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PERSONAJES | 20-04-2012 13:26

“El actor ejerce un poder chamánico”

Coprotagoniza en teatro “La última sesión de Freud”. Sus padecimientos físicos, la tiranía del rating y el “ombliguismo” derivado de su profesión.

Tiene ojos celestísimos pero mirada multicromática: puede ser cristalina y algo esquiva, enrojecerse de emoción o tornarse oscura. Luis Machín mostrará varios de sus matices durante una entrevista a la que accede bien dispuesto. Acaba de terminar la grabación de “Lobo”, la tira de Polka en la que participa y que será levantada en mayo por bajo rating, y se prepara para subir al escenario como cada noche e interpretar al escritor C. S. Lewis en “La última sesión de Freud”. Junto a Jorge Suárez, le pone el cuerpo a un debate picado entre el padre del psicoanálisis, ateo y cientificista, y el autor de “Las crónicas de Narnia”, reconvertido en un efusivo católico. Ese contrapunto, y también el reportaje, irán por los laberintos que entrecruzan a padres, hijos, padecimientos, creencias, muertes y el poder de las palabras.

Fascinado con Lorenzo (3) y ansioso con la llegada de Aurora en junio, se sacude el gesto adusto, sonríe y dice que los hijos lo cambian a uno para siempre: “Antes de ser padre, he pasado por todos los lugares comunes: la idea de que no estaba preparado, que la propia neurosis a uno no le permitía… fijate que la primera vez que conviví fue con mi mujer Gilda, a los 37”.

Noticias: Si se hubieran encontrado antes, ¿no habría resultado?

Luis Machín: Es que ya habíamos tenido una pequeña relación en el `94, pero cada uno estaba rompiendo otras relaciones. Después se fue a vivir a Inglaterra y tuvimos muchos años en los que no nos vimos ni supimos nada del otro. Un día me mandó un mail encabezándolo con “no sé si te acordarás de mí”… ella siempre fue como una especie de asignatura pendiente, como algo que no había podido ser con la intensidad que podría haber sido. Vino a visitar a sus padres, la invité a ver la obra que estaba haciendo y a partir de ese día empezamos a estar juntos. Si miro hacia atrás, mi vida cambió mucho, por suerte, porque cuando se producen estancamientos se producen vicios y esos vicios hacen que uno esté mirándose permanentemente todo el tiempo. Tras que nuestra actividad está muy enfocada en cómo se ve uno, en cómo lo ven a uno, en qué hace uno para que lo vean… es una actividad que genera mucho de ombliguismo.

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por Valeria García Testa

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