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PERSONAJES | 31-08-2012 13:52

“Me mantuve hasta hoy sin bronca por la vida”

Enólogo, ingeniero agrónomo y bodeguero, es una de las voces más calificadas en vinos espumantes. Docencia y pizza con champagne.

Jovial y chispeante como la bebida que elabora, dice que el secreto de la longevidad es, además del factor genético (que en su familia está presente) “una vida ordenada, un buen matrimonio –con Celia (74) estamos por cumplir las bodas de oro–, un hobby –el suyo es confitar cáscaras de naranja y cocinar–, tener “amigos jóvenes como mis ex alumnos, hacer lo que a uno le guste y decir lo que uno piensa”. Para este mendocino –de paso por Buenos Aires– apasionado por la investigación, experto enólogo, ingeniero agrónomo y bodeguero, abocado hoy puramente a la elaboración de vinos espumosos de alta gama, el sentido del humor y las burbujas parecen fluir por su torrente sanguíneo.

Noticias: ¿Por sus venas corre champagne?

Pedro Rosell: Mi abuelo producía vino en España y cuando llegó a la Argentina –circa 1900– compró un campo en Santa Fe; pero al enterarse de que en Mendoza se hacía vino alquiló la bodega Laur, que era de unos franceses –ahora es fábrica de aceite– y empezó a producirlo para vender en Rosario.

Noticias: Después de usted ¿quién sigue la tradición del vino?

Rosell: Mi hija más chica, María José (28), se dedica a la enología. Mi mujer, Celia Inés Navarro Correas, no tiene que ver con la empresa; y mis otros tres hijos hacen otra cosa. Pedro (48) está en el rubro turismo aventura, Ricardo (46) es fotógrafo y Céline (44) trabaja en Río Grande. ¡Y hay cinco nietos!

Noticias: A los cinco años bebió su primer espumante y a los ocho destilaba cáscaras de naranja.

Rosell: Sí. Mi padre tenía una destilería y en una fiesta de fin de año, me tomé todo lo que quedaba en las copas y me emborraché. Él me compró un equipo de destilación de juguete, todavía me quedan algunas piezas después de 60 años. Yo destilaba vino y hacía un aguardiente con cáscara rallada de naranja amarga, como un cointreau, ¡que bebíamos con los amiguitos en dedales!

Noticias: Se forma primero como enólogo y luego como ingeniero agrónomo.

Rosell: Hice el secundario en el Liceo Agrícola y Enológico Domingo Faustino Sarmiento de Mendoza, que pertenece a la Universidad y depende de la Facultad de Ciencias Agrarias; seguí después Ingeniería Agronómica, que en la zona mendocina estudia viticultura, fruta, enología, suelos y riego.

Noticias: Y fue docente.

Rosell: Mucho tiempo y fue fascinante; pero los muchachos ya no vienen como los de antes. Me fatigó la mala preparación del secundario. Desde que dejé, ¡se me han ido las patas de gallo y si tenés un estetoscopio, mi corazón recuperó su ritmo! (risas) Daba clases en la Facultad de Ciencias Agrarias y el afloje en los estudios y en las exigencias –que se viene dando en el país desde los militares, Alfonsín, etc. etc. hasta hoy– me hartaron. Yo hacía evaluación diaria; era un trabajo ímprobo porque tenía que corregir montones de cosas. Eso exigía que entraran alumnos calificados; pero hubo elecciones, levantaron las compuertas, entraron los que no debían y nosotros teníamos que aplazar haciendo de verdugos. Lo grave es que los responsables no se pusieron los pantalones haciéndose cargo y nos pasaron el problema a los profesores. Esto me molestó mucho.

Noticias: ¿Usted se perfeccionó en Burdeos?

Rosell: Fui invitado por la Universidad. Vinieron a Mendoza los profesores franceses Ribereau-Gayon, padre e hijo, y me ofrecieron una beca. En 1966 no pude ir porque nació mi primer hijo; lo reprogramamos y nació el segundo. Al final, antes de que naciera María José, me fui con toda la familia. Fui discípulo del profesor Émile Peynaud, uno de los mayores precursores de la vitivinicultura moderna, un vanguardista y promotor de prácticas ahora comunes como el desarrollo de viñedos de bajo rendimiento para obtener uvas de calidad.

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por Sissi Ciosescu

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