El Colón decidió este año atraer público a las funciones programadas para las vacaciones invernales. Y puso en cartel un ballet de la Modernidad, creado por David Lichine, con características argumentales de comedia y momentos de virtuosismo técnico. La interpretación pantomímica aporta el trazo burlón y grotesco de los personajes de la preceptora (Daniel Negroni) y el de la “firmeza” falsesca del General, jefe de los cadetes (Vagram Ambartsoumian). Celadora y militar, se esconden para dar curso a sus devaneos amorosos, mientras los cadetes “sucumben” ante los gestuales reclamos de las inquietas internas. También se baila al compás de los valses vieneses, y los marciales sones compuestos por el músico austríaco.
Uno de esos momentos es la danza del tamborillero, que exige máxima concentración, pues el bailarín toca el tambor simultáneamente con la danza: Maximiliano Iglesias tuvo un feliz debut. Se evocó como estampa romántica a “La Sylphide” en un pas de deux suave que unió sentimental y exitosamente a Silvina Vacarelli y a Adrián López. La competencia de "fouettés "necesita más precisión técnica. Nadia Muzyca, Edgardo Trabalón y el conjunto de bailarines, cumplieron ampliamente la exigencias de este ballet. Como repositora intervino Liliana Ivánof, que lo montó con rigor. La escenografía y el vestuario resultan muy atrayentes visualmente, y muy original la iluminación.
por Enrique Honorio Destaville
Comentarios