estéticamente casi clonado de la versión de Broadway, los resultados artísticos porteños son impecables. No solo la excelente traducción o cada uno de los cuidados rubros técnicos, sino también un elenco de homogénea calidad, redondean en conjunto el espectáculo que despierta la curiosidad del Buenos Aires teatrero. Es que el espectador aprenderá mucho de sí mismo y sobre el misterio de los afectos que nos forman o deforman (sin malas intenciones) desde la cuna. Dicen los psicoanalistas que de la contestación a la pregunta: ¿se llega, alguna vez, a perdonar enteramente a los padres?, depende nuestro grado de adultez.

por Jorge Luis Montiel

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