Llega puntual, peinado y de la mano de una novia-cisne toda pestañas que lo acompañó desde Chascomús –donde vive junto a su familia– y de la que no se separa ni para cruzar la calle. Algo (mucho) hay todavía en él de aquel enano charlatán que aterrizó un día en “Agrandadytos” –lentes, saco, look de violinista– y encantó a la platea con su aire de señor en miniatura. “Es que mi hermana y yo éramos los únicos chicos en una familia de grandes. Estaban mis tres abuelos, mis papás, un tío soltero y nosotros. Por eso yo tenía muchas maneras de hablar que eran de otra época. Decía “esta es una Milonguita”, “es mi mamá en pinta”, esa clase de cosas”, dice, y se ríe.
Tiene una risa que da risa (una especie de je-je-je también vintage) y cada tanto, en su boca, las h se vuelven j. Es Chascomús pegado en el paladar para siempre. Es el gauchito Noya, contando cómo fue que un día salió de su casa, llegó a la tele y no se fue más. “Un compañero de trabajo de mi viejo mandó un mail a la producción del programa contando que conocía a unos nenes que hablaban un montón. El tema es que lo llamaron a mi viejo y él no quiso saber nada. Pero cuando nos preguntaron a mi hermana y a mí, la idea nos gustó y dijimos que sí. Nos llevaron al canal y quedamos. Iba a ir yo solo, pero un productor me escuchó hablando con mi hermana y dijo que pasáramos los dos”.
Noticias: ¿Por qué?¿Qué le decías?
Rodrigo Noya: La retaba. Yo le dije: “Vos esperá acá que el hermano entra, ve cómo es la cosa y si no me gusta, nos vamos”.
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por Fernanda Sandez
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