La pareja de escritores que formaron Paul y Jane Bowles, estadounidenses, para recorrer primero Nueva York y el mundo y reencontrarse después una y otra vez en Tánger, se contó entre las más complejas y originales. Los dos tenían un enfoque transversal y lúcido de las cosas, en todo sentido, incluso el sexual. Eran muy distintos entre sí. Como lo cuenta en el extenso prólogo Gabriela Bejerman (también fluida traductora de este conjunto de textos), Jane tenía dudas constantes, aumentadas por la progresiva fama de Paul.
En castellano, por suerte, se contaba ya con un libro de cuentos (“Placeres sencillos”) y su novela “Dos damas muy serias”, más una selección de cartas. Ahora con estos nueve relatos, y en particular su obra de teatro “Verano en la glorieta”, su producción literaria parece estar completa.
Algunos de los nueve relatos parecen fragmentos o viñetas. Entre otros, Truman Capote destacó la calidad de obra maestra de “Camp Cataract”, el relato más largo de su anterior libro de relatos. Aquí Jane revisita el lugar en el texto más extenso: vuelve a poner en relación a un dúo de mujeres inestables que se relacionan a través del afecto y la incomodidad, a veces intensa. En varios otros: la dependencia y el rechazo parecen trabados en un cepo imposible de abrir. Los hombres son figuras menores, casi muñecos.
Leer la obra de teatro “Verano en la glorieta” es un placer mayor. Modula con periciia un conjunto de personajes anglosajones y latinos en cinco actos que saltan en el tiempo. Otra vez las parejas inestables de personajes femeninos ocupan el centro. El libro confirma el talento mayor de Jane Bowles como una de las escritoras insustituibles del siglo XX.
por Elvio E. Gandolfo
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