Helmuth Rilling es, desde hace décadas, una de las máximas autoridades en lo que respecta a la interpretación de la obra de Johann Sebastian Bach. Pero, a diferencia de muchos de sus colegas, que adoptaron un enfoque historicista, Rilling eligió abordar las creaciones de Bach con instrumentos modernos, convencido de que la interpretación de esas obras no puede desligarse de la percepción y de las prácticas propias de la época en que se recrean.
En su regreso a Buenos Aires, Rilling se presentó junto a dos organismos extraordinarios: la Gächinger Kantorei, un coro que él mismo fundó en 1954, y el Bach-Collegium Stuttgart, un ensamble instrumental también creado por él a mediados de la década del '60. Como no podía ser de otro modo, la obra elegida para esta ocasión fue una de las creaciones más gloriosas del catálogo de Bach: la Misa en si menor.
Sin buscar efectos grandilocuentes, con rigor y sensibilidad, Rilling y los músicos apostaron a las sutilezas y a una expresividad contenida y espiritual. El coro, homogéneo y perfectamente amalgamado, pareció mimetizarse con la orquesta como un instrumento más, etéreo y sutil. El ensamble orquestal también alcanzó un nivel de perfección asombroso, sin la más mínima mácula, con un sonido tan pulcro como equilibrado.
Los cantantes solistas, de buen desempeño, estuvieron, sin embargo, por debajo del nivel excepcional del coro y de la orquesta. Entre ellos, solo logró destacarse la contralto Roxana Constantinescu, de voz bella y exquisita musicalidad.
La ovación final, además de mostrar la admiración del público, se asemejó a un genuino agradecimiento a los músicos, responsables de un acontecimiento musical único.
por Margarita Zelarayán
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