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RESTAURANTES | 27-07-2012 17:03

Delicioso color local

En el porteñísimo barrio de Caballito, justo en el centro de la Capital Federal, han empezado a asomar algunas propuestas gastronómicas interesantes. Tal es el caso de “Jacarandá”, ubicado en una acogedora casona de los años ‘20 reciclada, a pocas cuadras de Primera Junta. Los jacarandás de la zona, con sus características flores violetas, inspiraron a Alejo Crispiani, su dueño, a llamarlo de esa manera, atrayendo sin quererlo a quien sería su público. “Es un restaurante de mujeres” –nos cuenta Alejo, aunque mirando alrededor vemos parejas y hasta mesas solo de hombres–. “Los traen las mujeres y después ellos vuelven”, agrega.

Alejo conoce a su público y esa es la razón por la que “Jacarandá” es un éxito desde que abrió, hace tres años. Él se esmera en conservar el espíritu de restaurante de barrio, recibiendo a los comensales como si fueran amigos. El lugar está ambientado con la idea fundamental de que se sientan cómodos: sillas mullidas, buena calefacción, iluminación amable y los cuadros y esculturas de Hernán y Natalia, una pareja de clientes del restaurante que se hizo amiga de Alejo y su mujer. Una prueba más de que aquí todo queda en familia.

La cocina de “Jacarandá” se acomoda al gusto popular, pero con una vuelta de tuerca en la elaboración propuesta por su chef Alejandro Vega. Las porciones son abundantes, en muchos casos para compartir, y el precio es más que decente. La carta no es muy larga, pero hay para todos los gustos. La entrada más pedida son las papas Jacarandá (papas fritas cubiertas con crema, jamón, queso y puerros), para dos personas, y de los platos fuertes el ganador es la bondiola con salsa de aceto y miel, acompañada de croquetas de batata. Otras propuestas del menú son la milanesa de pollo apanada en sésamo con crema de mostaza; los dados de lomo salteados con puerros y aceitunas; el abadejo grillado caprese con budín de berenjenas y las pastas caseras, en múltiples variedades y con diferentes salsas. Además, de jueves a domingos tienen sugerencias que, ahora que hace frío, van desde el goulash hasta el locro. Una buena selección de vinos, también a buen precio, completa la experiencia.

Los postres merecen un capítulo aparte, sobre todo el mítico volcán de chocolate, que es el que atrae a las mujeres de Caballito, Flores, Parque Chacabuco y alrededores. “Las chicas comparten un par de platos, pero lo único que quieren es llegar al postre”, nos cuenta Alejo. El volcán, además de ser muy bueno, tiene tanta demanda que en “Jacarandá” desarrollaron una técnica para que salga rápido, en ocho minutos en vez de los típicos 15-20, sin perder calidad. Una razón más para no perdérselo. Otros postres que tientan son el cheesecake con frutos rojos y las peras al vino tinto con helado de crema, un postre clásico difícil de encontrar en estos tiempos.

“Jacarandá” es tan nuestro como el árbol que le dio el nombre. La honestidad de su propuesta y su calor de hogar le valieron un público fiel que siempre vuelve por una buena comida, bien argentina.

por Fernando Vidal Buzzi

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