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SALUD | 16-08-2012 20:25

La importancia de la información durante el embarazo

Con una anécdota personal, la doctora explica lo fundamental que es conocer el proceso de gestación de un bebé.

Dicen que la vida compensa. Me entere que estaba embarazada a los pocos días que había muerto mi abuela. Me hizo feliz la noticia, me hizo feliz poder decírselo a mi padre que había perdido recientemente a su mama. Tenía 30 años, 8 años de médica y cinco años, mientras era estudiante, de ayudante de Cátedra  de embriología, citología e histología.

Como supondrán, me compre todos los libros habidos y por haber referidos al embarazo, los cuales fueron muy esclarecedores. Me corrí del lugar de médica y me puse en el de mujer y futura mama.

Cuando uno busca un hijo, se da cuenta que embarazarse no es tan fácil como nos habían hecho creer, y que un embarazo, no es tan “natural, ni fisiológico”. Las hormonas se disparan. Las mujeres tenemos más tendencia a los trastornos de ansiedad y de estados de ánimo, que los hombres. Esto está científicamente comprobado. En el embarazo, caramba, de alguna manera por la eclosión hormonal te da felicidad, pero también temores. A lo mejor la ciencia disponible hoy en día nos hace más conscientes, y también más temerosas. Nuestras madres, nuestras abuelas, no tenían ecografía o test caseros de embarazo. En esta época, a los dos días de un atraso menstrual, tenemos la posibilidad de saber si estamos embarazadas. Estamos alertas desde el inicio de la concepción.

Luego de haber sufrido un aborto espontáneo, un año antes de estar embarazada de Delfina, empecé ese nuevo estado a pasos lentos. Esperé los tres meses como nos decían, lo que también tiene base científica.

Todo andaba fenómeno. Estaba controlada y estudiada, pero como podrán suponer, era mala paciente. Mi obstetra tenía una paciencia tremenda. Y aunque mi cabeza estaba imparable, era bastante prolijita. Hice cursos y gimnasia de preparto, mientras seguía con mi vida habitual.

Pero algo me pasó: De repente, sentí que estar embarazada, me convertía, queda mal decirlo pero no se me ocurren sinónimos, en una boluda. En el curso de preparto deje de ser Mariana, deje de ser la doctora y empecé a llamarme “mamita”.

“Mamita, cuando tengas contracciones cada cinco minutos, nos llamas”. Me acostumbre. Pensé: ‘que bueno, tanto tiempo de cuidar gente y ahora me cuidan a mí y a mi bebe’ Esta bien, soy “mamita”.

Un pequeño problema, esta “mamita” estaba informada. Sabía que en el embarazo puede aumentar la presión arterial y dar cuadros de preeclampsia o eclampsia, diabetes gestacional (aumento del azúcar en sangre), estado protrombotico (mayor posibilidad de hacer coágulos y que estos migren) y otras situaciones que pueden ser extremadamente peligrosas para la mamá y el bebe en gestación.

Sin duda alguna, el conocimiento es muy importante para hacerse controles periódicos durante el embarazo, así que no me importaba seguir siendo “mamita”.

Corría el 22 de febrero del 2001. Un buenos Aires infernal de calor, y comencé con contracciones. Tenía años de médica, pero como mama, era primeriza. Tenía dolores que no sabía de donde venían.

Llamo a la partera, la cual me dice “mamita” hacete un baño de inmersión. Ok, llené la bañera y en ese momento, además de la frecuencia de las contracciones, uno de los primeros signos del trabajo de parto, tenía desprendimiento del “tapón mucoso” y cada vez me dolía más la panza. Ya no me preocupaba por mí. El dolor era tolerable. Me preocupaba por mi hija.

El 23 de febrero, vuelvo a llamar a la partera. Imaginé que con tantas pacientes no sabía a que se dedicaba cada una. Eran las cuatro de la mañana, y fue la noche que esta “mamita” se enojó.

Tenía contracciones cada tres minutos y desprendimiento del tapón mucoso. Todos indicativos de que Delfina estaba por nacer. Tenía 30 años y las estadísticas a esa edad no son las mismas que a los 20. Pobre partera, se le ocurrió contestarme: “mamita, quedate tranquila, venite al sanatorio mañana tipo ocho”. Ante esa respuesta, la mamita se fue a Marte, y apareció Mariana, la doctora, que le contesto: “la mamita es diploma de honor de la facultad de medicina, y hace terapia intensiva. ¿Vos me podes asegurar que no hay riesgo fetal?”. Ahí cambió el tono del diálogo y obtuve otra respuesta: “doctora vaya ya al sanatorio”.

Por suerte, salió todo bien y mi hija nació a las pocas horas. Pero siempre me preguntó qué hubiera pasado si me hubiese quedado en el rol de “mamita”.

Es muy importante estar informada durante el embarazo y tener un medico confiable que te indique los controles que hay que hacerse. Y por sobre todo, no convertirte en “mamita”.

Para mayor información, hace click aquí.

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