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SOCIEDAD | 17-02-2012 14:20

Guerra de las muñecas

El desembarco de las American Girls, el nuevo juguete que desvela a las niñas ABC1 argentinas. Intelectualidad vs. rubias Barbies.

Frágiles muñecas del olvido y del placer”, asegura el tango. Bueno, de ahora en más semejante definición aplica solo a Barbie, porque las American Girl, el nuevo fetiche que está haciendo delirar a las niñas ABC1 argentinas, de fragilidad poco y nada. Parecidas a las que sentaban sobre las cómodas nuestras abuelas, estas corpulentas muñecas son una suerte de Che Guevara con discurso feminista capaz de revolucionar el gusto de las chicas patricias quienes, en un giro ideológico que compromete el universo epidérmico de la legendaria rubia, veneran este juguete que viene recargado de un fuerte contenido intelectual. Ya el hecho de comparar las páginas web de ambas marcas es toda una experiencia aleccionadora. Se las resumo: Resulta fácil adivinar qué sitio elegiría Angela Merkel y cuál Pamela Anderson; es decir, si esperan que sus retoños terminen haciendo unos pesos sobre las pasarelas, ahórrense los 100 dólares que cuestan estas descendientes cool de Madame Curie y parientes cercanas de Rubén Peucelle; cifra que puede multiplicarse por dos o más si les adosan el impresionante arsenal de ropa, accesorios, revistas y otras vituallas por el estilo. Con base de operaciones en Wisconsin, el criterio de esta compañía que empezó a hacerse notar a partir de 1995 se sintetiza en la filosofía de Mckenna, su flamante modelo 2012: “Transformar los desafíos en triunfos y contribuir a la formación de las chiquitas en mujeres independientes, a la altura de los desafíos actuales y futuros”. A digerir esa mandarina.

Por si les queda alguna duda acerca de las intenciones de la empresa, las vidrieras centrales están decoradas con muñecas que tienen su piernita enyesada y portan muletas. ¿No será mucho? Es marketing, no una clase de filosofía socrática ni psicología profunda aplicada al desarrollo infantil. Estos mensajes distanciados del estereotipo “muñequita superficial” decoran los negocios de venta y saturan las páginas convertidos en leyendas del tipo: “Pueden hacer grandes cosas si creen en sí mismas”, “Ayudamos a las niñas a crecer”, o “Una chica inteligente está deseosa de aprender”. La idea global se completa con un campus donde la muñeca en cuestión desarrolla su vida académica virtual, y para acentuar el nivel de personalización no existe centro de reparaciones sino que se habla de un hospital en el que son atendidas las enfermas caídas en desgracia. Dos semanas promedio tardan en sanarlas los especialistas en las distintas “enfermedades”. Claro que, sociedad de consumo al fin, el proceso de desprendimiento del “ser querido” puede reducirse de manera significativa siempre y cuando se depositen unos dólares adicionales.

En el universo American Girl la plata no hace a la felicidad pero acelera la sanación. Quizá como concesión al statu quo o en un intento por no tensar demasiado la cuerda ideológica, los productos dirigidos a las chiquitas menores de tres años son bastante tradicionales. Bitty Baby y los Bitty Twins, tienen por objetivo cultivar el “nurturing”, palabrita que en buen castizo nos deposita de cabeza en el concepto de maternidad tal cual se lo entiende en Occidente. La gente suele visitar el store ubicado sobre la Quinta Avenida envuelta en un aire de solemnidad más acorde a una entrada triunfal al Colón en noche de gala, que a la fascinación despreocupada con que se recorren las jugueterías. Para un adulto de mi edad, influenciado por las películas de Chucky y criado al amparo de Chasman y Chirolita, esa inmersión sin escalas en el submundo de las muñecas amontonadas en fila tiene algo de siniestro. Sin embargo, madres e hijas se mueven ahí dentro con la seguridad de estar ante la presencia de una suerte de símbolo digno de respeto y admiración.

Bien adiestradas en el arte de darle imponencia al juguetito, las vendedoras destilan sapiencia y, según pude observar, administran el conocimiento en cuotas, particularmente con las primerizas que escuchan atentas las “reglas y normas de la casa”. Se diría que, en lugar de comprar y punto, van a formar parte de un club que no es exclusivo aunque tampoco puede ser tomado a la ligera. Ni se te ocurra hablarles en diminutivo porque te miran de costado. Al igual que Disney con sus famosos “characters”, llegás a decir muñeco y un grupo comando te deposita en Guantánamo.

Desde la decoración hasta el tono de venta, todo trasunta importancia y hay cierta similitud con el aire que se respira en el interior de Victoria's Secret, pero inocente y traducido al lenguaje cerebral. En un interesante proceso de inversión, antes de enfocarlas en el cuerpo a las niñas se les recuerda que tienen cabeza. Si con los años se abalanzan sobre Victoria's, es su problema.

El lanzamiento de diferentes personajes históricos resultó clave en la evolución del posicionamiento empresario de las American Girls, todas figuras con un mensaje específico a transmitir. Junto al componente ideológico, otro pilar de la “muñeca feminista” es la idea “taylor-made”. De nuevo, desde mi particular perspectiva y apiñadas en el contexto de una escenografía acorde con tiendas de ropa, me parecieron todas iguales. Ahora, mirando en detalle y preguntándole a las expertas en el tema -las nenas-, descubrimos que tienen cuarenta y cuatro tonos de piel, pelo y ojos distintos, sin contar los aditamentos que ayudan a darle una personalidad específica; tarea que por lo general consiste en un juego de espejos con la dueña.

En comparación con las Barbies, las American Girls todavía lucen demasiado (norte)americanas a la hora de satisfacer el gusto universal. De todas formas, su demanda crece entre las chicas paquetas argentinas que las conocieron en sus viajes anuales a los Estados Unidos, combo que suele incluir la trilogía Miami-Orlando-Nueva York. Frío polar mediante, es ahí donde hoy por hoy nuestras niñas bien escuchan el último grito de la moda, tour obligatorio que además de los stores de American Girl (últimos en incorporarse a la lista de imprescindibles), supone visitas a Forever 21, Toys “R” Us, FAO Schwarz, Apple y una cena en Bubba Gump Shrimp Co. El resto se desparrama solo a través de la pampa húmeda gracias al boca a boca.

La próxima vez que vean una de estas rollizas muñecas dando vueltas por ahí, antes de deducir que salió de San Telmo o fue comprada en La Salada por cinco pesitos, recuerden que están ante un notable fenómeno de marketing que unas cuantas niñas argentas decidieron hacer propio, arrastrando con ellas a un nutrido grupo de fanáticas y complicándole el reinado a Barbie.

*Filósofo y publicista.

por Omar Bello

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